Científicos canadienses han descubierto que el comportamiento de la mosca de la fruta depende de su entorno social: las respuestas químicas que generan estos insectos no sólo dependen del ritmo interno de cada individuo, sino que se regulan también en función del genotipo de sus iguales. Así, si la mosca está en un entorno genéticamente más diverso, se apareará más a menudo que si se encuentra en un grupo genéticamente homogéneo. Los científicos señalan que la importancia de esta investigación radica en que por primera vez se ha analizado a las moscas no sólo a nivel individual, sino también a nivel social.
Sabemos que las personas podemos ser influenciadas de diversas formas por nuestros iguales, cuando nos relacionamos con ellos en un determinado entorno. Ahora, dos estudios realizados por científicos de la Universidad de Toronto Mississauga, en Canadá, han demostrado que la llamada mosca de la fruta (la Drosophila melanogaster) también sufre este tipo de influencias.
La Drosophila melanogaster o mosca de la fruta recibe su nombre del hecho de que se la suele encontrar alimentándose de frutas en proceso de fermentación, tales como la manzana o la uva. Ahora, parece que su vida es más compleja de lo que se pensaba.
Según los resultados de los dos estudios realizados, y que han aparecido publicados en la revista especializada Current Biology, el entorno social de estas moscas puede cambiar la fisiología de cada individuo de la especie, su actividad genética y su comportamiento, e incluso sus hábitos de apareamiento.
Comunicación química y relaciones
Según explica uno de los autores del estudio, el profesor Joel Levine, del departamento de biología de dicha universidad, los científicos han podido demostrar que la comunicación química entre estos insectos está influenciada por las relaciones sociales, a pesar de que hasta el momento la mosca de la fruta no había sido considerada un insecto social.
Pero el caso es que las RESPUESTAS químicas individuales de las moscas se alteran rápidamente, en tan sólo un día, desde que el insecto se incorpora a un grupo nuevo. Este nivel de espontaneidad y plasticidad es complejo porque ocurre a muchos niveles: implica tejidos neuronales y no neuronales, cambios en la expresión genética y en la fisiología, así como cambios en el comportamiento.
Todos estos cambios están, además, interrelacionados unos con otros, explica Levine en un comunicado de la Universidad de Toronto.
El estudio de las moscas individuales, al tiempo que analiza su entorno social, es una perspectiva que no se ha dado en otros experimentos, centrados exclusivamente en el análisis, bien de los individuos, bien de sus entornos.
Estudios a diversos niveles
En uno de los estudios publicados, titulado "Social Experience Modifies Pheromone Expression and Mating Behavior in Male Drosophila melanogaster", Levine y sus colaboradores descubrieron que unas células especializadas denominadas oenocitos, encargadas de producir señales de comunicación química en forma de feromonas (sustancias químicas secretadas para provocar la atracción sexual) en estas moscas, operaban siguiendo un ritmo cicardiano interno (oscilaciones de variables biológicas en intervalos regulares de tiempo).
El reloj que marcaba dicho ritmo dependía, sin embargo, del grupo social de las moscas. Es decir, que en sus respuestas químicas influía su entorno social.
De hecho, los científicos descubrieron que las moscas macho en grupos mixtos (en los que las moscas se parecían menos unas a otras a nivel genético) producían señales químicas diferentes a las de las moscas macho de grupos genéticamente más uniformes.
En concreto, explicaron los investigadores, en Cell Biology, los machos de grupos mixtos se aparearon más frecuentemente que sus iguales de otros grupos más homogéneos.
Exploración a fondo
En el segundo estudio, los científicos exploraron más a fondo las conexiones entre la comunicación química de las moscas de la fruta y su entorno social.
Para evaluar el papel de dicho entorno, los investigadores estudiaron la química de machos individuales seleccionados de grupos compuestos por un genotipo, y lo compararon con muestras químicas de machos de grupos de genotipos mixtos.
Así, descubrieron que la respuesta química de un macho hacia otros individuos depende del genotipo de sus semejantes. Es decir, que dicha comunicación química sería una característica mudable, dependiente de la influencia del entorno social en que el insecto se encuentre.
Ambos hallazgos desafiarían la perspectiva tradicional de las relaciones y de los mecanismos subyacentes a los comportamientos sociales en estos insectos. Los descubrimientos han sido posibles gracias a un innovador método de disección de moscas desarrollado por un estudiante de la Universidad de Toronto Mississauga, y que permite abrir a la mosca de manera que las células estudiadas (los oenocitos) puedan ser aislados y analizados. De esta forma, se ha podido comprender el control celular de la producción de señales químicas, explican los investigadores.
La investigación también ha contado con nuevas herramientas informáticas para el análisis de las señales químicas, y con la aplicación de la biología evolutiva para el estudio de las relaciones entre las moscas.
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