Los estudios corresponden al proyecto
'CASA, Clima de Antártica y Sudamérica',
que realizan los investigadores del Instituto de Cambio Climático
de la Universidad de Maine, EE.UU; el Instituto Antártico Chileno
(INACh) y la Universidad Rio Grande do Sul, de Brasil.
"La presencia de trazas de uranio que precipitaron sobre el continente antártico en 1995 es uno de los secretos develados por un trozo de hielo en forma cilíndrica que fue extraído desde una profundidad de 133 metros", aseguran los científicos en una nota de prensa.
La investigación comenzó en noviembre de 2007, cuando extrajeron un testigo de hielo en la meseta Detroit, al norte de la península antártica y a 1.930 metros de altura sobre el nivel del mar. Para el geofísico y glaciólogo del INACh, Ricardo Jaña, un testigo de hielo constituye un muy buen registro del pasado climático de la zona, que está expuesta a los procesos de cambio climático que vive el planeta.
A comienzos del 2009, investigadores de la Universidad de Washington informaron de que la temperatura de la Antártida aumentó 0,5 grados entre 1957 y 2006.
Asimismo, desde la llamada revolución industrial el promedio global de aumento de la temperatura en la Tierra ha sido de 0,6 grados. Según Jaña, la evidencia científica que proporcionan los testigos de hielo 'es contundente', y es informativa en cuanto a una serie de fenómenos relacionadas con la dinámica del clima.
Aseguró que el registro ambiental contenido en los testigos de hielo (trozos) cubre años del pasado que no están registrados en las lecturas instrumentales de observatorios que han sido instalados en diversas partes del mundo. "En la Antártica, los datos más antiguos climáticos son de 60 años atrás, cuando se instalaron las primeras bases", ha recalcado.
Además explica que el análisis de estas muestras involucró un trabajo lento y de largo aliento y que expertos de glacioquímica del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine han "desmenuzado" las partes por millón, por billón y ahora por cuatrillón de elementos trazas. "Haciendo un número grande de mediciones en cantidades tan pequeñas se logró detectar la presencia de trazas de uranio que, de acuerdo con el nivel en que se encuentra, coincide con un año cuando en Australia aumentó la producción de uranio", detalla el investigador chileno.
La hipótesis plantea que el material particulado generado por esta actividad minera fue arrastrado por el viento y siguió la trayectoria de la circulación atmosférica similar al sentido de las agujas del reloj hasta llegar y precipitar en la zona de la meseta Detroit.
"La presencia de trazas de uranio que precipitaron sobre el continente antártico en 1995 es uno de los secretos develados por un trozo de hielo en forma cilíndrica que fue extraído desde una profundidad de 133 metros", aseguran los científicos en una nota de prensa.
La investigación comenzó en noviembre de 2007, cuando extrajeron un testigo de hielo en la meseta Detroit, al norte de la península antártica y a 1.930 metros de altura sobre el nivel del mar. Para el geofísico y glaciólogo del INACh, Ricardo Jaña, un testigo de hielo constituye un muy buen registro del pasado climático de la zona, que está expuesta a los procesos de cambio climático que vive el planeta.
A comienzos del 2009, investigadores de la Universidad de Washington informaron de que la temperatura de la Antártida aumentó 0,5 grados entre 1957 y 2006.
Asimismo, desde la llamada revolución industrial el promedio global de aumento de la temperatura en la Tierra ha sido de 0,6 grados. Según Jaña, la evidencia científica que proporcionan los testigos de hielo 'es contundente', y es informativa en cuanto a una serie de fenómenos relacionadas con la dinámica del clima.
Aseguró que el registro ambiental contenido en los testigos de hielo (trozos) cubre años del pasado que no están registrados en las lecturas instrumentales de observatorios que han sido instalados en diversas partes del mundo. "En la Antártica, los datos más antiguos climáticos son de 60 años atrás, cuando se instalaron las primeras bases", ha recalcado.
Además explica que el análisis de estas muestras involucró un trabajo lento y de largo aliento y que expertos de glacioquímica del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine han "desmenuzado" las partes por millón, por billón y ahora por cuatrillón de elementos trazas. "Haciendo un número grande de mediciones en cantidades tan pequeñas se logró detectar la presencia de trazas de uranio que, de acuerdo con el nivel en que se encuentra, coincide con un año cuando en Australia aumentó la producción de uranio", detalla el investigador chileno.
La hipótesis plantea que el material particulado generado por esta actividad minera fue arrastrado por el viento y siguió la trayectoria de la circulación atmosférica similar al sentido de las agujas del reloj hasta llegar y precipitar en la zona de la meseta Detroit.
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