Tal como señala la investigadora Faye Liu, el antimonio es un contaminante emergente y no se le ha prestado suficiente atención.
Usado en cantidades pequeñas, el antimonio tiene una amplia variedad de aplicaciones, desde combatir la malaria hasta endurecer el plomo en las balas, pasando por mejorar el funcionamiento de las baterías.
Se sabe poco sobre la toxicidad del antimonio, en parte porque en los ambientes naturales este elemento normalmente se encuentra en bajas concentraciones, del orden de unas pocas partes por cada mil millones. En la mina Xikuangshan, Liu y sus colegas han comprobado que las concentraciones de antimonio en el agua podrían ser tan altas como 11 partes por millón, un nivel 1.000 veces mayor que el típico del agua no contaminada.
Las circunstancias alarmantes de la mina Xikuangshan presentan una valiosa oportunidad de averiguar qué le sucede al antimonio, geológica y químicamente, cuando está presente en grandes cantidades en el medio ambiente. Ese conocimiento será útil para las investigaciones sobre la contaminación por antimonio cerca de ciertas fábricas y bases militares en diversas partes del mundo.
La Agencia Estadounidense de Protección Medioambiental y las agencias reguladoras similares en Europa actúan bajo la suposición de que las propiedades del antimonio son similares a las del arsénico, otro elemento del grupo químico del antimonio.
Tal como señala el geólogo Chen Zhu de la Universidad de Indiana en Bloomington, miembro del equipo de investigación, esa situación debe cambiar. Los autores del estudio han comprobado que el antimonio se comporta de una manera muy diferente a como lo hace el arsénico: el antimonio se oxida mucho más rápidamente que éste cuando queda expuesto.
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