“Gracias, Dios mío, por todo lo que es bueno, amable y hermoso”, mi corazón se regocija.
Lo “bueno” es mi seguridad, la de mi salud intacta, la de todo mi ser. Lo “amable” es Peter, es el despertar de una ternura que nosotros sentimos, sin osar todavía, ni el uno ni el otro, nombrarla o tan siquiera rozarla, pero que se revelará: el amor, el porvenir, la felicidad.
Lo “hermoso” es el mundo, la naturaleza, la belleza, y todo cuanto es exquisito y admirable.
No pienso ya en la miseria, sino en la belleza que sobrevivirá.
Ana FranK
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