En Europa existen datos climáticos que se remontan al siglo XVII pero "ni siquiera un 20% de la información registrada en el pasado está disponible para la comunidad científica", asegura Manola Brunet, autora principal del estudio e investigadora del Centro para el Cambio Climático en la URV.
Esta situación se agrava en continentes como África o Sudamérica donde la observación meteorológica no comenzó hasta mediados del siglo XIX. Así lo revela un estudio publicado en Climate Research, que pone de manifiesto la necesidad de la recuperación urgente de toda la información registrada en soportes perecederos.
"No descifrar los mensajes que encierran los registros climáticos del pasado conllevará perjuicios socioeconómicos, ya que seremos incapaces de afrontar los impactos actuales y futuros asociados al cambio climático y a un mundo más cálido", afirma Brunet.
España, junto a EE UU, Canadá, Holanda y Noruega, forma parte del reducido grupo de países que permite un acceso parcial a los datos históricos del clima. El resto del mundo no pone estos datos a disposición de la comunidad científica o del público general, a pesar de las recomendaciones de la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés).
Para superar las trabas políticas y legales que representa la reducida accesibilidad actual, "los gobiernos, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, deberían adoptar una resolución que contemplara abrir los datos históricos del clima", sugiere la investigadora.
Prediciendo olas de calor
Los servicios meteorológicos de todos los países se enfrentan a la tarea titánica de digitalizar toda la información climática histórica, registrada en papel y almacenada en archivos, bibliotecas y centros de investigación. Esta disparidad de soportes dificulta la accesibilidad, como también lo hace la finalidad con la que fue creado el propio servicio meteorológico.
"El objetivo principal ha sido operativo para ofrecer un servicio meteorológico a la sociedad, que quiere saber el tiempo que hará mañana", explica Brunet. En este sentido, la ciencia del clima (que estudia el conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan una región, no la predicción meteorológica) se ha convertido en la gran 'damnificada', al contar con menos recursos económicos que permitan digitalizar los datos, desarrollarlos y homogeneizarlos.
No obstante, en algunos países europeos, EE UU y Canadá, los servicios climáticos sí tienen un papel destacado. Gracias a ellos se explicaron y se pusieron en contexto la ola de calor del pasado verano en el este de Europa y las elevadas temperaturas que se registraron en el viejo continente en 2003.
"Si contáramos con todos los datos históricos registrados, podríamos evaluar con mayor fiabilidad con qué frecuencia pueden ocurrir estos fenómenos en el futuro", mantiene la experta.
Este tipo de información despierta un interés científico, social y también económico ya que, por ejemplo, las compañías aseguradoras fijan sus primas en función de los cambios que se esperan del clima. También los municipios y los gobiernos "quieren conocer las condiciones climáticas y sus futuros cambios para mejorar la ordenación territorial y evitar la urbanización de áreas susceptibles a sufrir inundaciones", concluye Brunet
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Esta situación se agrava en continentes como África o Sudamérica donde la observación meteorológica no comenzó hasta mediados del siglo XIX. Así lo revela un estudio publicado en Climate Research, que pone de manifiesto la necesidad de la recuperación urgente de toda la información registrada en soportes perecederos.
"No descifrar los mensajes que encierran los registros climáticos del pasado conllevará perjuicios socioeconómicos, ya que seremos incapaces de afrontar los impactos actuales y futuros asociados al cambio climático y a un mundo más cálido", afirma Brunet.
España, junto a EE UU, Canadá, Holanda y Noruega, forma parte del reducido grupo de países que permite un acceso parcial a los datos históricos del clima. El resto del mundo no pone estos datos a disposición de la comunidad científica o del público general, a pesar de las recomendaciones de la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés).
Para superar las trabas políticas y legales que representa la reducida accesibilidad actual, "los gobiernos, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, deberían adoptar una resolución que contemplara abrir los datos históricos del clima", sugiere la investigadora.
Prediciendo olas de calor
Los servicios meteorológicos de todos los países se enfrentan a la tarea titánica de digitalizar toda la información climática histórica, registrada en papel y almacenada en archivos, bibliotecas y centros de investigación. Esta disparidad de soportes dificulta la accesibilidad, como también lo hace la finalidad con la que fue creado el propio servicio meteorológico.
"El objetivo principal ha sido operativo para ofrecer un servicio meteorológico a la sociedad, que quiere saber el tiempo que hará mañana", explica Brunet. En este sentido, la ciencia del clima (que estudia el conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan una región, no la predicción meteorológica) se ha convertido en la gran 'damnificada', al contar con menos recursos económicos que permitan digitalizar los datos, desarrollarlos y homogeneizarlos.
No obstante, en algunos países europeos, EE UU y Canadá, los servicios climáticos sí tienen un papel destacado. Gracias a ellos se explicaron y se pusieron en contexto la ola de calor del pasado verano en el este de Europa y las elevadas temperaturas que se registraron en el viejo continente en 2003.
"Si contáramos con todos los datos históricos registrados, podríamos evaluar con mayor fiabilidad con qué frecuencia pueden ocurrir estos fenómenos en el futuro", mantiene la experta.
Este tipo de información despierta un interés científico, social y también económico ya que, por ejemplo, las compañías aseguradoras fijan sus primas en función de los cambios que se esperan del clima. También los municipios y los gobiernos "quieren conocer las condiciones climáticas y sus futuros cambios para mejorar la ordenación territorial y evitar la urbanización de áreas susceptibles a sufrir inundaciones", concluye Brunet
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