Las flores que tanto nos agradan a los humanos están en realidad pensadas para los insectos. Necesitan polinizadores que lleven su polen a otra flor y han evolucionado para hacerse atractivas a estos pequeños animales. Una abeja o una mariposa verán el despliegue de color de una flor u olerán su fragancia y se verán atraídas hacia ella. Allí libarán su néctar (su recompensa) y se impregnarán de polen que llevarán a la siguiente flor. Como algunos de estos animales ven el ultravioleta las flores incluso han desarrollado patrones de color en esa gama de frecuencias luminosas. Pero no sólo estos insectos hacen de polinizadores. También los escarabajos, moscas, pájaros y murciélagos hacen de polinizadores.
Hay lugares en donde la biodiversidad ha ensayado todo tipo de relaciones complejas y algunas de ellas tienen que ver con la polinización. Así por ejemplo, puestos a mencionar polinizaciones extrañas, hay una liana de Isla Mauricio (Roussea simplex), un endemismo único del que quedan sólo unos 90 ejemplares, que para polinizarse y esparcir sus semillas se vale únicamente de una salamanquesa de ámbitos diurnos.
En las selvas tropicales es habitual que haya murciélagos que hacen las funciones de polinizadores mientras van de flor en flor durante la noche. En Sudamérica y América Central hay aproximadamente 40 especies de murciélagos altamente especializados en sorber el néctar de las flores que polinizan y varios cientos de plantas están adaptadas a ellos. Entre las adaptaciones de estas plantas se pueden citar las grandes flores y una mayor cantidad de néctar.
Pero los murciélagos tienen hábitos nocturnos. ¿Cómo se las arreglan para encontrar las flores? Y sobre todo, ¿cómo se las arreglan las flores para parecer atractivas a estos animales? Está claro que el asunto de los colores no funciona en este caso.
Una solución podría ser el uso de alguna fragancia, pero hay al menos un caso en el que la planta ha ideado una solución muy apropiada para que sus flores sean atractivas al murciélago: las flores tienen por encima una hoja con una configuración acústica especialmente diseñada por la evolución, de este modo la hoja refleja mejor las señales de sonar que emite el murciélago. Es como el anuncio de neón encima de un restaurante de comida rápida invitando a comer.
El murciélago y la planta residen en la jungla cubana y su relación ha sido descrita recientemente en un artículo. El estudio ha sido realizado por Ralph Simon (de la Universidad de Ulm en Alemania), y sus colaboradores de las universidades de Erlangen-Nürnberg y Bristol. Según algunos especialistas del campo, este trabajo podría cambiar la manera en la que los botánicos miran (o escuchan) al bosque tropical.
El problema que tienen los murciélagos es que, además de hacer vida nocturna, tienen una visión pobre, por eso se tienen que valer de la ecolocación (del sonar) para encontrar, entre muchas otras plantas, flores a las que libar. Pero la acústica en la selva no es nada sencilla. Las plantas devuelven un eco al azar mientras el murciélago se mueve a través de la densa vegetación y cambia el patrón de plantas constantemente.
En un trabajo previo, Simon y sus colaboradores entrenaron a murciélagos en el laboratorio para que reconocieran objetos de diversas formas con su sistema de sonar. Descubrieron que estos animales eran buenos encontrando hemisferios huecos y los distinguían muy bien de otras formas. Al parecer esa forma funcionaba bien como reflector a las ondas de sonido que emiten estos animales. Así que cuando en el dosel de la jungla cubana encontraron una planta (Marcgravia evenia) que tenía una hoja que recordaba los hemisferios huecos del laboratorio y que era polinizada por murciélagos, se preguntaron si la hoja funcionaba como señuelo para estos animales. Como el acceso a estas flores era complicado, decidieron comprobar la hipótesis en el laboratorio.
Ocultaron un suministrador de néctar entre un follaje artificial y midieron el tiempo que necesitaban unos murciélagos entrenados de la especie (Glossophaga soricina) que normalmente se alimenta de estas flores para encontrarlo. Al añadir una replica de las hojas habituales no se redujo el tiempo que necesitaban para hallarlo, pero ese tiempo se reducía a la mitad si se usaba una réplica de la hoja especializada de Marcgravia evenia. Al parecer la hoja de esta planta refleja un eco constante y fuerte en muchas direcciones y hace más fácil que sea encontrada entre las hojas normales por los murciélagos.
