Carta abierta a Cristina Fernández de Kirchner
La presidenta que podría ser
Por Marcos Aguinis | LA NACION
Usted es una de las figuras políticas nacionales con mayor potencia
interna en el mundo, sólo superada por los dictadores. Es cierto que aún
no se le puede endilgar la ofensa de dictadora, pese a su temperamento
autoritario: las instituciones republicanas siguen respirando, aunque
muy debilitadas. Tampoco se le puede
quitar legitimidad a su puesto. Es casi omnipotente. Habla como los
dioses. Sus discursos podrían ser material de aprendizaje para los
maestros de oratoria. Alterna informaciones eruditas con bromas y
preguntas. Puede mantener la atención de su audiencia por varias horas.
Es mujer. Es bonita. No es genio pero sí muy inteligente. Está provista
de una larga y envidiable experiencia como legisladora. Cursó Derecho.
Conoce a fondo una de las provincias más periféricas del país y conoce a
fondo el poder central. Tiene mayoría absoluta en ambas cámaras del
Congreso. Los gobernadores -sin excepción- se inclinan respetuosos y
casi mudos. El Poder Judicial tiembla ante su humor. Hasta los
intendentes sembrados desde La Quiaca hasta Ushuaia quieren recibir su
ternura. Controla al partido político mayoritario con simples ademanes.
Los empresarios se le arrodillan. Los gremialistas le tienen miedo. La
prensa independiente u "opositora" mide sus palabras y busca equilibrios
para no excederse.
Y paro aquí.
Llenaría este artículo con
la pormenorizada descripción de sus cualidades y sus recursos. Pero mi
propósito es otro. Explicarle la frustración que sentimos la mitad de
los argentinos -cada día somos más- por no desempeñarse usted como la
presidenta que podría ser.
No estimo que necesite datos. Puede
convocar a quienes desee -pero que no se limiten a regalarle mentirosos
elogios- para que le expongan verdades sobre la situación a la que nos
arrastra su política. Está mal asesorada, señora. Está mal asesorada por
personas que considera leales y visionarias. Pero no tienen las luces
de una buena memoria que les recuerde algo simple: sus medidas ya fueron
usadas y, tarde o temprano, acaban en el desastre.
Peronistas y
antiperonistas elogian el segundo y muy breve gobierno de Juan Perón.
Están equivocados. Deberían aprender del último tramo del primer
gobierno. En el año 1950 -que recordamos como el Año del Libertador San
Martín-, empezó a mostrar fallas el modelo que se había puesto en vigor y
que usted ahora conduce. El exceso de controles, la represión a la
prensa, el desprecio a la oposición, dividir el pueblo entre leales y
contreras, el clientelismo impúdico, la manipulación de los sindicatos,
el despilfarro de las reservas y las estatizaciones (que aumentan la
burocracia, la ineficiencia y el déficit) nublaron las grandes
realizaciones del Perón y Evita de los primeros años. Ese presidente
Perón, antes de su caída, comprendió parte de sus errores y volvió a
mejorar la situación económica. Lo comprendió mejor al regresar de
España, es cierto. Pero sería justo recordar que su mente ágil y pícara
supo que debía hacer un giro importante ya antes de 1955. Por eso
disminuyó los controles y permitió que los líderes opositores tuvieran
acceso a los medios masivos de comunicación. Le reportó extendida
gratitud que por primera vez en muchos años hablasen por la cadena
nacional políticos como Arturo Frondizi y Solano Lima. Pero más notable
fue otra decisión. Se pretende borrarla porque choca con el
patrioterismo infantil que intoxica las neuronas argentinas. El
presidente Perón negoció nuestro petróleo con la California Petroleum
Co. Sabía que necesitaba una caudalosa inversión extranjera. No
alcanzaban los vacuos gritos de soberanía ni en su boca. Perón, que
había sido proclamado en la casa histórica de Tucumán como Libertador
económico de la Argentina, no era un vendepatria. Ese proyecto fue
llevado a cabo más adelante por Arturo Frondizi.
Frondizi fue un
estadista ejemplar. Tuvo el coraje de poner a un lado concepciones
arcaicas y subirse a un genuino tren progresista. Es decir, un
progresismo que trae progreso de verdad, no sólo discursos. En brevísimo
tiempo consiguió el autoabastecimiento. En otras palabras, consiguió
una soberanía económica que no se basaba en agresiones estériles,
expropiaciones ni aumento de la desconfianza internacional. Otra de sus
medidas estratégicas fue la libertad de enseñanza, que los
"progresistas" de entonces condenaron. Estimuló una industrialización
acelerada con medidas que daban vértigo, pero que estaban respaldadas
por la majestad e independencia del Poder Judicial. La Argentina volvió a
recuperar un dinamismo olvidado y convertirse de nuevo en un país
relevante y esperanzador.
Usted, señora Presidenta, puede hacer lo
mismo e incluso más. Bastaría repasar sus éxitos y fracasos que sólo los
ciegos no ven. Le diría que debe comenzar con las tres medidas que tomó
el mismo Perón antes de su exilio. Pero puede -y debería- añadir otras.
