"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


jueves, 12 de abril de 2012

Evolución puntuada en el algodón


En la teoría evolutiva hay dos tendencias. Por un lado están los gradualistas que creen que los cambios se producen muy lentamente y nunca se dan sorpresas. Pero por otro lado están los del equilibrio puntuado, según ellos lo que en realidad ocurre es que hay largos periodos de estasis y de vez en cuando se producen saltos evolutivos. Uno de los principales proponentes de este equilibrio puntuado fue Stephem J. Gould, gran divulgador por otra parte y autor de numerosos libros sobre evolución y Paleontología. Gould se basó para proponer su teoría en el registro fósil, pues en algunos casos parece que se produce precisamente ese equilibrio puntuado: secuencias de fósiles casi iguales y súbitamente aparecían nuevas formas.

Lo malo del registro fósil es que es incompleto. Podemos utilizar una metáfora en la que tenemos una película de cine que representa la evolución de una especie. Ésta es "muestreada" con sólo unos pocos fotogramas tomados al azar que representan los fósiles que ha dejado en el registro fósil. Es fácil justificar ambas concepciones de la evolución basándose solamente en el registro fósil.
Naturalmente siempre podemos ser optimistas y pensar que la civilización humana durará unos cuantos millones de años y ver con nuestros propios ojos cómo opera la evolución. Sería un proyecto científico muy aburrido, pero efectivo, sobre todo si no liquidamos cualquier otra forma de vida en este mundo.
Sin embargo, aunque no podemos ver cómo un ratón se transforma en un elefante en unos pocos años, quizás sí podamos ver cambios drásticos puntuados en el genoma de alguna especie si contamos con muestras antiguas y modernas. Esto es lo que precisamente ha pasado con algunas plantas de interés agrícola. La agricultura tiene sólo unos 10.000 años, pero gracias a que los humanos hemos atesorado semillas durante este tiempo algunas han sobrevivido en yacimientos arqueológicos.
Robin Allaby, de la Universidad de Warwick, ha analizado los genomas de varias plantas de algodón a través de sus semillas. Unas semillas tienen 1600 años y proceden de plantas domesticadas por los egipcios de esa época en el Nilo alto, en lo que hoy es Qasr Ibrim al este del algo Nasser, a 40 km de Abu Simbel y 70 km de las fronteras del actual Sudán. Estas semillas constituirían las primeras pruebas directas de evolución puntuada en uno de los principales grupos de plantas con una historia de domesticación corta.
El estudio se basa en una comparativa entre estas semillas y otras más modernas de la misma región del mundo, así como en la comparativa de semillas procedentes de Sudámerica (en lo que hoy es Perú y Brasil) de 800 y 4000 años de antigüedad.
Aunque estas plantas de algodón a nivel morfológico se parecen entre sí, a nivel genético pueden llegar a ser muy distintas. Así por ejemplo este investigador ha encontrado una gran reorganización genética en el caso del algodón egipcio, algo que se ha dado en sólo 1600 años, mientras que en el caso sudamericanos no se ha dado tal reorganización, presentando genomas muy similares pese a los 3000 años de diferencia y 2000 km de distancia.
Esto apuntaría a que en el caso del algodón egipcio se dio un cambio saltacional, un proceso de rápidos cambios genéticos en algún momento o durante esos 1600 años, tiempo que es un instante desde el punto de vista evolutivo. Mientras que el caso sudamericano sería un caso de estasis evolutiva en la que casi no se han dado cambios.
La posibilidad de que los egipcios importaran más tarde algodón de otras regiones, como India, y que los cambios genéticos se debieran a eso quedó descartada gracias al análisis de plantas de algodón de esa otra región. El algodón egipcio sería por tanto una domesticación del algodón africano y no habría habido importaciones de cultivos de India, en donde se habría domesticado por separado.
Según este investigador las plantas localizadas en ciertas áreas pueden desarrollar rápidamente genes que potencialmente les den una mejor adaptación y les permitan soportar mejor el estrés en duras. Puede que estos cambios del algodón egipcio fueran una respuesta a las condiciones climáticas de elevado calor y escasez de agua de la región.
Este tipo de investigación puede ser además útil para el desarrollo de nuevos cultivos que toleren mejor las condiciones adversas, sobre todo con el cambio climático en el que ya estamos inmersos y que por ejemplo hará que el agua no sea abundante en ciertas regiones del globo. La Arqueología y la Genética nos podrían guiar en este sentido.




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