Sólo tenemos dos alternativas, o producir menos o transformar el que producimos en alguna forma de carbono que puede ser fijado durante cientos o miles de años y que así no esté en la atmósfera. Como parece que estamos dispuestos a agotar todas las reservas mundiales de combustibles fósiles, algunos investigadores ya trabajan en la segunda posibilidad. Los proyectos de geoingeniería parecen bastante caros, irreales e incluso peligrosos, así que quizás algunas de las soluciones vengan de ideas pequeñas y modestas, pero que quizás ayuden. Esta nota trata de una de esas pequeñas ideas.
Sería magnífico que la forma estable de carbono que sirviera de secuestro a ese dióxido de carbono fuera en forma de un producto sólido que sirviera como material de construcción, de este modo podríamos inmovilizar miles de toneladas de carbono en nuestros edificios.
Angela Belcher y su equipo del MIT han tomado precisamente esta aproximación al problema. A partir de levaduras alteradas genéticamente no solamente retiran dióxido de carbono de la atmósfera, sino que producen carbonatos sólidos que pueden ser usados en la construcción.
La levadura utilizada ha sido la común usada en panadería (o en la producción de cerveza) que es uno de los organismos comúnmente usado en los laboratorios de genética (junto a E. coli, C. elegans, A. taliana, ratones, etc.).
Para crear esta levadura Belcher se inspiró el los animales marinos que construyen sus propios caparazones a partir del dióxido de carbono y de los minerales disueltos en el agua marina. De hecho, su tesis doctoral versó sobre un molusco gasterópodo (el abulón, del género Haliotis) que construye una concha muy dura de carbonato cálcico. El nuevo proyecto está financiado por la compañía energética italiana Eni.
El proceso ha sido comprobado en el laboratorio y produce 2 kilogramos de carbonato por cada kilogramo de dióxido de carbono y consta de dos pasos. En un primer paso se captura el dióxido de carbono del agua y en un segundo se utiliza este gas disuelto para combinarlo con minerales disueltos para así formar carbonatos.
Las levaduras no hacen este tipo de cosas por sí mismas, así que hubo que alterarlas genéticamente para que expresaran los genes presentes en el abulón. Esos genes codifican enzimas y otras proteínas que pueden fijar el dióxido de carbono a través de un proceso de mineralización. Los investigadores usaron además un modelo computacional y otros métodos para poder identificar nuevas proteínas que ayudaran en este proceso. En palabras de Belcher, están tratando de imitar los procesos biológicos naturales, pero sin necesidad de crear la misma estructura que crea el abulón.
Algunas compañías quieren comercializar un proceso que capture dióxido de carbono y lo convierta en un material sólido, pero esos esfuerzos descansan en procesos químicos de captura de dióxido de carbono. El sistema de captura biológica del equipo del MIT tiene un rendimiento superior y no necesita de calentamiento o refrigeración ni se usan materiales tóxicos.
Estos científicos esperan ahora escalar el proceso para que pueda ser usado en plantas térmicas y en la industria. Si tienen éxito se necesitaría una fuente de minerales para que la reacción pueda alimentarse, quizás se podrían usar subproductos de las plantas desaladoras.
A estos investigadores quizás se les haya olvidado que los bosques y arrecifes coralinos (y los propios abulones y similares) efectúan una fijación de carbono similar, automática y gratuita. Lo malo es que el ser humano también está destruyendo estos maravillosos lugares.
Tampoco se mencionan los posibles riesgos (o no) que entrañaría la liberación de este tipo de levaduras en el medio ambiente.
Sería magnífico que la forma estable de carbono que sirviera de secuestro a ese dióxido de carbono fuera en forma de un producto sólido que sirviera como material de construcción, de este modo podríamos inmovilizar miles de toneladas de carbono en nuestros edificios.
Angela Belcher y su equipo del MIT han tomado precisamente esta aproximación al problema. A partir de levaduras alteradas genéticamente no solamente retiran dióxido de carbono de la atmósfera, sino que producen carbonatos sólidos que pueden ser usados en la construcción.
La levadura utilizada ha sido la común usada en panadería (o en la producción de cerveza) que es uno de los organismos comúnmente usado en los laboratorios de genética (junto a E. coli, C. elegans, A. taliana, ratones, etc.).
Para crear esta levadura Belcher se inspiró el los animales marinos que construyen sus propios caparazones a partir del dióxido de carbono y de los minerales disueltos en el agua marina. De hecho, su tesis doctoral versó sobre un molusco gasterópodo (el abulón, del género Haliotis) que construye una concha muy dura de carbonato cálcico. El nuevo proyecto está financiado por la compañía energética italiana Eni.
El proceso ha sido comprobado en el laboratorio y produce 2 kilogramos de carbonato por cada kilogramo de dióxido de carbono y consta de dos pasos. En un primer paso se captura el dióxido de carbono del agua y en un segundo se utiliza este gas disuelto para combinarlo con minerales disueltos para así formar carbonatos.
Las levaduras no hacen este tipo de cosas por sí mismas, así que hubo que alterarlas genéticamente para que expresaran los genes presentes en el abulón. Esos genes codifican enzimas y otras proteínas que pueden fijar el dióxido de carbono a través de un proceso de mineralización. Los investigadores usaron además un modelo computacional y otros métodos para poder identificar nuevas proteínas que ayudaran en este proceso. En palabras de Belcher, están tratando de imitar los procesos biológicos naturales, pero sin necesidad de crear la misma estructura que crea el abulón.
Algunas compañías quieren comercializar un proceso que capture dióxido de carbono y lo convierta en un material sólido, pero esos esfuerzos descansan en procesos químicos de captura de dióxido de carbono. El sistema de captura biológica del equipo del MIT tiene un rendimiento superior y no necesita de calentamiento o refrigeración ni se usan materiales tóxicos.
Estos científicos esperan ahora escalar el proceso para que pueda ser usado en plantas térmicas y en la industria. Si tienen éxito se necesitaría una fuente de minerales para que la reacción pueda alimentarse, quizás se podrían usar subproductos de las plantas desaladoras.
A estos investigadores quizás se les haya olvidado que los bosques y arrecifes coralinos (y los propios abulones y similares) efectúan una fijación de carbono similar, automática y gratuita. Lo malo es que el ser humano también está destruyendo estos maravillosos lugares.
Tampoco se mencionan los posibles riesgos (o no) que entrañaría la liberación de este tipo de levaduras en el medio ambiente.
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