Los análisis químicos han dado por fin la razón a Winward. O, por lo menos, indican que la obra corresponde al siglo XVI y, por lo tanto, pudo haber sido pintada por Rafael. Un estudio realizado por Howell Edwards, químico de la Universidad de Bradford, publicado a principios del año pasado revela algunos compuestos utilizados en la obra. Así, el color amarillo fue obtenido con un pigmento llamado "massicot" (óxido de plomo), muy popular durante el Renacimiento, pero que ya no se usó a partir del 1700. El cuadro también presenta un aglutinante de almidón, utilizado también de forma común en esa época. Y, finalmente, hay indicios de la presencia del pigmento azul tornasol, obtenido a partir de la planta Crozophora tinctoria. Sólo hay un detalle que no encaja: la pintura también presenta azul de Prusia, utilizado a partir del siglo XVIII. Pero esto puede explicarse por algún retoque más reciente.
Todos estos detalles no permiten afirmar que el cuadro lo pintara Rafael, pero sí demuestran que pertenece a aquella época y que no es posterior. También ejemplifica, una vez más, la ayuda que los modernos sistemas de análisis significan para el arte. El trabajo de Edwards se basa en la espectroscopia Raman. Ésta consiste en hacer incidir un haz monocromático de luz (en este caso, láser) y medir los débiles cambios de frecuencia que se producen, que son característicos de cada material. De esta forma, sin destruir la pintura podemos conocer los compuestos utilizados en su elaboración.
Los análisis químicos de objetos artísticos o restos arqueológicos se realizan desde finales del siglo XVIII. Pero no fue hasta el siglo XX cuando aparecieron técnicas que permitían llevar a cabo estos análisis de forma no destructiva. Como las obras de arte susceptibles de estudio son objetos únicos y valiosos, poder analizarlas sin causarles ningún daño ni pérdida era imprescindible para proceder a estas observaciones. Y estos métodos científicos han permitido atribuir o rechazar autorías, detectar fraudes o planificar con todas las garantías procesos de restauración.
Hay técnicas relativamente sencillas, como la aplicación de los rayos X. Muchos cuadros tienen sucesivas capas de pintura. A veces algunas obras esconden debajo otros dibujos. En otras ocasiones se puede observar el proceso creativo del autor y constatar las modificaciones que introdujo. Como quién radiografía el cuerpo humano, el investigador penetra en la obra de arte y observa detalles que el artista creyó ocultar para siempre. Así, en la famosa obra "El ángelus" de Jean François Millet (1814-1875) aparecen dos campesinos, un hombre y una mujer, rezando en el campo. Los rayos X revelan que Millet había pintado entre ellos el ataúd de un niño y que luego lo eliminó, quizá para quitarle dramatismo.
Otra técnica más reciente es la reflectografía infrarroja. Se trata de enviar luz infrarroja a la pintura y estudiar la forma como se refleja. Esto permite detectar esbozos a lápiz o carbón que forman los primeros esbozos de la obra. Los expertos también pueden averiguar así el sistema utilizado para obtener las figuras. Todo ello enriquece el conocimiento sobre cada autor y su proceso de creación.
Una técnica más avanzada es la llamada PIXE, siglas en inglés de "emisión de rayos X inducida por partículas". Consiste en bombardear con un haz de protones (partículas subatómicas de carga eléctrica positiva) una pequeña parte de la pintura. Estos protones excitan -mandan a niveles de energía más elevados- a los electrones de los átomos de los pigmentos. Cuando el haz se detiene, estos electrones vuelven a su nivel energético anterior y la energía sobrante se emite en forma de rayos X, con longitudes de onda características de cada elemento. Ello permite, pues, conocer la composición de los pigmentos. Además, el haz de protones se genera con un acelerador de partículas, lo que motiva la presencia de este instrumento científico en los laboratorios de algunos museos, como el del Louvre. Ello aporta un bonito simbolismo sobre la relación entre arte y ciencia.
Una técnica parecida consiste en bombardear la obra con neutrones, partículas sin carga eléctrica. Las emisiones producidas en este caso permiten conocer los componentes de los pigmentos, pero también los isótopos de estos elementos químicos. Los isótopos son formas de un mismo elemento que difieren en su peso atómico. El dato es muy importante porque una sustancia con los mismos elementos químicos puede estar formada por distintos isótopos. Y a partir de esta información podemos llegar a conocer de donde provenía una sustancia concreta. La diferencia isotópica también permite relacionar una pintura con una época determinada. Así, el plomo europeo tiene un porcentaje más elevado del isótopo 206 que el de otros continentes. Como Europa importó plomo de América a partir del siglo XIX, las obras de esa época o posteriores tendrán, probablemente, pigmentos más pobres en este isótopo.
Estos análisis sirven para conocer mejor las obras de arte, para ayudar en la atribución de una de ellas a un artista o a una época determinados, para detectar fraudes y para estar seguros de la composición de la obra de forma que los conservadores y restauradores puedan realizar su trabajo con más garantías.
