A
falta de monos reales, Anderson recurrió a monos virtuales, a los que bautizó como 'monos amazónicos', en tanto utilizó la nube computacional de Amazon, EC2, para realizar el experimento. En él, cada mono teclea una letra entre la 'a' y la 'z' al azar, y cada vez que cuadra con una de las palabras del poema se considera que ésta está completada. Aquí, dicen suscríticos, es donde radica el truco o la trampa de Anderson. Veamos por qué.
El teorema del mono infinito (enunciado por el matemático Emile Borel) dicta que TODAS las letras de la obra deben escribirse en el orden correcto, de principio a fin, para que compute como escrito por los monos. Eso quiere decir que, si después de años de prueba-error, los simios lograran escribir "dichoso el árbol, que es apenas sensitivo y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dólar…" este intento quedaría descalificado, porque el poema original de Rubén Darío dice "dolor" y no "dólar". Vuelta a empezar, monitos.
El poema en cuestión, la Querella de un amante, tiene 11.638 caracteres, de modo que, considerando que el alfabeto inglés tiene 26 letras, la fórmula a aplicar sería la siguiente Xn = (1 − (1/26)11638)n , según Wikipedia, (siendo 'n' el número de monos aporreando sus máquinas de escribir). Se trata de una cifra inabarcable, aunque obviamente mucho menor que la de una obra de teatro del tamaño de 'Hamlet' o 'Ricardo III'.
Por cierto, que unos científicos locos ya intentaron en 2003 llevar a cabo el experimento del mono infinito…utilizando monos reales. Los seis macacos del Zoo de Paigton, en el Reino Unido, no sólo no lograron escribir una sola palabra en el ordenador que les colocaron en la jaula, sino que lo utilizaron como urinario y lo destrozaron. Lo único que escribieron fue una larguísima ristra de "ssssssssssssssssssssss", que no da ni para un poema surrealista, aunque, eso sí, rima en consonante.
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