La Argentina que ahora gobierna con todas las plenipotencias no es la
de 1955. Desde esa época hasta hoy la decadencia ha sido permanente.
Hemos disfrutado breves momentos de recuperación, es cierto, pero no
alcanzan. Las toxinas patrioteras, falsamente progresistas, que nunca
pueden terminar con la pobreza y embriagan mediante consignas estériles,
deben ser atacadas a fondo. Usted lo puede hacer.
Es un buen
ejercicio comparar la sociedad con el cuerpo humano. Incluso con la
supervivencia de todos los seres vivos. Nos sostiene un equilibrio
misterioso. En su caso, señora, es obvio que debe reemplazar la ausencia
de tiroides con una medicación. Pero no se podría vivir bien con una
pastilla para despertar y otra para dormir, una para tener hambre y otra
para estar saciado, una para ingerir líquidos y otra para dejar de
beber, una para estar alegre y otra para estar sereno, una para acelerar
la actividad hepática y otra para disminuirla. Y así sucesivamente en
todos los órdenes de la existencia. Sería peor que la más asfixiante de
las prisiones. Sin embargo, es lo que su gobierno pretende hacer con la
nación argentina. Control sobre todo, todos y todas. Prisión con
guardianes sádicos. Igual que los fascismos clásicos de derecha o
izquierda (Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Castro). Guillermo Moreno fue
elogiado por usted como el mejor de sus funcionarios porque es un
obsesivo del control. Un control que recuerda a los fanáticos de la
Inquisición o de la Sharia. ¿No se dio cuenta de que es el hombre más
detestado del país, e incluso fuera del país?
También usted anhela
controlar los pocos medios de comunicación independientes que aún
funcionan pese a la discriminación de la pauta oficial. ¿Para qué? ¿No
ganó las elecciones con el 54% de los sufragios pese a esos medios? ¿En
qué le han disminuido su poder? Un análisis objetivo -los análisis
objetivos son dolorosos- diagnosticaría que la rápida pérdida que ahora
sufre su imagen se debe a sus propias acciones, no a los medios de
comunicación.
Fíjese, por favor. Las impugnaciones a su
enriquecimiento ya quedaron en el pasado. Puede estar tranquila con la
fortuna acumulada. ¡Entonces no permita más corrupción! Haga como Dilma
Rousseff, que echó a cinco ministros y con esa medida ejemplar puso
límites a toda la suciedad que enloda la entera pirámide del Estado.
Deje que la Justicia sea independiente. ¡Independiente de verdad! Que
juzgue como es debido a Boudou, a Schoklender, a la Fundación de las
Madres de Plaza de Mayo, a legisladores, gobernadores, intendentes,
legisladores y demás funcionarios que confunden los votos obtenidos con
garantías a su impunidad. Que la Corte Suprema deje de parecer un gnomo
golpeado, porque ni siquiera ha conseguido reponer el fiscal de Santa
Cruz.
¿Le parece que una democracia respetable puede aceptar que
grupos de matones enmascarados se vuelquen a la calle, agredan embajadas
y hasta hieran a las fuerzas de seguridad? ¿No deberían ser arrestados,
desenmascarados y sancionados? ¿Desde cuándo en una democracia se
tolera el encubrimiento de la identidad?
¿Le parece que los piquetes
tienen derecho a continuar con su diaria diversión de bloquear las
rutas para destruir la jornada laboral de centenares de miles de
argentinos? ¿No es hora en que su poder, señora Presidenta, hiciera
saber que usted gobierna para todos, no para transgresores de pacotilla?
¿No le preocupa el aumento del enojo social? Ha comenzado una guerra de
pobres contra pobres. Basta registrar lo que sucede en los medios de
transporte. Esto es como un volcán que despierta. ¡Cuidado por ahí!
Sabe mejor que nadie cuántos chanchullos se han cocinado en la
privatización y ahora en la nacionalización de YPF. Sabe que el objetivo
de su última medida es de corto plazo, para mejorar su imagen mediante
las hogueras del patrioterismo y engordar la debilitada caja (si la
engorda). Sabe que su gesto se parece al de Galtieri invadiendo las
Malvinas y Rodríguez Saá proclamando el default . Ambos fueron
aplaudidos. Pero después nadie aceptó haberlos apoyado. ¿Qué espera en
el futuro?
Observe cómo se procede en países como Australia o
Canadá. Allí no hay Morenos ni Quebrachos ni piquetes ni corruptos en
cargos públicos ni subsidios clientelares ni locas medidas de corto
plazo. Piénselo. No se recluya en el falso argumento "destituyente". Por
ahora la oposición no le hace sombra. Si usted se convirtiera en la
presidenta que podría ser, tiene la oportunidad de pasar a la historia
como alguien que hizo mucho más que llevarnos al abismo.
La Nacion
Muy bueno Adri, muchas gracias.
ResponderEliminarManuel
Diario La Nación, toda una historia por detrás de este diario que no asombra a quienes leen entrelíneas, entrecerrando los ojos ante el ataque de cuervos
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