Causan la reducción de poblaciones y la
desorientación de estos insectos, que mueren por no poder volver a sus
colmenas, según dos estudios
Ae denomina "colapso de colonias" (Colony Collapse
Disorder o CCD, por sus siglas en inglés) a la desaparición
masiva de abejas obreras de las colmenas.
Este fenómeno alcanzó su auge en Norteamérica a partir de 2000 y, desde 2007, también lo ha hecho en diversos países europeos, como Bélgica, Francia, Holanda, Grecia, Italia, Portugal o España.
La causa o causas de este problema no se comprenden bien. Diversos especialistas lo han atribuido desde a factores bióticos, como los ácaros Varroa, a las enfermedades propias de las abejas, al estrés por cambios ambientales o a los pesticidas.
Ahora, dos estudios distintos parecen haber encontrado una respuesta a este enigma altamente preocupante, ya que la desaparición de las abejas pone en peligro la polinización de los cultivos, esencial para la alimentación de la humanidad.
De hecho, en 2011, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló que el colapso de colonias era ya un problema global.
Menos descendencia y menos reinas
Una de estas investigaciones ha sido la realizada por el científico David Goulson y sus colaboradores, de la Universidad de Stirling, en el Reino Unido.
En ella, se analizaron, en pruebas de campo, un total de 75 colonias de Bombus terrestris, que es una de las especies de abejorro más común de Europa.
Los investigadores comprobaron que, suministrando a estos insectos alimentos tratados con niveles realistas de un pesticida neonicotinoide conocido como imidacloprid, se reducía drásticamente la descendencia de esta especie y, con ello, se frenaba el crecimiento de la población.
Las colonias a las que se les suministró este insecticida produjeron, además, un 85% menos de abejas reina que otras colonias de control, no manipuladas con pesticidas.
Esto supone un problema muy importante, dado que sólo las nuevas reinas Bombus terrestres sobreviven al invierno para fundar nuevas colonias al año siguiente, publica Newscientist.
Pérdida de orientación
El segundo estudio, aparecido en la revista Science, ha sido realizado por el investigador Mickaël Henry y sus colaboradores del Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA) de Aviñón, en Francia.
En este caso, los científicos suministraron bajos niveles de otro neonicotinoide, el thiamethoxam, a colonias de una especie europea de abejas, la Apis mellifera.
De esta forma, se constató que las abejas que habían consumido este insecticida eran menos propensas a volver a sus colmenas tras alimentarse, lo que sugiere que el pesticida afectó a la capacidad de orientación de los insectos.
Según escriben los investigadores en Science: "La exposición no letal de las abejas al tiamethoxam causa una alta mortalidad debido al fallo de búsqueda, que alcanza niveles que podrían poner a una colonia en peligro de colapso".
Controlar los pesticidas
Ambos estudios ponen de relieve, por tanto, los efectos del uso generalizado de los pesticidas neonicotinoides sobre la vida salvaje, y llaman la atención sobre la necesidad de que estos insecticidas sean prohibidos o, al menos, regulados con mayor rigor.
Según Newscientist, Alemania, Francia y Eslovenia ya han establecido límites estrictos sobre su uso, y los apicultores estadounidenses pidieron recientemente a la Agencia de Protección Medioambiental del país que prohibiese otro insecticida neonicotinoide, el clothianidin, que es absorbido por las plantas y después liberado a través del polen y el néctar.
En general, los pesticidas neonicotinoides están entre los insecticidas más usados a nivel mundial para proteger cultivos fundamentales, como los de colza. Además de afectar a las abejas, se sabe también que estos pesticidas actúan sobre el sistema nervioso central de los insectos y con menor toxicidad en los mamíferos.
El peligro de las sinergias
Algunos científicos ya habían señalado como posible causa del fenómeno del CCD a los pesticidas, aunque en relación con otros factores.
Investigadores del Laboratoire Microorganismes: Génome et Environnement y del Laboratoire de Toxicologie Environnementale de Francia descubrieron en 2011 que las abejas melíferas presentan un riesgo mayor de infectarse con el parásito Nosema ceranae (N. ceranae) cuando han sido expuestas a insecticidas, aunque sólo sea en dosis muy bajas.
Según publicó Cordis, los investigadores franceses evaluaron en este caso el efecto de las interacciones entre patógenos y toxinas en la salud de las abejas, exponiendo a dosis bajas y sistemáticas de insecticidas a abejas recién nacidas, algunas de ellas sanas y otras infectadas por el N. ceranae.
