Derrumbaré con gran estrépito
Las murallas del castillo iridiscente
Donde el corazón de la Bella palpita
Custodiado por el dragón llameante de mis antiguas pesadillas.
Yo escalaré las cumbres más altas
Buscando el rocío transparente y fértil
Que viene del infinito.
Atravesaré los océanos con mi barca de cristal
Rodeado, alumbrado e incendiado
Por los rayos de la tormenta de la Gran Purificación.
Bajaré al fondo del abismo
Y tomaré de allí la piedra negra del misterio
Que me abrirá la puerta de su Ser.
Dicen que está como dormida,
Que partió hacia las tinieblas en una noche fría sin viento.
Yo espero paciente el torbellino transmutador
Para ir a verla y despertarla
Con un beso de luz de su sueño paralizante.
Me alimentaré de vértigo en la noche insondable,
Respiraré nieblas incandescentes,
Abriré con mis manos la boca del lobo devorador,
Cercenaré con mi espada centelleante
La cabeza del enemigo familiar
Que nos atormentó desde el primer desacierto.
Yo abrazaré su cuerpo gélido e inerte
En la última hora de la noche
Para que la aurora nos encuentre juntos
Iniciando el camino vital
Que se oculta en el mal, en la muerte,
En la inercia y en el miedo paralizante.
Yo curaré las miserias que atan su voluntad,
Su sensibilidad y su entendimiento
A las claudicaciones permanentes y a la duda sin fin.
Yo tocaré el portal del palacio de mi padre
Para pedirle su ayuda en la hora aciaga del extravío
Y sé que Él mandará su mensajero
Para darle a ella el Agua de Oro del despertar.
Yo sé que triunfaré.
Edmundo Waisman.
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