Edward Slingerland apuesta en un libro por que el
estudio de las religiones, el arte o la literatura, integre los
descubrimientos de las ciencias naturales
Edward
Slingerland es un profesor de estudios asiáticos de la
University of British Columbia (UBC)
de Canadá, que está especializado en estudios religiosos,
pensamiento chino, lingüística cognitiva y psicología
evolutiva.
Cofundador y codirector del llamado Centre for the Study of Human Evolution, Cognition and Culture (HECC) de la UBC, Slingerland es asimismo autor de un libro de reciente aparición titulado What Science Offers the Humanities. Integrating body and culture (Lo que la ciencia ofrece a las humanidades. Integrando cuerpo y cultura).
En esta obra, el autor examina algunos de los problemas profundos a los que se enfrenta el estudio de la cultura, apuntando a que para que las humanidades progresen, sus estudiosos deberían tener en cuenta las contribuciones de las ciencias naturales, en especial las de las investigaciones sobre el conocimiento humano.
Según Slingerland, estas investigaciones han demostrado en los últimos años, por ejemplo, que no existe separación alguna entre mente y cuerpo. Desde esta perspectiva, el autor aporta sugerencias acerca de cómo los humanistas podrían comenzar a utilizar los descubrimientos científicos para comprender mejor la cultura humana.
Crisis de las humanidades
Pero, por otro lado, Slingerland no concede a los descubrimientos científicos ni a la ciencia en general la última palabra en moralidad, religión, arte o literatura. Simplemente, el autor pretende sustituir la división ciencias-humanidades por una aproximación más integrada de ambas ramas del conocimiento a favor de un estudio de la cultura de mayor alcance.
En la introducción de su libro, Slingerland explica que existe una verdadera crisis de las humanidades, provocada por la aplicación triunfante de la "teoría" a objetos humanistas de análisis. Esta aplicación ha terminado por volver rutinarios y mecánicos los estudios humanistas, confiriéndoles una rigidez extrema, advierte el autor.
Por otro lado, décadas de aplicación de este sistema de estudio han llevado a que los trabajos de los humanistas se vuelvan demasiado aislados y poco relacionados entre sí, alejándolos de los cánones normales de inteligibilidad.
La ortodoxia de la teoría postmodernista o postestructuralista, por ejemplo, según señala Slingerland, ha acabado por sofocar a los departamentos de literatura de todas las universidades del mundo.
El autor intenta establecer por tanto una nueva concurrencia entre ciencia y humanidades que integre la ciencia y las humanidades en una sola cadena vertical de explicaciones.
Mente y materia
La Universidad actual, advierte Slingerland, está dividida en dos amplias ramas: humanidades y ciencias naturales. Esta división hunde sus raíces en una cuestión de la que pocos se percatan en nuestra era secular: la creencia metafísica que señala que existen dos tipos de sustancias en el mundo, mente y materia, que operan siguiendo principios distintos.
Las humanidades estudian los productos del espíritu o de la mente humanos (literatura, religión, arte e historia), mientras que las ciencias naturales se ocupan de investigar el reino de los objetos y sus leyes deterministas.
El dualismo mente-cuerpo, según el autor, es una intuición humana universal que, en el caso de Occidente, ha sido institucionalizada en la Academia moderna.
En disciplinas donde este dualismo es particularmente problemático, como en la antropología, se crea simplemente una grieta: los antropólogos biólogos se dedican al estudio de "huesos y piedras", mientras que los antropólogos culturales se centran en el campo más esotérico de la comprensión del factor social de los humanos.
Esta división ha llevado a un creciente número de universidades a dividir la labor de los antropólogos en departamentos separados o a tratar de conseguir que convivan ambas tendencias.
Más allá del dualismo: tomando en serio al cuerpo
Para Slingerland, este dualismo entre ciencias naturales y humanidades es un grave error. Según él, la mente es el cuerpo y el cuerpo es la mente, por lo que no debería existir una absurda brecha entre nuestra necesidad de certeza transparente y el denso mundo aparentemente carente de sentido.
Porque, señala el autor, el mundo en realidad es "razonable", no por la trascendencia, sino en un sentido eminentemente encarnado, antropocéntrico. El proceso de la evolución, por ejemplo, demuestra que existe un fuerte ajuste entre nuestros valores y deseos y la estructura del mundo en el que nos hemos desarrollado.
Tal y como argumenta Slingerland, el ser humano parece ser el único ser del reino animal que posee una fluidez cognitiva y una tecnología cultural para efectuar algunos cambios sustanciales en aquello que nos da placer, aquello que consideramos digno de perseguir y todo aquello que estimamos significativo.
Pero toda esta innovación cognitiva y cultural está en realidad varada, y en última instancia siempre quedará constreñida a la estructura del cuerpo.
Integración vertical
En su libro, por tanto, Slingerland trata de defender una aproximación integrada, "encarnada", del estudio de la cultura humana.
Si consideramos las humanidades más allá de la metafísica dualista, las estructuras de la cultura humana deberían verse conectadas a los objetos de estudio de las ciencias naturales, en lugar de sobrevolar mágicamente sobre ellos.
Los humanistas necesitan empezar a tomar en serio, por ejemplo, los descubrimientos sobre el conocimiento humano realizados por las neurociencias y la psicología, que cuestionan dogmas tan profundamente enraizados en nuestra cultura como el de la razón incorpórea o el del cerebro como "pizarra en blanco".
