"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


sábado, 25 de septiembre de 2010

Los niños sí que ven el mundo de otra manera

Según una investigación realizada recientemente en el Reino Unido, los niños y los adultos procesan la información visual de manera distinta y, por consiguiente, no perciben igual el mundo que les rodea. La conclusión del estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), es que los niños de hasta doce años de edad no combinan la información sensorial del mismo modo que los adultos.

La investigación fue llevada a cabo por científicos del University College de Londres (UCL) y del Birkbeck College de la Universidad de Londres. El primer firmante del artículo, el Dr. Marko Nardini del Instituto de Oftalmología del UCL, lo explica así: «Para dar sentido a nuestro entorno, nos basamos en muchas clases distintas de información. Al combinar la información facilitada por varios sentidos se puede determinar qué es lo que nos rodea con mayor precisión que si sólo utilizamos cualquiera de los sentidos por separado.»
Lo mismo ocurre cuando se reciben tipos distintos de información a través de un solo sentido. «En el caso de la visión», explicó el Dr. Nardini, «hay varias formas de captar la profundidad. Al ver una película normal, la profundidad se hace evidente gracias a la perspectiva, por ejemplo si se muestra la imagen de un pasillo largo. En este caso la profundidad se percibe incluso cerrando un ojo. Al ver una película en 3D, y en la vida cotidiana, el cerebro recibe información binocular sobre la profundidad gracias a las diferencias que existen entre las imágenes captadas por cada ojo.»
La capacidad para integrar la información sensorial resulta útil, ya que reduce la incertidumbre a la hora de interpretar el entorno. Pero no se trata de una capacidad innata. El Dr. Nardini y sus colaboradores se centraron en el procesamiento de la información visual y analizaron de qué forma niños y adultos combinan la perspectiva y la percepción binocular de la profundidad.
Para ello realizaron un primer experimento en el que un grupo de niños y adultos con gafas 3D tenían que observar dos superficies inclinadas para compararlas, basándose en la perspectiva y la información binocular por separado y en combinación, y decidir cuál de ellas era más plana. En general los adultos eran más precisos al utilizar una combinación de los dos tipos de información. Los investigadores estimaron que la capacidad de emplear simultáneamente los dos tipos de información sobre la profundidad no se desarrolla hasta cerca de los 12 años.
Otro de los autores del estudio es el profesor Denis Mareschal, del Centro de Desarrollo Cerebral y Cognitivo del Birkbeck College. En su opinión, «los niños pequeños tienen que aprender la relación que los distintos sentidos guardan entre sí y también con el entorno. En el transcurso de su desarrollo, su cerebro asimila gradualmente la relación que existe entre los distintos tipos de información sensorial y determina qué elementos están asociados y de qué manera. En los niños puede ser una cuestión de adaptación el hecho de no integrar la información hasta que no han aprendido dichas relaciones, por ejemplo entre la visión y el oído o entre la perspectiva y la información visual de cada ojo.»
Ciertamente, la capacidad de unir las piezas del rompecabezas de los sentidos puede tener un precio. Al adquirirla, los adultos pueden perder la capacidad de distinguir los distintos elementos informativos que componen la percepción del entorno, sobre todo dentro de un mismo sentido. Éste es un fenomeno denominado «fusión sensorial».
Los autores llevaron a cabo otro experimento que consistía en emplear unos discos especiales en 3D en los que la perspectiva y la información binocular no siempre coincidían. Esta vez, los niños de seis años supieron distinguir mejor que los adultos las diferencias en la inclinación de los discos.
Así pues, al parecer los niños sí que ven el mundo de otra manera. El equipo se propone ahora ampliar el estudio con imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional (RMf) para analizar los cambios cerebrales que se producen a medida que los niños desarrollan la capacidad de combinar la información visual.






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