Los científicos ya sospechaban que podía haber tumbas milenarias de perros en el sur del continente, pero su existencia no se había constatado hasta ahora, con el descubrimiento de un enterramiento de 8.000 años en el yacimiento portugués de Poças de São Bento. Técnicos del Museo Nacional de Arqueología de Lisboa se desplazarán hoy hasta allí para intentar consolidar la sepultura in situ y trasladarla al Museo para su conservación y exposición al público.
El equipo de las excavaciones, dirigido por el catedrático de la UC Pablo Arias y Mariana Diniz, profesora de la Universidad de Lisboa, cuenta con la colaboración de investigadores del Instituto de Gestão do Património Arquitectónico e Arqueológico del Ministerio de Cultura portugués (IGESPAR), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de las universidades de Uppsala y Évora.
El perro fue el primer animal doméstico. Se sabe que algunos grupos de cazadores del final del Paleolítico y del Epipaleolítico ya convivían con este animal, tal como ha constatado este mismo equipo en la cueva de Anton Koba, en Guipúzcoa, donde se ha datado un perro de unos 13.250 años de antigüedad.
En el Mesolítico (10.000-6.000 años), el período correspondiente a los cazadores y recolectores que precedieron a la extensión de la agricultura y la ganadería por Europa, el perro se integró en prácticas rituales, tal como muestra la práctica de sepultar a estos animales en cementerios, en ocasiones con tumbas específicas para ellos, constatada en algunos lugares del norte de Europa, y ahora, también en el sur.
La investigación forma parte del proyecto SADO MESO, integrado en DOMATLAN, un programa del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC) financiado por el Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación y coordinado por Pablo Arias.
El equipo de las excavaciones, dirigido por el catedrático de la UC Pablo Arias y Mariana Diniz, profesora de la Universidad de Lisboa, cuenta con la colaboración de investigadores del Instituto de Gestão do Património Arquitectónico e Arqueológico del Ministerio de Cultura portugués (IGESPAR), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de las universidades de Uppsala y Évora.
El perro fue el primer animal doméstico. Se sabe que algunos grupos de cazadores del final del Paleolítico y del Epipaleolítico ya convivían con este animal, tal como ha constatado este mismo equipo en la cueva de Anton Koba, en Guipúzcoa, donde se ha datado un perro de unos 13.250 años de antigüedad.
En el Mesolítico (10.000-6.000 años), el período correspondiente a los cazadores y recolectores que precedieron a la extensión de la agricultura y la ganadería por Europa, el perro se integró en prácticas rituales, tal como muestra la práctica de sepultar a estos animales en cementerios, en ocasiones con tumbas específicas para ellos, constatada en algunos lugares del norte de Europa, y ahora, también en el sur.
La investigación forma parte del proyecto SADO MESO, integrado en DOMATLAN, un programa del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC) financiado por el Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación y coordinado por Pablo Arias.
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