Para el autor, unir humanidades y ciencias naturales en una sola fórmula de conocimiento integrado sería la única manera de acabar con la actual invasión de discursos contingentes sin fin, de representaciones de las representaciones, en definitiva, con las enredadas formas de explicación que actualmente obstaculizan los estudios humanistas.
Cofundador y codirector del llamado Centre for the Study of Human Evolution, Cognition and Culture (HECC) de la UBC, Slingerland es asimismo autor de un libro de reciente aparición titulado What Science Offers the Humanities. Integrating body and culture (Lo que la ciencia ofrece a las humanidades. Integrando cuerpo y cultura).
En esta obra, el autor examina algunos de los problemas profundos a los que se enfrenta el estudio de la cultura, apuntando a que para que las humanidades progresen, sus estudiosos deberían tener en cuenta las contribuciones de las ciencias naturales, en especial las de las investigaciones sobre el conocimiento humano.
Según Slingerland, estas investigaciones han demostrado en los últimos años, por ejemplo, que no existe separación alguna entre mente y cuerpo. Desde esta perspectiva, el autor aporta sugerencias acerca de cómo los humanistas podrían comenzar a utilizar los descubrimientos científicos para comprender mejor la cultura humana.
Crisis de las humanidades
Pero, por otro lado, Slingerland no concede a los descubrimientos científicos ni a la ciencia en general la última palabra en moralidad, religión, arte o literatura. Simplemente, el autor pretende sustituir la división ciencias-humanidades por una aproximación más integrada de ambas ramas del conocimiento a favor de un estudio de la cultura de mayor alcance.
En la introducción de su libro, Slingerland explica que existe una verdadera crisis de las humanidades, provocada por la aplicación triunfante de la "teoría" a objetos humanistas de análisis. Esta aplicación ha terminado por volver rutinarios y mecánicos los estudios humanistas, confiriéndoles una rigidez extrema, advierte el autor.
Por otro lado, décadas de aplicación de este sistema de estudio han llevado a que los trabajos de los humanistas se vuelvan demasiado aislados y poco relacionados entre sí, alejándolos de los cánones normales de inteligibilidad.
La ortodoxia de la teoría postmodernista o postestructuralista, por ejemplo, según señala Slingerland, ha acabado por sofocar a los departamentos de literatura de todas las universidades del mundo.
El autor intenta establecer por tanto una nueva concurrencia entre ciencia y humanidades que integre la ciencia y las humanidades en una sola cadena vertical de explicaciones.
Mente y materia
La Universidad actual, advierte Slingerland, está dividida en dos amplias ramas: humanidades y ciencias naturales. Esta división hunde sus raíces en una cuestión de la que pocos se percatan en nuestra era secular: la creencia metafísica que señala que existen dos tipos de sustancias en el mundo, mente y materia, que operan siguiendo principios distintos.
Las humanidades estudian los productos del espíritu o de la mente humanos (literatura, religión, arte e historia), mientras que las ciencias naturales se ocupan de investigar el reino de los objetos y sus leyes deterministas.
El dualismo mente-cuerpo, según el autor, es una intuición humana universal que, en el caso de Occidente, ha sido institucionalizada en la Academia moderna.
En disciplinas donde este dualismo es particularmente problemático, como en la antropología, se crea simplemente una grieta: los antropólogos biólogos se dedican al estudio de "huesos y piedras", mientras que los antropólogos culturales se centran en el campo más esotérico de la comprensión del factor social de los humanos.
Esta división ha llevado a un creciente número de universidades a dividir la labor de los antropólogos en departamentos separados o a tratar de conseguir que convivan ambas tendencias.
Más allá del dualismo: tomando en serio al cuerpo
Para Slingerland, este dualismo entre ciencias naturales y humanidades es un grave error. Según él, la mente es el cuerpo y el cuerpo es la mente, por lo que no debería existir una absurda brecha entre nuestra necesidad de certeza transparente y el denso mundo aparentemente carente de sentido.
Porque, señala el autor, el mundo en realidad es "razonable", no por la trascendencia, sino en un sentido eminentemente encarnado, antropocéntrico. El proceso de la evolución, por ejemplo, demuestra que existe un fuerte ajuste entre nuestros valores y deseos y la estructura del mundo en el que nos hemos desarrollado.
Tal y como argumenta Slingerland, el ser humano parece ser el único ser del reino animal que posee una fluidez cognitiva y una tecnología cultural para efectuar algunos cambios sustanciales en aquello que nos da placer, aquello que consideramos digno de perseguir y todo aquello que estimamos significativo.
Pero toda esta innovación cognitiva y cultural está en realidad varada, y en última instancia siempre quedará constreñida a la estructura del cuerpo.
Integración vertical
En su libro, por tanto, Slingerland trata de defender una aproximación integrada, "encarnada", del estudio de la cultura humana.
Si consideramos las humanidades más allá de la metafísica dualista, las estructuras de la cultura humana deberían verse conectadas a los objetos de estudio de las ciencias naturales, en lugar de sobrevolar mágicamente sobre ellos.
Los humanistas necesitan empezar a tomar en serio, por ejemplo, los descubrimientos sobre el conocimiento humano realizados por las neurociencias y la psicología, que cuestionan dogmas tan profundamente enraizados en nuestra cultura como el de la razón incorpórea o el del cerebro como "pizarra en blanco".
Para el autor, unir humanidades y ciencias naturales en una sola fórmula de conocimiento integrado sería la única manera de acabar con la actual invasión de discursos contingentes sin fin, de representaciones de las representaciones, en definitiva, con las enredadas formas de explicación que actualmente obstaculizan los estudios humanistas.
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