"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


domingo, 20 de marzo de 2011

Clasifican un centenar de nuevos líquenes


¿Qué es lo que hace interesante a un artículo de divulgación científica? Sin duda intervienen muchos factores y no sería muy difícil escribir uno sensacionalista que atraiga a la gente, aunque es siempre mejor mantener el rigor y simplemente intentar no aburrir al lector. Un factor importante a la hora de atraer es el tema tratado. No es lo mismo un resultado sobre neandertales que uno sobre un detalle técnico en alguna rama oscura de las Matemáticas. De este modo, hay temas que siempre quedan huérfanos y no salen a la luz para el público general por falta de gancho. Pero la misión de un divulgador es también tratar de rescatar esos temas que no cubren los medios de comunicación normales. Quizás un determinado tema no despierte muchas pasiones, pero si a alguien le ha parecido interesante habrá merecido la pena. Además siempre está el reto de intentar hacer sugestivo algo que a primera vista no lo parecía.

 Los líquenes son unos seres fascinantes pese a que en la vida cotidiana los solemos ignorar casi por completo. Primero aclaremos que se trata de una asociación simbiótica a nivel celular entre un hongo y un alga. El alga realiza la fotosíntesis y el hongo le proporciona las sales minerales que el alga necesita a partir de la roca y protección frente a la desecación y la radiación solar. El actor principal es el hongo que actúa como una suerte de agricultor cultivando algas. En esta simbiosis también participan bacterias, pero el papel de éstas todavía no está muy claro. Pese a ser la combinación de dos organismos (o tres), los botánicos los clasifican como si fueran una única especie. Y hay miles de especies de líquenes, tantas que no conocemos todas ellas.
Por esta asociación simbiótica mutualista han optado miles de especies de hongos de diversos tipos. Por parte del alga participan 40 géneros distintos, incluso algas cianofíceas o cianobacterias que se encargan de fijar el nitrógeno atmosférico. Algunas especies de hongos dependen ya tanto de su alga que no pueden vivir por separado. El hongo del liquen da lugar a un talo morfológico muy diferente a aquel que tiene cuando vive por separado y donde el alga se encuentra formando una capa bajo la protección del hongo. El talo puede ser de tipo crustáceo, folioso, fruticuloso o heteromórfico según la forma que adopta.

Los restos fósiles de líquenes son muy escasos. El registro fósil de la paleobotánica es bastante incompleto, pero se han hallado algunos restos fósiles de líquenes que vivieron hace mucho tiempo. Un ejemplar fósil de hace 400 millones de años, lo que le hace pertenecer por tanto al Devónico temprano, hallado en el yacimiento Rhynie chert se considera que es el más antiguo conocido de este grupo. Según una teoría controvertida no aceptada totalmente, los líquenes fueron los primeros en colonizar tierra firme.
Los líquenes son sin duda interesantes en cuanto a su resistencia. Los primeros seres en colonizar la roca desnuda en la actualidad, incluso el duro granito, son los líquenes y sólo al cabo de un tiempo pueden ya crecer briofitas como los musgos. Pero son capaces de crece sobre casi cualquier substrato si se les da tiempo, incluidos otros seres vivos o superficies de origen humano, como la carrocería abandonada de un automóvil. Fijémonos en un ejemplo ilustrativo.

El continente antártico no siempre estuvo donde está ahora y hace millones de años, cuando estaba en otras altitudes, estaba poblado por grandes plantas y animales, incluso por dinosaurios. Pero la fuerza de deriva continental empujó a la Antártida en una ruta suicida hacia el polo sur geográfico. Ahora allí los inviernos son una noche perpetua y la temperatura puede bajar hasta los 80 grados bajo cero en algún punto del interior. Todas esas formas de vida antigua desaparecieron de la Antártida hace mucho tiempo víctimas del frío. Sólo unos pocos pingüinos y algunos mamíferos pueden vivir en la costa alimentándose de la comida que proporciona el mar.
Pero en ese lugar tan inhóspito crecen los líquenes. Forman bosquecillos en miniatura que tardan miles de años en crecer. Ese mundo liliputiense es el último resto de vida macroscópica que vive del continente helado. A estos líquenes sólo les hace falta la roca desnuda y un corto y frío verano para sobrevivir.
Aunque si busca líquenes en la selva tropical o en el desierto también los encontrará. Incluso hay líquenes marinos en la zona intermareal de algunas costas. Son tan resistentes que durante una misión espacial se comprobó que dos especies de líquenes antárticos fueron capaces de sobrevivir en el espacio sin ningún tipo de protección.

