E
sta investigación ha sido financiada parcialmente mediante una subvención de inicio (Starting Grant) del Consejo Europeo de Investigación (CEI). El proyecto en cuestión, titulado ICEPROXY y dotado de fondos por valor de casi 1,9 millones de euros, se dedicó a hallar «Biomarcadores lipídicos nuevos en el hielo polar: aplicaciones climáticas y ecológicas».
El análisis de un testigo de sedimentos procedente de la zona norte del Estrecho de Fram mostró que, con el tiempo, el manto de hielo sobre este paso ha sufrido cambios considerables. «Hemos reconstruido las distintas condiciones del hielo y observado que el Ártico "reacciona" de manera drástica incluso a fluctuaciones climáticas de corta duración», aseguró la autora principal, Juliane Müller, del Instituto Alfred Wegener (AWI) de Investigación Polar y Marina (Alemania).
Durante el Último máximo glacial (UMG), que tuvo lugar hace alrededor de 20.000 años, cuando más bajo era el nivel del mar y más gruesos eran los glaciares, el Estrecho de Fram se encontraba cubierto por una capa de hielo de manera permanente. Posteriormente, hace unos 15.000 años, hubo un periodo de calentamiento global que despejó de hielo este estrecho incluso en los meses invernales. Hay indicios de que en los últimos 5.000 años se ha producido una alternancia estacional, es decir, el estrecho habría estado cubierto de hielo en invierno y primavera y despejado en verano y otoño.
«El hielo marino es un componente crucial del sistema climático: las variaciones en el manto de hielo marino afectan al albedo [la cantidad de luz reflejada] de las regiones polares y también a la velocidad de formación de aguas profundas», se lee en el artículo. «Los cambios en el hielo marino de la zona norte del Océano Atlántico se han atribuido a cambios climáticos abruptos producidos al término del último ciclo glacial, pero son escasas las reconstrucciones que se han hecho de las condiciones del hielo marino.»
Los autores utilizaron dos biomarcadores complementarios entre sí para determinar el estado del hielo marino en el estrecho y analizaron restos de algas fósiles específicas depositadas en los estratos sedimentarios. La presencia del primer biomarcador, IP25, que es una molécula compleja producida por algas diminutas (diatomeas) que viven en el hielo marino, indica que el estrecho estaba cubierto de hielo. El segundo biomarcador es el brasicasterol, producido por fitoplancton que habita en mar abierto, y su presencia apunta a que el estrecho se encontraba despejado de hielo.
La ausencia de ambos marcadores, aducen los investigadores, es señal de un manto helado permanente, dado que la falta de luz y nutrientes bajo una capa gruesa de hielo impediría el crecimiento de algas. En cambio, si se encuentran ambos biomarcadores, indican una variación estacional en el manto de hielo.
Este nuevo método, que combina el IP25 con otros marcadores biológicos, podría facilitar información más precisa y detallada sobre el clima planetario del pasado, un campo de investigación que cada vez despierta mayor interés en la comunidad científica. «Hay numerosos proyectos internacionales de investigación sobre el Ártico que se dedican a examinar los cambios naturales en la extensión del manto de hielo marino antes de que el ser humano empezara a dejar su huella», informó el profesor Rüdiger Stein, geocientífico del AWI.
El Estrecho de Fram, un paso angosto entre el costado oriental de Groenlandia y la isla noruega de Spitsbergen, constituye la única vía de comunicación de aguas profundas (con una profundidad media de 2.600 metros) entre los océanos Ártico y Atlántico. El transporte de hielo marino a través de este estrecho ejerce una importante influencia sobre la circulación oceánica mundial y, por consiguiente, también en el clima del planeta.
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