Muchas de estas técnicas fueron utilizadas en el año 2006 con el fin de someter a un profundo examen al cuadro más famoso del mundo: "La Gioconda" de Leonardo da Vinci. Los análisis revelaron muchos detalles sobre el proceso de elaboración, los cambios introducidos por Leonardo, los pigmentos y aglutinantes empleados y el estado general de la obra. Todos ellos servirán para debates entre historiadores del arte y para un trabajo más preciso de los restauradores. Y ayudarán a que arte y ciencia no se vean como disciplinas alejadas, sino que se benefician entre sí.
Todos estos detalles no permiten afirmar que el cuadro lo pintara Rafael, pero sí demuestran que pertenece a aquella época y que no es posterior. También ejemplifica, una vez más, la ayuda que los modernos sistemas de análisis significan para el arte. El trabajo de Edwards se basa en la espectroscopia Raman. Ésta consiste en hacer incidir un haz monocromático de luz (en este caso, láser) y medir los débiles cambios de frecuencia que se producen, que son característicos de cada material. De esta forma, sin destruir la pintura podemos conocer los compuestos utilizados en su elaboración.
Los análisis químicos de objetos artísticos o restos arqueológicos se realizan desde finales del siglo XVIII. Pero no fue hasta el siglo XX cuando aparecieron técnicas que permitían llevar a cabo estos análisis de forma no destructiva. Como las obras de arte susceptibles de estudio son objetos únicos y valiosos, poder analizarlas sin causarles ningún daño ni pérdida era imprescindible para proceder a estas observaciones. Y estos métodos científicos han permitido atribuir o rechazar autorías, detectar fraudes o planificar con todas las garantías procesos de restauración.
Hay técnicas relativamente sencillas, como la aplicación de los rayos X. Muchos cuadros tienen sucesivas capas de pintura. A veces algunas obras esconden debajo otros dibujos. En otras ocasiones se puede observar el proceso creativo del autor y constatar las modificaciones que introdujo. Como quién radiografía el cuerpo humano, el investigador penetra en la obra de arte y observa detalles que el artista creyó ocultar para siempre. Así, en la famosa obra "El ángelus" de Jean François Millet (1814-1875) aparecen dos campesinos, un hombre y una mujer, rezando en el campo. Los rayos X revelan que Millet había pintado entre ellos el ataúd de un niño y que luego lo eliminó, quizá para quitarle dramatismo.
Otra técnica más reciente es la reflectografía infrarroja. Se trata de enviar luz infrarroja a la pintura y estudiar la forma como se refleja. Esto permite detectar esbozos a lápiz o carbón que forman los primeros esbozos de la obra. Los expertos también pueden averiguar así el sistema utilizado para obtener las figuras. Todo ello enriquece el conocimiento sobre cada autor y su proceso de creación.
Una técnica más avanzada es la llamada PIXE, siglas en inglés de "emisión de rayos X inducida por partículas". Consiste en bombardear con un haz de protones (partículas subatómicas de carga eléctrica positiva) una pequeña parte de la pintura. Estos protones excitan -mandan a niveles de energía más elevados- a los electrones de los átomos de los pigmentos. Cuando el haz se detiene, estos electrones vuelven a su nivel energético anterior y la energía sobrante se emite en forma de rayos X, con longitudes de onda características de cada elemento. Ello permite, pues, conocer la composición de los pigmentos. Además, el haz de protones se genera con un acelerador de partículas, lo que motiva la presencia de este instrumento científico en los laboratorios de algunos museos, como el del Louvre. Ello aporta un bonito simbolismo sobre la relación entre arte y ciencia.
Una técnica parecida consiste en bombardear la obra con neutrones, partículas sin carga eléctrica. Las emisiones producidas en este caso permiten conocer los componentes de los pigmentos, pero también los isótopos de estos elementos químicos. Los isótopos son formas de un mismo elemento que difieren en su peso atómico. El dato es muy importante porque una sustancia con los mismos elementos químicos puede estar formada por distintos isótopos. Y a partir de esta información podemos llegar a conocer de donde provenía una sustancia concreta. La diferencia isotópica también permite relacionar una pintura con una época determinada. Así, el plomo europeo tiene un porcentaje más elevado del isótopo 206 que el de otros continentes. Como Europa importó plomo de América a partir del siglo XIX, las obras de esa época o posteriores tendrán, probablemente, pigmentos más pobres en este isótopo.
Estos análisis sirven para conocer mejor las obras de arte, para ayudar en la atribución de una de ellas a un artista o a una época determinados, para detectar fraudes y para estar seguros de la composición de la obra de forma que los conservadores y restauradores puedan realizar su trabajo con más garantías.
Muchas de estas técnicas fueron utilizadas en el año 2006 con el fin de someter a un profundo examen al cuadro más famoso del mundo: "La Gioconda" de Leonardo da Vinci. Los análisis revelaron muchos detalles sobre el proceso de elaboración, los cambios introducidos por Leonardo, los pigmentos y aglutinantes empleados y el estado general de la obra. Todos ellos servirán para debates entre historiadores del arte y para un trabajo más preciso de los restauradores. Y ayudarán a que arte y ciencia no se vean como disciplinas alejadas, sino que se benefician entre sí.
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