El resultado fue que las abejas infectadas murieron tras exponerlas a los insecticidas, lo que señala que las dosis de insecticidas consideradas no letales presentan un potencial tóxico sí letal para organismos infectados por parásitos, aumentando así en gran medida la vulnerabilidad de las abejas.
Este fenómeno alcanzó su auge en Norteamérica a partir de 2000 y, desde 2007, también lo ha hecho en diversos países europeos, como Bélgica, Francia, Holanda, Grecia, Italia, Portugal o España.
La causa o causas de este problema no se comprenden bien. Diversos especialistas lo han atribuido desde a factores bióticos, como los ácaros Varroa, a las enfermedades propias de las abejas, al estrés por cambios ambientales o a los pesticidas.
Ahora, dos estudios distintos parecen haber encontrado una respuesta a este enigma altamente preocupante, ya que la desaparición de las abejas pone en peligro la polinización de los cultivos, esencial para la alimentación de la humanidad.
De hecho, en 2011, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló que el colapso de colonias era ya un problema global.
Menos descendencia y menos reinas
Una de estas investigaciones ha sido la realizada por el científico David Goulson y sus colaboradores, de la Universidad de Stirling, en el Reino Unido.
En ella, se analizaron, en pruebas de campo, un total de 75 colonias de Bombus terrestris, que es una de las especies de abejorro más común de Europa.
Los investigadores comprobaron que, suministrando a estos insectos alimentos tratados con niveles realistas de un pesticida neonicotinoide conocido como imidacloprid, se reducía drásticamente la descendencia de esta especie y, con ello, se frenaba el crecimiento de la población.
Las colonias a las que se les suministró este insecticida produjeron, además, un 85% menos de abejas reina que otras colonias de control, no manipuladas con pesticidas.
Esto supone un problema muy importante, dado que sólo las nuevas reinas Bombus terrestres sobreviven al invierno para fundar nuevas colonias al año siguiente, publica Newscientist.
Pérdida de orientación
El segundo estudio, aparecido en la revista Science, ha sido realizado por el investigador Mickaël Henry y sus colaboradores del Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA) de Aviñón, en Francia.
En este caso, los científicos suministraron bajos niveles de otro neonicotinoide, el thiamethoxam, a colonias de una especie europea de abejas, la Apis mellifera.
De esta forma, se constató que las abejas que habían consumido este insecticida eran menos propensas a volver a sus colmenas tras alimentarse, lo que sugiere que el pesticida afectó a la capacidad de orientación de los insectos.
Según escriben los investigadores en Science: "La exposición no letal de las abejas al tiamethoxam causa una alta mortalidad debido al fallo de búsqueda, que alcanza niveles que podrían poner a una colonia en peligro de colapso".
Controlar los pesticidas
Ambos estudios ponen de relieve, por tanto, los efectos del uso generalizado de los pesticidas neonicotinoides sobre la vida salvaje, y llaman la atención sobre la necesidad de que estos insecticidas sean prohibidos o, al menos, regulados con mayor rigor.
Según Newscientist, Alemania, Francia y Eslovenia ya han establecido límites estrictos sobre su uso, y los apicultores estadounidenses pidieron recientemente a la Agencia de Protección Medioambiental del país que prohibiese otro insecticida neonicotinoide, el clothianidin, que es absorbido por las plantas y después liberado a través del polen y el néctar.
En general, los pesticidas neonicotinoides están entre los insecticidas más usados a nivel mundial para proteger cultivos fundamentales, como los de colza. Además de afectar a las abejas, se sabe también que estos pesticidas actúan sobre el sistema nervioso central de los insectos y con menor toxicidad en los mamíferos.
El peligro de las sinergias
Algunos científicos ya habían señalado como posible causa del fenómeno del CCD a los pesticidas, aunque en relación con otros factores.
Investigadores del Laboratoire Microorganismes: Génome et Environnement y del Laboratoire de Toxicologie Environnementale de Francia descubrieron en 2011 que las abejas melíferas presentan un riesgo mayor de infectarse con el parásito Nosema ceranae (N. ceranae) cuando han sido expuestas a insecticidas, aunque sólo sea en dosis muy bajas.
Según publicó Cordis, los investigadores franceses evaluaron en este caso el efecto de las interacciones entre patógenos y toxinas en la salud de las abejas, exponiendo a dosis bajas y sistemáticas de insecticidas a abejas recién nacidas, algunas de ellas sanas y otras infectadas por el N. ceranae.
El resultado fue que las abejas infectadas murieron tras exponerlas a los insecticidas, lo que señala que las dosis de insecticidas consideradas no letales presentan un potencial tóxico sí letal para organismos infectados por parásitos, aumentando así en gran medida la vulnerabilidad de las abejas.
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