Además de comprobar esto en estudios de campo hay otras cuestiones que todavía pueden aclararse. ¿Se despliegan estas hojas especiales sólo cuando las flores están preparadas? Después de todo, cuando el restaurante cierra apaga sus neones.
En todo caso, este es un ejemplo precioso de coevolución entre plantas con flores y su animal polinizador. Incluso puede que haya más casos. Darwin estaría encantado de conocerlo.
Hay lugares en donde la biodiversidad ha ensayado todo tipo de relaciones complejas y algunas de ellas tienen que ver con la polinización. Así por ejemplo, puestos a mencionar polinizaciones extrañas, hay una liana de Isla Mauricio (Roussea simplex), un endemismo único del que quedan sólo unos 90 ejemplares, que para polinizarse y esparcir sus semillas se vale únicamente de una salamanquesa de ámbitos diurnos.
En las selvas tropicales es habitual que haya murciélagos que hacen las funciones de polinizadores mientras van de flor en flor durante la noche. En Sudamérica y América Central hay aproximadamente 40 especies de murciélagos altamente especializados en sorber el néctar de las flores que polinizan y varios cientos de plantas están adaptadas a ellos. Entre las adaptaciones de estas plantas se pueden citar las grandes flores y una mayor cantidad de néctar.
Pero los murciélagos tienen hábitos nocturnos. ¿Cómo se las arreglan para encontrar las flores? Y sobre todo, ¿cómo se las arreglan las flores para parecer atractivas a estos animales? Está claro que el asunto de los colores no funciona en este caso.
Una solución podría ser el uso de alguna fragancia, pero hay al menos un caso en el que la planta ha ideado una solución muy apropiada para que sus flores sean atractivas al murciélago: las flores tienen por encima una hoja con una configuración acústica especialmente diseñada por la evolución, de este modo la hoja refleja mejor las señales de sonar que emite el murciélago. Es como el anuncio de neón encima de un restaurante de comida rápida invitando a comer.
El murciélago y la planta residen en la jungla cubana y su relación ha sido descrita recientemente en un artículo. El estudio ha sido realizado por Ralph Simon (de la Universidad de Ulm en Alemania), y sus colaboradores de las universidades de Erlangen-Nürnberg y Bristol. Según algunos especialistas del campo, este trabajo podría cambiar la manera en la que los botánicos miran (o escuchan) al bosque tropical.
El problema que tienen los murciélagos es que, además de hacer vida nocturna, tienen una visión pobre, por eso se tienen que valer de la ecolocación (del sonar) para encontrar, entre muchas otras plantas, flores a las que libar. Pero la acústica en la selva no es nada sencilla. Las plantas devuelven un eco al azar mientras el murciélago se mueve a través de la densa vegetación y cambia el patrón de plantas constantemente.
En un trabajo previo, Simon y sus colaboradores entrenaron a murciélagos en el laboratorio para que reconocieran objetos de diversas formas con su sistema de sonar. Descubrieron que estos animales eran buenos encontrando hemisferios huecos y los distinguían muy bien de otras formas. Al parecer esa forma funcionaba bien como reflector a las ondas de sonido que emiten estos animales. Así que cuando en el dosel de la jungla cubana encontraron una planta (Marcgravia evenia) que tenía una hoja que recordaba los hemisferios huecos del laboratorio y que era polinizada por murciélagos, se preguntaron si la hoja funcionaba como señuelo para estos animales. Como el acceso a estas flores era complicado, decidieron comprobar la hipótesis en el laboratorio.
Ocultaron un suministrador de néctar entre un follaje artificial y midieron el tiempo que necesitaban unos murciélagos entrenados de la especie (Glossophaga soricina) que normalmente se alimenta de estas flores para encontrarlo. Al añadir una replica de las hojas habituales no se redujo el tiempo que necesitaban para hallarlo, pero ese tiempo se reducía a la mitad si se usaba una réplica de la hoja especializada de Marcgravia evenia. Al parecer la hoja de esta planta refleja un eco constante y fuerte en muchas direcciones y hace más fácil que sea encontrada entre las hojas normales por los murciélagos.
Además de comprobar esto en estudios de campo hay otras cuestiones que todavía pueden aclararse. ¿Se despliegan estas hojas especiales sólo cuando las flores están preparadas? Después de todo, cuando el restaurante cierra apaga sus neones.
En todo caso, este es un ejemplo precioso de coevolución entre plantas con flores y su animal polinizador. Incluso puede que haya más casos. Darwin estaría encantado de conocerlo.
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