Ahora que nos encontramos con el problema del calentamiento global provocado por las emisiones de dióxido de carbono de origen humano quizás merezca la pena estudiar qué es lo que ocurrió en el pasado cuando aumentaron los niveles de este gas en la atmósfera terrestre. Quizás aprendamos algo sobre cambio climático y sus riesgos ahora que estamos alcanzando un nivel de CO2 nunca visto en los últimos 2 millones de años.
Se ha atribuido al calentamiento global el ser el causante de algunas de las extinciones masivas del pasado. Saber cuándo se cruza el punto de no retorno a partir del cual los ecosistemas colapsan puede ser ahora fundamental a la hora de establecer políticas de control de las emisiones de gases de efecto invernadero en la actualidad.
H. Richard Lane, director de la división de ciencias de la Tierra de la NSF norteamericana, cree que la historia climática profunda desvela resultados que pueden hacer tambalearse los cimientos de nuestra comprensión de los cambios climáticos en tiempos modernos.
Jennifer McElwain, de University College Dublin y líder de un artículo sobre este asunto publicado recientemente, afirma que además las emisiones de dióxido de azufre de los volcanes podría haber jugado un papel importante en la extinción de plantas en el pasado. Según ella el problema es que no tenemos actualmente un método para medir la concentración de dióxido de azufre en la atmósfera del pasado y así desligarla de los niveles de dióxido de carbono en su influencia sobre las extinciones.
Estos investigadores, junto con otros colaboradores, han estudiado el límite entre los periodos Triásico y Jurásico, conocido por las extinciones de plantas y animales que se produjeron en su seno.
Hasta ahora se creía que el ritmo de extinción de esta época fue constante y gradual, de tal modo que las extinciones se dieron durante millones de años. El problema es que es muy difícil saber el ritmo de extinción al detalle a partir del registro fósil, porque éste está siempre incompleto.
Ahora, y por primera vez, han podido detectar signos de que estos ecosistemas ya se estaban deteriorando antes de que empezaran las extinciones.
Estos investigadores analizaron con una nueva técnica el registro fósil de unos acantilados del este de Groenlandia correspondientes a esa época. Encontraron que en los primeros 20 metros la abundancia de especies fósiles era lo que cabría espera de un ecosistema sano, pero los 10 metros finales muestran una dramática pérdida de biodiversidad que excede con mucho el error de muestreo. En otras palabras: el ecosistema soportaba menos y menos especies en el transcurso del tiempo.
Se espera que para 2100 el nivel de dióxido de carbono de la atmósfera alcanzará dos veces y media el actual. Según McElwain es el peor escenario posible, pero es exactamente el nivel (900 partes por millón) en el que ha detectado el colapso de ecosistemas en el pasado.
Según ella debemos de prestar atención a los signos de deterioro de los modernos ecosistemas y que lo que se ha aprendido del pasado es que las extinciones masivas, con pérdidas del 80% de las especies, pueden ocurrir de manera repentina, pero que están precedidas de un largo intervalo de cambios ecológicos.
según los científicos la mayoría de los ecosistema terrestres no han alcanzado el punto de no retorno en respuesta al cambio climático actual, pero pueden haber entrado ya en un periodo largo de cambios ecológicos.
Este punto de no retorno es el punto de no retorno ecológico y no es el punto de no retorno climático. Se sabe que debe de haber un punto climático más allá del cual no se podría recuperar el estado climático previo debido a la existencia de ciclos de retroalimentación. Pero para los ecosistemas, y dado que todas las especies están interrelacionadas entre sí, puede darse el caso de un efecto dominó en el que una especia cae tras otra hasta llegar al mínimo número de especies posibles. La recuperación se produciría al cabo de mucho tiempo, según los ecosistemas volvieran a ser cada vez más complejos al hacer su aparición nuevas especies de manera progresiva.
Los signos tempranos de deterioro ecológico ya son obvios. La principal amenaza actual a la diversidad, según McElwain, es el uso de la tierra, como la deforestación, pero incluso pequeños cambios en los niveles de dióxido de carbono o en la temperatura media global pueden tener consecuencias severas e inesperadas para la salud de los ecosistemas.
