"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


jueves, 24 de marzo de 2011

El cáncer sería una especie de “fósil viviente” que se correspondería a los primeros seres pluricelulares que aparecieron hace 600 millones de años


Pese a todo el esfuerzo dedicado a combatirlo, el cáncer todavía se lleva muchas vidas. Quizás es porque no es una sola enfermedad, sino muchas de ellas. Quizás es consustancial a todos los seres pluricelulares, un precio a pagar porque nuestras células a veces se niegan a cooperar por el bien común y siguen la senda del comportamiento individual y egoísta. Puede que sea debido a la gran cantidad de sustancias peligrosas que generamos, sustancias junto a las cuales no hemos evolucionado. O puede que simplemente nos hacemos viejos y tenemos más posibilidades de que una enfermedad asociada a la edad, como el cáncer, nos alcance, sobre todo porque una vez pasado el periodo reproductor no hay manera de que la selección natural elimine este problema.

Ahora una nueva hipótesis bastante controvertida ofrece alguna esperanza sobre el asunto al sostener que los tumores tienen una limitada capacidad de combatir las terapias modernas y que esto se debería a que el cáncer es una "especie de fósil" viviente que se remonta a hace 600 millones de años.
Se ha podido comprobar que algunos tipos de cáncer desarrollan resistencia a los tratamientos en el transcurso de los años. Una posible explicación sería que las células del cáncer actúan de manera independiente y compiten entre sí bajo la presión de selección de los fármacos antitumorales.
Ahora los astrobiólogos Charles Lineweaver, de la Universidad Nacional Australiana, y Paul Davis, de la Universidad del Estado de Arizona, proponen una nueva hipótesis. Según ellos las pruebas de que hay cooperación celular en los tumores sugiere que los cánceres son "involuciones" hacia el origen del reino animal y que cualquier habilidad de resistencias frente a los fármacos modernos descansa en última instancia en un conjunto limitado de tácticas de supervivencia.
Esta hipótesis se apoya en la idea que sugiere que hay una relación entre el cáncer y el origen de los animales multicelulares, hace unos 600 millones años. Antes de ese momento, y durante miles de millones de años, la vida era básicamente unicelular. Una vez los organismos fueran multicelulares, la reproducción se complicó. La simple replicación ya no valía como método reproductivo y ésta tuvo que ser controlada debido a los efectos adversos que podía tener sobre el organismo.
Se cree que el cáncer dispara un mal funcionamiento de los genes que intentan contener esta replicación incontrolada. Pero estos dos astrobiólogos van más lejos y sostienen que el cáncer no está simplemente relacionado con la evolución animal, sino que es el animal más primitivo. Creen que estos organismos consiguieron eliminar el problema de una replicación sin control, pero que todavía les faltaba un control total sobre el crecimiento celular y su proliferación.
Esta hipótesis ayudaría a explicar las características inusuales de los tumores, como el que sean capaces de crear una red de vasos sanguíneos para suministrar nutrientes al tumor (angiogénesis), lo que sería una muestra de cooperación celular.
Lineweaver y Davies creen que la caja de herramientas genética en funcionamiento en los primeros animales está enterrada en el genoma de todos nosotros; y que aunque muchos genes vinieron después, un malfuncionamiento puede hacer que estos genes antiguos puedan volver a su función original.
Por tanto los tumores no serían una colección de células independientes (como las bacterias que de vez en cuando nos invaden) con un potencial infinito para evolucionar y resistir así a las terapias. Serían grupos de células que cooperarían entre sí y que descansarían sobre unas estrategias de supervivencia finitas que han estado bloqueadas durante 600 millones de años.
Las reacciones frente a esta hipótesis varían desde el entusiasmo al escepticismo. Según Carlo Maley, de la Universidad de California en San Francisco, "han hecho un puñado de predicciones interesantes". Mansi Srivastava, del Instituto Whitehead, dice que es una "metáfora imaginativa", pero que no hay pruebas que hagan creer que los primeros animales tenían la capacidad para desarrollar vasos sanguíneos. Lineweaver se defiende diciendo que en los primeros animales la angiogénesis tuvo que evolucionar a partir de algún tipo de proto-angiogénesis.
Según este investigador los perfiles genéticos podrán pronto poner a prueba a esta hipótesis y que las respuestas a los tratamientos del cáncer deben de estar correlacionadas con los perfiles de diferentes personas.











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