"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


domingo, 20 de mayo de 2012

Argentina: Psicoanálisis y política






Argentina está considerado el país con el mayor número de psiquiatras y psicoanalistas per cápita del mundo; un dato meramente estadístico que responde a la realidad concreta del país y se traduce en la actitud de sus políticos. El psicoanálisis se basa en la búsqueda de la razón o sentido del inconsciente, de tal manera que el simple comportamiento habitual o corriente puede ser analizado para dilucidar la forma de actuación de nuestro inconsciente. La política argentina Post-Peronista (en sentido meramente cronológico, pues el movimiento peronista es una constante en el país) tiene su origen en este aspecto de la sociedad argentina, lo cual, por su cercanía, le ha provisto de una cierta continuidad en la Casa Rosada, la residencia presidencial de La Plata.

Enraizados dentro del movimiento peronista se encuentran las últimas legislaturas y juras argentinas, monopolizadas por la familia Kirchner. Sobre Néstor Kirchner, patriarca familiar, elevado a los altares tras su muerte, se ha escrito mucho, y su política, al igual que la continuación por parte de su esposa, se basan en lo que podría ser considerado el “carpe diem político” al inspirarse en la vía psicoanalítica, pero no a nivel personal o médico, sino a nivel estatal y político. Los Kirchner psicoanalizan el inconsciente colectivo argentino (aunque se trate de una ficción considerar que la masa poblacional de un estado pueda tener un inconsciente propio) para dilucidad qué es lo que Argentina, como ente consciente, quiere o precisa en un momento concreto; y actuar en consecuencia.

Esta circunstancia hace que la política argentina sea frecuentemente tachada de “inestable” o cuanto menos inconsistente. La deriva ideológica de los Kirchner ha dado muchos cambios a lo  largo de los últimos años, y lo que en los 90, con el proceso privatizador de YPF y otras empresas argentinas se veía como una necesidad, tintada con matices neoliberales como es cualquier privatización; a día de hoy da un giro de 180 grados al realizar la nacionalización por “interés nacional”. Este cambio político-ideológico atiende a esta concepción de la política, y el año 2000, junto con el corralito, marca el cambio de rumbo de Argentina. El que pretendía ser un país moderno latinoamericano se topó con una serie de “fallos estructurales” en el tejido industrial y económico estatal, pues si bien las privatizaciones supusieron un ingreso de cash flow  a las arcas del estado, determinaron la dependencia económica extranjera, tanto a nivel industrial como económica; lo que se tradujo en los planes de ajuste del FMI. La mala gestión durante la era Medem de los recursos puso a Argentina en una situación de ahogamiento financiero, ya que las deudas y la falta de liquidez estatal, así como las obligaciones con el FMI, supusieron una devaluación sin precedentes del peso y el aumento de la pobreza y la precariedad generalizada a todo el país.

La situación económica del país supuso un puente de plata para la llegada al poder de Néstor Kirchner, y su distanciamiento del FMI, así como el reavivamiento del nacionalismo argentino (tesis fundamental del peronismo más clásico) determinó las bases de lo que parecía ser una recuperación económica viable; basándose en una política económica extremadamente proteccionista, de un marcado corte de izquierdas.

Lo que se vino en llamar el “milagro económico argentino” parecía ser una constante de crecimiento, y la gestión durante el primer mandato de Cristina Fernández avalaba la continuidad en el modelo político iniciado por su marido. Sin embargo la crisis económica internacional ha venido a destapar que, si bien el nivel medio de vida argentino ha mejorado sustancialmente, durante los últimos años ha comenzado a bajar bruscamente. Este bajón se correspondió con la correspondiente bajada de popularidad de la Presidenta, hasta el punto de ver peligrar su reelección. Los eventos del “tren de las criadas” (el accidente ferroviario en la Estación de Once, que costó la vida a 51 personas y dejó más de 700 heridos) mostró la realidad a los argentinos, y es que el país se encuentra en una posición de peligro, entendido como la dificultad para gestionar o enfrentarse a situaciones no previsibles. La Presidenta, contra todo pronóstico o savoir faire político básico no hizo acto de presencia en el lugar del accidente ni realizó visitas a los hospitales para visitar a los heridos; sabiendo que ello podría empeorar su ya depreciada imagen pública.

La respuesta Kirchneriana a estos eventos no se basó en la corrección de los problemas estructurales del país (al borde de la quiebra y con más de 8 millones de personas, casi la cuarta parte de la población del país, viviendo bajo el umbral de la pobreza) sino en una concatenación  de políticas ligadas a incrementar la popularidad de la Presidenta. Uno de los ejemplos más característicos fue el caso del “cáncer que no fue”; un diagnóstico de cáncer de tiroides de la presidenta que resultó ser benigno, o el recrudecimiento de las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña por las Malvinas. Las islas Falkland, en inglés, ostentan el dominio británico desde hace ya treinta años, y aprovechando el aniversario de la guerra, Cristina Fernández discutió la legitimidad del dominio, dejando entrever la posibilidad de acciones militares; lo que fue, y volvería a ser, desastroso para el país de la Plata. Las islas, acogidas al régimen de autodeterminación y descolonización de la ONU, permanecen en el Atlántico Sur en un limbo jurídico insostenible; y ante la posibilidad de “llegar a las manos” la misma Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, se auto-postuló como mediadora, ante la sorpresa del Primer Ministro Cameron.

Unido a esto, llega la re-nacionalización de YPF. La petrolera, saneada por REPSOL tras su privatización, fue nacionalizada por ser considerada un “bien de interés nacional”, y la política nacionalizadora atiende a un discurso clásico populista, en busca de la “recuperación de la soberanía”. Lo que no se dice sobre YPF es que recientemente ha descubierto un yacimiento petrolífero sin explotar valorado, según los más pesimistas, en más de 250.000 millones de dólares; al igual que el recién descubierto yacimiento en las Islas Malvinas, cuya cuantía potencial de explotación no ha sido publicada todavía.

La soberbia y ambición de Cristina Fernández, así como sus altibajos emocionales (es muy propensa a mostrar cierta ira en sus discursos, así como a emocionarse, hasta el punto de llorar en público, especialmente ante la mención de su marido); hacen de la Presidenta un elemento inestable en la política regional. Su defensa a ultranza del nacionalismo peronista le ha valido recuperar la popularidad en un país extremadamente influenciable por este tipo de discurso; como ejemplo las manifestaciones de apoyo por YPF; y ejemplifica el peso que la psicología tiene en el país. Sus cambios de rumbo político desconciertan al mundo entero, hasta tal punto que entre los cables de wikileaks se la describe como una persona psicológica y emocionalmente inestable (Source: http://www.seprin.com/wp-content/uploads/2010/12/CABLES-CONFIDENCIALES-Y-SECRETOS-SOBRE-ARGENTIN-A.pdf ), o en literal como “una líder visceral, que sufre de nervios y ansiedad”. Es sabido por todos que toma las decisiones en base a sus emociones, lo cual contrasta con el método habitual de toma de decisiones políticas de envergadura. Pese a todo, apoyada por su estrecho círculo de allegados (no se relaciona con nadie fuera del mismo, la misma relación con sus ministros se hace siempre a través de su hijo Máximo; llamado a sucederle en un futuro próximo) determina un nuevo e incierto rumbo de la política regional. La “Nueva Evita” como es ya llamada desconcierta y encanta en su país, y marca un nuevo tipo de estudio político, no basado ya en el análisis geopolítico o económico como es la orden, sino en el psicoanálisis; el análisis del inconsciente colectivo a través de sus líderes.


José Enrique Conde




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