No obstante, los mismos líquenes que son capaces de vivir de las rocas o en las condiciones gélidas de la Antártida no pueden resistir la contaminación atmosférica. En las ciudades contaminadas no crecen los líquenes, así que éstos son un buen indicador de la calidad del aire. Si en su pueblo o ciudad puede ver líquenes es que está respirando un aire razonablemente aceptable.
Si hace senderismo por el campo, montaña o bosque recuerde mirar atentamente a su alrededor, seguro que hay una multitud de especies de líquenes sobre las rocas, muros, árboles y ramas. Hay muchos, tantos que hace falta el trabajo de muchos investigadores para poder clasificarlos y descubrir nuevas especies.
Recientemente se publicó en Phytotaxa un monográfico en el que se mostraban las últimas 100 especies de líquenes en ser descubiertas. Se trata de un trabajo de colaboración internacional en el que han trabajado 102 especialistas del campo de 37 países. La ventaja de un trabajo tan masivo es que permite la descripción de muchas especies distintas bajo idénticos criterios.
Este trabajo también debería de llamarnos la atención sobre lo poco que conocemos el mundo natural. La taxonomía no es una materia muy popular y desconocemos muchas especies que comparten el planeta con nosotros. Muchas de esas especies están desapareciendo (generalmente por nuestra culpa) incluso antes de que sepamos que existen.
Hasta ahora se han identificado 1,4 millones de especies de animales. Se ha estimado recientemente que identificar al resto de animales costaría 263000 millones de dólares. Y eso sin contar las plantas y el resto de los seres vivos. Así que la taxonomía también sale cara.

Hay alrededor de 100000 especies fúngicas conocidas, entre las que se encuentran los 17500 líquenes, que ya han sido catalogadas. Pero se cree que debe haber millones por ser descubiertas para la ciencia.
H. Thorsten Lumbsch, del Field Museum, y Robert Lucking reclutaron 102 liquenólogos a lo largo de todo en mundo para este trabajo de investigación. Al parecer fue fácil contar con todos estos expertos para que colaboraran, pero, según bromea Lumbsch, fue más complicado hacer que cumplieran la fecha límite.
Los ejemplares descubiertos proceden por tanto de muchas partes del mundo. Algunos de los sitios son exóticos como las islas Isabela, Santa Cruz y San Cristobal en las Galápagos, que tantas reminiscencias darwnianas tienen, en donde algunas de las nuevas especies crecen en las laderas volcánicas.
Pero otros proceden de sitios más normales, incluida España. Uno de ellos se encontró en San Lorenzo de El Escorial, cerca de la silla de Felipe II y otros en Zamora, Valencia o las Islas Canarias. Seguro que allí donde vive usted todavía queda algún liquen por ser descubierto.

Presentan toda una variedad de color y texturas. Pruebe a sumergirse en las fotos que acompañan este texto, a caer en un mundo húmedo y primitivo, casi extraterrestre. Quizás pueda incluso viajar en el tiempo hasta un momento en el que sobre tierra firma no había ningún animal. Son especies nuevas para la Ciencia, algunos de ellas quizás ni siquiera habían sido vistos antes por ojo humano alguno. No son el bosón de Higgs, otro exoplaneta o un nuevo número primo Mersenne, pero la excitación por su descubrimiento seguro que es la misma para aquel que puede decir que fue el primero en darlos a conocer a la comunidad científica.
Pero este trabajo de clasificación no ha sido fácil porque las descripciones de especies ya catalogadas a veces son tan antiguas que es difícil comparar los ejemplares encontrados, sobre todo si tenemos en cuenta que los líquenes tampoco es que sean tan variados.
Un trabajo colaborativo como éste permite avanzar en el estudio taxonómico a la vez que demuestra a los biólogos que pueden obtener todo su justo reconocimiento aunque trabajen en un gran grupo.
Además, los frutos de este trabajo irán a la Encyclopedia of Life (sitio web de libre acceso) y a otras instituciones para el beneficio de expertos y de todo aquel que tenga curiosidad o amor por el mundo natural.

El trabajo necesitó un año para ser completado y hubiera sido imposible sin Internet, el correo electrónico y los modernos sistemas de comunicación, pero incluso sólo las comunicaciones a través de email consumían mucho tiempo según Lumbsch. "Me gustaría hacerlo de nuevo", dice, "pero primero hablaré con algunos especialistas para así aprender cómo podemos facilitar las comunicaciones sin que mi carpeta de correo se llene."
Un asunto como éste nos ha permitido hablar de los líquenes, de su resistencia y variedad, de simbiosis, de la deriva continental, de la biodiversidad y su conservación, de la contaminación, del conocimiento de la biosfera, del trabajo en colaboración en ciencia, de geografía y de los sistemas de comunicación modernos entre otras cosas. No está mal para un tema que prometía poco, así que quizás haya merecido la pena. Si en sus paseos por el monte o por el bosque ve a los líquenes de otro modo a partir de ahora entonces seguro que sí habrá merecido la pena.

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