El gran problema de los superconductores actuales es que para que las resistencias desaparezcan hay que enfriarlos a temperaturas cercanas al cero absoluto. Esto es bastante farragoso, así que no es de extrañar que los físicos busquen sustancias superconductoras a temperatura ambiente. Eso facilitaría enormemente la tecnología maglev o la construcción de aceleradores de partículas.
Y hete aquí que Yoshihiko Takano y otros colegas del Instituto Nacional para la Ciencia de Materiales de Japón, que intentaban crear cierta clase de superconductor sumergiendo un compuesto en agua caliente y dejándolo empaparse en ella durante horas, decidieron improvisar un poco. Lo que hicieron fue
probar a empapar el compuesto en una mezcla de agua y etanol, y parece que la cosa fue bastante bien porque el 15% de la sustancia se tornó superconductora en agua y etanol caliente, que fue un resultado bastante mejor al de cuando solo usaron agua.
Y como al tal Takano le gusta el alcohol, después de una fiesta decidió seguir experimentando con otras sustancias alcohólicas, así que sumergió el compuesto en whisky, sake, vinos varios, shōchū y cerveza. Cuando se pusieron a evaluar los resultados, descubrieron que
el shōchū elevaba la conductividad un 23%, y el vino tinto un 62%.
Podemos imaginar la perplejidad de los científicos, y es que parece que la copita de vino no solo le vino bien a Yoshihiko Takano. ¡Qué ironía! A algunos superconductores parece sentarles bien el vino, mientras que los conductores no deberían ni probarlo.
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