"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


martes, 26 de julio de 2011

El genio está en los genes


A los cuatro años ya había leído los cuatro tomos de Harry Potter y toda la colección «Barco de Vapor», recomendada a partir de los doce años, y escribe correctamente desde los cinco.

Carmela tiene once años y estudia 5º de Primaria. Afortunadamente, al poco de llegar al colegio -el San Estanislao de Kostka (SEK), de Madrid- la psicóloga llamó a sus padres y les pidió autorización para hacerle las pruebas de identificación de la superdotación o de las altas capacidades. «Tenía un nivel altísimo -dice Judith, su madre- y no había lugar a engaño».
Mientras esperamos a que Carmela salga de clase, su madre recuerda cómo fueron conscientes de que su hija tenía una «inteligencia y creatividad por encima de los demás niños». Dice que ese privilegio está en los genes. «Toda la familia leía a los dos años», dice Judith, al tiempo que lucera: «Mi padre y mi abuelo fueron premios fin de carrera de Medicina y de Políticas y yo a los dos años y medio me leía a Mortadelo y Filemón». Pero, «no se nos identificó. Éramos sólo niños precoces. Y lo que es peor, los demás nos consideraban como el repelente niño Vicente». Este no es el caso de su hija, identificada a tiempo y bien orientada.
«Carmela comenzó a hablar correctamente pero, al contrario de la lectura, no lo hizo a edad temprana porque sabía que no necesitaba el lenguaje oral para hacerse entender. Eso sí, lo hizo de manera fluida desde el principio», asegura Judith. Como ejemplo recuerda como un día le sorprendió con la frase «¡Qué contenta estoy hoy, dijo Paco Pico!» o repitiendo de corrido el abecedario. La había aprendido en un libro que le hizo comprar a su madre en unos grandes almacenes.
En este momento de la conversación, gritos y risas infantiles anuncian la llegada de Carmela que, de inmediato, se integra en el diálogo. Es una niña menuda, simpática y dicharachera, de risa contagiosa y con capacidad de liderazgo.
¿Te molesta que te llamen superdotada? «Al principio, sí -responde- pero ahora, no. ¿Por qué me va a molestar si es lo que soy?».
En esta adaptación, tal vez tiene mucho que ver la formación que recibe en el «Programa Estrella», pionero en España, que la institución SEK instauró hace 17 años en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid para dar respuesta a las necesidades de escolares como Carmela y a sus familias. Tras esta iniciativa, organismos públicos y privados han extendido otras similares.
Luz Pérez, profesora titular de Psicología Evolutiva en la Facultad de Educación de la Complutense e impulsora del programa, señala que «estos alumnos aceptan su condición con normalidad y se relacionan con los demás sin problemas». Sus palabras lo confirman: «Yo me lo paso muy bien aquí porque no soy la más lista», comentaba una alumna de 2º de la ESO a un chico de su misma edad. Y ésta fue su respuesta: «A mí me gusta venir porque puedo decir lo que quiero y nadie me llama empollón».
Se consideran superdotados a quienes cuentan «con un coeficiente intelectual superior a 130» y muestran un nivel de rendimiento intelectual superior al resto en un amplio abanico de aptitudes y capacidades. A las personas con un cociente de entre 120 y 130 y con talento en determinadas áreas se les incluye dentro del grupo de altas capacidades. Los expertos suelen hablar más de altas capacidades aunque el lenguaje coloquial engloba a todos bajo al denominación de superdotados.
Las leyes educativas les otorgan un tratamiento específico como alumnos con necesidades educativas especiales y les permiten sobrepasar tres cursos en la enseñanza obligatoria y uno en la no obligatoria.
Carmela sigue el que le corresponde y tiene un horario que, para un niño de su edad, parece exhaustivo. «Voy a mi curso -dice-, hay algunas cosas que me cuestan un poco más. Estudio menos y saco las mismas notas. Con 20 minutos tengo suficiente para hacer los deberes».
Además, hace cine -series de televisión y películas-, monta a caballo, toca el violonchelo, canta en el coro y forma parte del grupo de teatro del colegio. Y, por si fuera poco, cada semana asiste al mencionado programa del SEK, donde se familiariza con la astrofísica, la informática o los juegos de la mente. «La tenemos sobrecargada -explica su madre- porque hasta hace poco no necesitaba aprender. Y, cuando el nivel va subiendo, nos encontramos con la falta de disciplina de estudio».
La vocación artística de Carmela todavía no está asentada. «Quiero estudiar arte dramático o biología marina», porque «el cine me divierte mucho. Y hasta un día me olvidé de que estaba delante de una cámara y otro escribí un guión. Pero, el mar me parece apasionante».
Mientras, aprende a llenar ese tiempo que a la mayoría les falta y a ella le sobra, y a descubrir esas pequeñas cosas de la vida como «saber qué zapatos debe ponerse en cada momento y cómo atárselos bien». Por encima de todo, es una niña feliz.













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