La “plantilla” se almacena en la memoria para reactivarla ante la más mínima señal
En el cerebro existe una región que cambia cuando adquirimos un hábito determinado, que vuelve a cambiar cuando este hábito se abandona, pero que rápidamente se reactiva cuando algún elemento nos recuerda la vieja costumbre abandonada. Dado que adquirir una rutina supone un esfuerzo considerable, el cerebro almacena en su memoria la “plantilla” del hábito, para reactivarla ante la más mínima señal. Estos patrones se desarrollan y establecen en el llamado ganglio basal, cuyas funciones son esenciales en la adquisición de los hábitos, las adicciones y los procesos de aprendizaje. Su descubrimiento ayudará al tratamiento de enfermedades como el Parkinson o las obsesiones.
L os hábitos más arraigados en nuestras acciones jamás se eliminan del todo, señala un estudio realizado por el MIT. Eso explicaría, por ejemplo, que los ex fumadores no puedan, después de años de haber dejado el tabaco, volver a fumar ni siquiera un cigarro, porque enseguida recuperarían el antiguo hábito.
Los hábitos nos ayudan en la vida cotidiana, porque permiten que no tengamos que estar decidiendo cada uno de nuestros actos continuamente. Rutinas constantes quedan de esa manera delimitadas antes incluso de que nos pongamos manos a la obra, lo que nos hace ganar tiempo.
Los malos hábitos, sin embargo, también existen, y condicionan nuestro comportamiento y nuestra mente. La dificultad para deshacernos de ellos es mayúscula. Además, una vez que se pierden, quedan latentes dentro de nuestro cerebro, tal como explican los autores de esta investigación en un artículo que publica la revista
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