Quizás aquí también se pueda aplicar el dicho según el cual aquel que no conoce la Historia está condenado a repetirla. En este caso se trataría de la Historia biológica.
Se ha atribuido al calentamiento global el ser el causante de algunas de las extinciones masivas del pasado. Saber cuándo se cruza el punto de no retorno a partir del cual los ecosistemas colapsan puede ser ahora fundamental a la hora de establecer políticas de control de las emisiones de gases de efecto invernadero en la actualidad.
H. Richard Lane, director de la división de ciencias de la Tierra de la NSF norteamericana, cree que la historia climática profunda desvela resultados que pueden hacer tambalearse los cimientos de nuestra comprensión de los cambios climáticos en tiempos modernos.
Jennifer McElwain, de University College Dublin y líder de un artículo sobre este asunto publicado recientemente, afirma que además las emisiones de dióxido de azufre de los volcanes podría haber jugado un papel importante en la extinción de plantas en el pasado. Según ella el problema es que no tenemos actualmente un método para medir la concentración de dióxido de azufre en la atmósfera del pasado y así desligarla de los niveles de dióxido de carbono en su influencia sobre las extinciones.
Estos investigadores, junto con otros colaboradores, han estudiado el límite entre los periodos Triásico y Jurásico, conocido por las extinciones de plantas y animales que se produjeron en su seno.
Hasta ahora se creía que el ritmo de extinción de esta época fue constante y gradual, de tal modo que las extinciones se dieron durante millones de años. El problema es que es muy difícil saber el ritmo de extinción al detalle a partir del registro fósil, porque éste está siempre incompleto.
Ahora, y por primera vez, han podido detectar signos de que estos ecosistemas ya se estaban deteriorando antes de que empezaran las extinciones.
Estos investigadores analizaron con una nueva técnica el registro fósil de unos acantilados del este de Groenlandia correspondientes a esa época. Encontraron que en los primeros 20 metros la abundancia de especies fósiles era lo que cabría espera de un ecosistema sano, pero los 10 metros finales muestran una dramática pérdida de biodiversidad que excede con mucho el error de muestreo. En otras palabras: el ecosistema soportaba menos y menos especies en el transcurso del tiempo.
Se espera que para 2100 el nivel de dióxido de carbono de la atmósfera alcanzará dos veces y media el actual. Según McElwain es el peor escenario posible, pero es exactamente el nivel (900 partes por millón) en el que ha detectado el colapso de ecosistemas en el pasado.
Según ella debemos de prestar atención a los signos de deterioro de los modernos ecosistemas y que lo que se ha aprendido del pasado es que las extinciones masivas, con pérdidas del 80% de las especies, pueden ocurrir de manera repentina, pero que están precedidas de un largo intervalo de cambios ecológicos.
según los científicos la mayoría de los ecosistema terrestres no han alcanzado el punto de no retorno en respuesta al cambio climático actual, pero pueden haber entrado ya en un periodo largo de cambios ecológicos.
Este punto de no retorno es el punto de no retorno ecológico y no es el punto de no retorno climático. Se sabe que debe de haber un punto climático más allá del cual no se podría recuperar el estado climático previo debido a la existencia de ciclos de retroalimentación. Pero para los ecosistemas, y dado que todas las especies están interrelacionadas entre sí, puede darse el caso de un efecto dominó en el que una especia cae tras otra hasta llegar al mínimo número de especies posibles. La recuperación se produciría al cabo de mucho tiempo, según los ecosistemas volvieran a ser cada vez más complejos al hacer su aparición nuevas especies de manera progresiva.
Los signos tempranos de deterioro ecológico ya son obvios. La principal amenaza actual a la diversidad, según McElwain, es el uso de la tierra, como la deforestación, pero incluso pequeños cambios en los niveles de dióxido de carbono o en la temperatura media global pueden tener consecuencias severas e inesperadas para la salud de los ecosistemas.
Quizás aquí también se pueda aplicar el dicho según el cual aquel que no conoce la Historia está condenado a repetirla. En este caso se trataría de la Historia biológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario