"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


martes, 21 de junio de 2011

Los machos de lábrido castigan a las hembras que comen mucho


Los humanos imponen castigos a quienes incumplen las normas, y la intensidad del castigo suele depender de la gravedad de la infracción. Pero esta no es una característica exclusiva de los humanos. El sexo del lábrido limpiador azul (Labroides dimidiatus) viene determinado por lo que come. Cada ejemplar nace hembra, pero aquel que come más se convierte en el macho dominante, el cual castiga a aquellos peces de menor tamaño que hacen trampa y se comen no sólo los parásitos de su pez cliente sino también su carne.

Ahora un nuevo estudio internacional publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B aporta más información sobre lo que ocurre cuando los peces hembra comen más de lo que deben. Si una hembra consume demasiado alimento, su tamaño puede aumentar tanto que puede llegar a transformarse en otro macho que rivalice con el dominante.
Los autores, coordinados por el Instituto de Zoología de la Sociedad de Zoología de Londres (ZSL, Reino Unido), han descubierto que el comportamiento del macho depende del tamaño de sus hembras. Estos peces viven en grupos semejantes a un harén, formados con un macho dominante y hasta dieciséis hembras. Habitualmente el macho escoge a la hembra de más tamaño para realizar sus tareas de limpieza.
«Nuestro estudio muestra que el macho de lábrido limpiador azul es sensible al tamaño de sus hembras», explicó el primer firmante del trabajo, el Dr. Nichola Raihani de la ZSL. «Un motivo para mantener controlada a una hembra desobediente es impedir que coma demasiado y llegue a amenazar su condición de macho dominante en el arrecife.» Los limpiadores viven en arrecifes de coral de la región tropical indo-pacífica.
El estudio también ha permitido descubrir que los machos de lábrido limpiador azul distinguen entre fuentes de alimento de poco o mucho valor y que no dudan en castigar con más severidad a una hembra si se atreve a ahuyentar a un cliente de mucho valor.
¿Y de qué manera reaccionan las hembras? Ofreciendo un servicio más atento a los clientes de mucho valor. Los investigadores señalan que se trata del primer ejemplo no humano de castigo ajustado al tipo de delito, un comportamiento que favorece que el infractor modifique su comportamiento en función del posible castigo.
Señalan asimismo que los lábridos limpiadores se encuentran ante una disyuntiva similar al del «dilema del prisionero» (situaciones en las que de la cooperación y la confianza depende la obtención de más beneficios por encima del interés propio) cuando inspeccionan en pareja a clientes comunes. Sólo uno de los dos integrantes de la pareja sale beneficiado si hace trampa (mordiendo al cliente), mientras que el coste (la huida del cliente) afecta a los dos.
«Los lábridos limpiadores y los humanos puede que no tengan muchas características físicas en común, pero estos peces castigan a quienes hacen trampa de la misma manera que nosotros castigamos a quienes no respetan la ley», explicó el Dr. Raihani. «En ambas situaciones, un castigo más severo puede resultar más disuasorio de cara a prevenir futuros delitos.»
Los autores aseveran en el artículo lo siguiente: «Pese a los beneficios individuales de hacer trampa, al parecer los lábridos limpiadores encuentran una solución colaborativa a este dilema, principalmente porque las hembras cooperan más durante las inspecciones en pareja que durante las solitarias. Este aumento de la actitud cooperativa de las hembras se debe a que los machos castigan a las hembras que hacen trampa y ahuyentan a clientes comunes. El castigo consiste en una agresiva persecución tras espantar al cliente.» Cabe apuntar que las hembras no castigan a los machos.
Próximamente estos investigadores se proponen determinar los mecanismos por los que los lábridos limpiadores azules evalúan la manera en que las «fuerzas del mercado» influyen en la calidad del servicio prestado a las especies cliente.
En el estudio participaron especialistas de la Universidad de Zúrich y la Université de Neuchâtel (ambas en Suiza) y de la Universidad de Queensland.












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