"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


martes, 30 de noviembre de 2010

Las comidas sabrosas reducen el estrés


El placer producido por la comida sabrosa o por el sexo reducen los efectos perniciosos del estrés en ratas de laboratorio.

Describamos una situación determinada. Usted llega tarde a casa después de una jornada laboral miserable en la que ha odiado, una vez más, su trabajo. Viene estresado y, pese a que su ocupación habitual es más bien sedentaria y no consume muchas calorías, se prepara una buena cena. Pero un rato después no puede quitarse las preocupaciones de la cabeza y, pese a que no tiene hambre, va a la cocina a devorar un flan, un helado o cualquier otro producto que le guste. Quizás en ese momento, además de darse cuenta de que todo trabajo es una cárcel física y mental, sea consciente de que está usando la comida como si fuera un ansiolítico, echando a perder, otra vez, su dieta.
Resulta que, según un estudio, este comportamiento tiene una base biológica. Una actividad que proporciona placer como es la comida o el sexo (seguimos siendo animales muy básicos) reduce el estrés mediante la inhibición de las respuestas de ansiedad del cerebro. Además, esta reducción del efecto del estrés se prolonga a lo largo de varios días, lo que sugiere un beneficio a largo plazo. Al menos así se afirma en este estudio.
El hallazgo ha sido realizado por Yvonne Ulrich-Lai de la Universidad de Cincinnati y sus colaboradores y ha sido publicado en PNAS hace unos días.
En los experimentos se administró a ratas de laboratorio una disolución azucarada (de sacarosa) dos veces al día durante dos semanas y se estudio su comportamiento y respuesta al estrés. Comparadas con las ratas del grupo de control, a las que no se les administró esa disolución, exhibían un ritmo cardíaco más reducido y sus niveles de hormonas de estrés también eran menores. Además, estaban más dispuestas a explorar ambientes no familiares y a interaccionar socialmente con otras ratas.
La situación de estrés provocada se conseguía introduciendo a las ratas en "tubos de restricción", aunque ventilados para que no se asfixiaran.
A las ratas a las que se les administró una disolución de sacarina en lugar de azúcar mostraron un comportamiento similar, mientras que a las que se les administró una disolución azucarada directamente en el estómago no manifestaron ese tipo de respuestas. Esto significaría que el comportamiento observado dependería de la sensación de placer obtenida y no de las calorías obtenidas o de la nutrición conseguida.
Este punto se vio confirmado con un grupo de ratas a las que les dio acceso a parejas sexuales receptivas. En este caso también había una respuesta reducida al estrés.
La respuesta psicológica al estrés incluye la activación del eje hipotalamo-pituitaria-adrenocortical (HPA), que es regulado por una estructura cerebral denominada amígdala basolateral. Los investigadores descubrieron que las ratas expuestas a actividades placenteras, como a una comida sabrosa o al sexo, experimentan una respuesta más débil del eje HPA frente al estrés.
También descubrieron que una lesión sobre la amígdala basolateral (es de suponer que provocada por los investigadores) impide una reducción de estrés debida al azúcar, lo que sugiere que es necesario que exista actividad neuronal en esta región cerebral para que se dé el efecto descrito.
Según Ulrich-Lai la investigación habría identificado los circuitos neuronales claves subyacentes al efecto de confort que proporciona la comida.
Se necesitan más investigaciones, pero la identificación de estos circuitos podría proporcionar estrategias potenciales para prevenir la obesidad y otros desórdenes metabólicos, según Ulrich-Lai.
Puede que la epidemia de obesidad que padecemos en el "mundo civilizado" se deba en parte a este efecto y a la vida estresante que llevamos (o bien a la escasez de parejas sexuales receptivas).
Lo malo es que saber todo esto y seguir utilizando la comida como ansiolítico probablemente cause cierto estrés debido al complejo de culpabilidad de ingerir unas calorías que no necesitamos.
Quizás la mejor manera de estar delgado sea, simplemente, ser más feliz.





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