"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


martes, 14 de junio de 2011

La tecnología define la soberanía mundial

FACTORES NO SÓLO ECONÓMICOS.
 
Las bases de la soberanía de un Estado ya no son el nivel de vida, el producto interior bruto o la capacidad exportadora. Ni siquiera su capacidad nuclear. El escenario mundial ha cambiado y son un pequeño grupo de tecnologías estratégicas las que aseguran la independencia real de las naciones. Pero la experiencia científica requerida para trabajar en estos campos y el volumen de las inversiones necesarias impedirán a muchos países permanecer en la carrera tecnológica. Por ello el lanzamiento de programas comunes a nivel europeo resulta indispensable. 

El nivel de vida, el producto interior bruto o la capacidad exportadora ya no garantizan la independencia y la soberanía de un Estado. Para poder existir en un mercado ultracompetitivo, que se ha convertido en mundial o global, un Estado debe poseer y desarrollar una excelencia tecnológica permanente en algunos campos cruciales y asegurarse sus suministros.


Esta capacidad de controlar los aspectos clave y las nuevas tecnologías va mucho más allá de la defensa y de la seguridad. Incluye también las tecnologías de la información, de la transmisión del saber, la robótica, las energías del futuro, las nanotecnologías, el genio genético, el medio ambiente y muchas otras actividades.

Es más, el desarrollo de estos sectores de vanguardia alimenta una potente corriente de creación de empleos de muy alto valor añadido y genera al mismo tiempo un aumento de la productividad.

En un mundo en evolución cada vez más rápida, es preciso superar el nivel de desarrollo de la investigación científica, de la política industrial o del liberalismo absoluto, y tomar conciencia de que los desafíos son culturales y sociales.

Ejemplo americano

Desde hace más de quince años, los americanos tienen una estrategia clara y perfectamente identificada. Invierten sin descanso en las tecnologías de la información, así como en el desarrollo del conocimiento y del saber, elementos que están en el núcleo de la potencia y de la independencia modernas.

Animados por su Estado, los industriales americanos no dudan en establecer alianzas y en comprar empresas, en el mundo entero, cuando quieren adquirir una tecnología, completar su experiencia o neutralizar a un competidor.

Tal como decía Joseph Nye, ex-presidente del National Intelligence Council, en un artículo de Foreign Affairs de 1996, el conocimiento que proporciona poder estratégico, el país que es el líder de la revolución de la información, será el más poderoso de todos. Y añadía como una evidencia: “está claro que dentro de un horizonte temporal razonable ese país será Estados Unidos”.

Es preciso constatar que Europa no ha sabido identificar estos campos tecnológicos clave cuyo control integral es indispensable, por lo que necesita políticas coherentes, coordinadas y ambiciosas, tanto a nivel de la Unión como de los Estados.

Cuestión de independencia

En el campo de la información y del conocimiento, Europa no ha sabido dotarse a tiempo de la independencia que había sabido mantener anteriormente en el terreno nuclear, en el aeronáutico y en el espacial.

Francia, que se había quedado atrás, ha decidido a través de su Primer Ministro lanzar una política pública que pretende movilizar las energías para poner en funcionamiento el concepto de Inteligencia Económica.

Esta acción voluntarista va a permitir, después de una fase de sensibilización y de la definición de nuestros campos esenciales, lanzar programas de formación y optimizar la vigilia tecnológica, industrial y competitiva.

Se trata de movilizar a las administraciones para ayudar a las empresas francesas a batirse en igualdad de condiciones con sus competidores. Esto supone el control y la protección de la información estratégica mediante la utilización de medios seguros de los que es preciso impulsar su realización y desarrollo.

Nueva mutación tecnológica

Pero una nueva mutación tecnológica se anuncia. Los próximos años verán la convergencia de las nanotecnologías, las biotecnologías, las tecnologías de la información y de las ciencias cognitivas.

La compenetración entre estos campos amplificará el impacto. La experiencia científica requerida para trabajar en ellos y el volumen de las inversiones necesarias impedirán a muchos países permanecer en la carrera tecnológica.

A pesar del dominio reconocido de los franceses en algunas de estas tecnologías, no podremos permanecer solos. El lanzamiento de programas comunes a nivel europeo resulta indispensable.

Hay que ser consciente de que si Europa no invierte masivamente, y de forma voluntarista, en el dominio de estos procesos indispensables para su crecimiento, su independencia será cuestionada y su soberanía quedará comprometida.

Imperativo europeo

El problema es convencer a nuestros socios de que la soberanía tecnológica es un imperativo absoluto para Europa, si quiere alcanzar la potencia y la credibilidad que le falta.

La preservación de la independencia europea exige una estrategia autónoma, generosa y no hegemónica, que le permita disponer de los medios necesarios para su propia seguridad.

En este contexto, Europa debe tener entre sus objetivos el asegurar la protección de las empresas europeas sensibles contra las tomas de control extranjero cuando entrañen dependencias tecnológicas que tengan como efecto la pérdida de sus capacidades de decisión.

Europa debe actuar en esta materia como lo hace Estados Unidos y adoptar las medidas legislativas y reguladoras correspondientes. Creo poder decir que medidas recientes como Galileo, el A 4000M, las tomas de posición sobre el ITER o el proyecto de Agencia Europea de Defensa, ponen en evidencia el nacimiento de un auténtico interés general comunitario.

Nueva base industrial

Este interés debe orientarse al mantenimiento de una base industrial europea fuerte y competitiva a través, principalmente, del desarrollo de la investigación científica, de la evaluación y la preservación de los conocimientos, que son los únicos que pueden garantizar la independencia tecnológica, base de una real independencia política.

Esto es lo que permitirá a Europa comportarse con los Estados Unidos como socio solidario, respetado y autónomo, al mismo tiempo que estando dispuesto a la competencia multipolar con otras potencias en el respeto de un equilibrio multilateral y de una ética pacífica.













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