A
l menos así lo parece demostrar un experimento reciente. Las pupilas no solamente se contraen frente a una luz brillante sino ante la ilusión de una luz aparentemente más brillante. En resultados previos ya se demostró que las pupilas se dilatan en ciertos casos, como cuando se toma una decisión, en donde no hay cambios de la iluminación.
Ahora, para demostrar, que la sola idea de iluminación afecta también el tamaño de las pupilas, Bruno Laeng y Tor Endestad, de la Universidad de Oslo, han medido los pequeños cambios en el tamaño de las mismas en unos voluntarios que participaron en el experimento. Usaron varias ilusiones ópticas (terminología habitual para las ilusiones que en realidad son psicológicas o mentales) en las que se disponían una serie de figuras geométricas, por ejemplo, figuras concéntricas en forma de lágrima formando una circunferencia.
En estas figuras, pese a que la cantidad de luz reflejada es exactamente la misma, su disposición en un sentido u otro de los elementos que la componen (ver figura) hace que en uno de los casos parezca más brillante a nuestra mente, pese a no serlo. Y esto provoca, según las medidas, que la pupila se contraiga precisamente en el caso más "brillante", pese a ser sólo una ilusión.
Para esto se dé se necesita que funciones más elevadas del cerebro, por ejemplo en el córtex cerebral visual, tengan un papel en el proceso y que no sea una mera respuesta refleja.
Nuestras pupilas, por tanto, algunas veces reaccionan basándose en lo que creemos y no en lo que realmente es. Nuestro cerebro anticipa lo que cree que está pasando y hace reaccionar a las pupilas en consonancia. Es decir, que lo que pensamos sobre lo brillante que puede ser un ambiente afecta a nuestras expectativas sobre el mismo.
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