Sabemos que la mayoría de las "especies pendientes de descubrir" del mundo se esconden en algunos de los entornos más amenazados del planeta», asegura Stuart Pimm, investigador del estudio. «Esto aumenta de forma importante la cantidad de especies amenazadas y en peligro en todo el planeta.»
Debido a una disposición de recursos limitada y a una aceleración de las amenazas a la naturaleza, los biólogos dedicados a la conservación han tratado desde hace tiempo identificar aquellas zonas del mundo en las que acciones de conservación efectivas permitan salvar a cuantas más especies se pueda. Son prioritarios, pues, los focos de biodiversidad en los que más hábitats se destruyen y en los que se encuentra una cantidad inusitadamente elevada de especies endémicas. No obstante, se plantea un problema: hasta la fecha no se sabe nada sobre muchas de las especies del planeta.
«Sabemos que poseemos un catálogo incompleto de la vida», reconoció Lucas Joppa, autor principal del estudio. «Si no sabemos cuántas especies existen ni dónde viven, entonces ¿cómo es posible conceder prioridad a la conservación de unas ubicaciones en detrimento de otras? ¿Y si los lugares que aún no conocemos son los que contienen la mayor cantidad de especies desconocidas?»
Para el estudio referido, los investigadores crearon un modelo que incorpora efectos taxonómicos en el tiempo para estimar cuántas especies de angiospermas, la base del concepto de los focos de biodiversidad, quedan por descubrir en todo el mundo. A continuación compararon dichas estimaciones con regiones identificadas en la actualidad como prioritarias para la conservación y descubrieron que existía una correspondencia entre los dos corpus de datos.
Gracias a los modelos se calculó que seis regiones ya identificadas por los conservacionistas como focos -a saber, de México a Panamá, Colombia, de Ecuador a Perú, Paraguay y el sur de Chile, el sur de África y Australia- contenían el 70 % de todas las especies pendientes de descubrir predichas. Sólo dos regiones que se calcula poseen una gran cantidad de especies no presentaron ningún foco de biodiversidad: la región de Angola hasta Zimbabue y el Norte de la región paleártica, que abarca zonas de Europa y Asia.
«Supuso un enorme alivio constatar que los lugares en los que ya estamos invirtiendo recursos concentren la mayoría de las especies no descubiertas», opinó David Roberts, uno de los investigadores de la Universidad de Kent. «No tenía por qué haber sido así.»
Los resultados del estudio muestran que los trabajos de conservación ya están encaminados a proteger las ubicaciones más adecuadas y permiten apreciar mejor la urgencia de dar solución al grave fenómeno global de extinciones. Los autores inciden en que resultados como estos ponen de manifiesto que es aún más importante si cabe conservar grandes extensiones de tierra.
La conclusión está clara: aunque no es posible salvar especies que no sabemos si existen, sí que lo es proteger los lugares en los que suponemos que viven.
Debido a una disposición de recursos limitada y a una aceleración de las amenazas a la naturaleza, los biólogos dedicados a la conservación han tratado desde hace tiempo identificar aquellas zonas del mundo en las que acciones de conservación efectivas permitan salvar a cuantas más especies se pueda. Son prioritarios, pues, los focos de biodiversidad en los que más hábitats se destruyen y en los que se encuentra una cantidad inusitadamente elevada de especies endémicas. No obstante, se plantea un problema: hasta la fecha no se sabe nada sobre muchas de las especies del planeta.
«Sabemos que poseemos un catálogo incompleto de la vida», reconoció Lucas Joppa, autor principal del estudio. «Si no sabemos cuántas especies existen ni dónde viven, entonces ¿cómo es posible conceder prioridad a la conservación de unas ubicaciones en detrimento de otras? ¿Y si los lugares que aún no conocemos son los que contienen la mayor cantidad de especies desconocidas?»
Para el estudio referido, los investigadores crearon un modelo que incorpora efectos taxonómicos en el tiempo para estimar cuántas especies de angiospermas, la base del concepto de los focos de biodiversidad, quedan por descubrir en todo el mundo. A continuación compararon dichas estimaciones con regiones identificadas en la actualidad como prioritarias para la conservación y descubrieron que existía una correspondencia entre los dos corpus de datos.
Gracias a los modelos se calculó que seis regiones ya identificadas por los conservacionistas como focos -a saber, de México a Panamá, Colombia, de Ecuador a Perú, Paraguay y el sur de Chile, el sur de África y Australia- contenían el 70 % de todas las especies pendientes de descubrir predichas. Sólo dos regiones que se calcula poseen una gran cantidad de especies no presentaron ningún foco de biodiversidad: la región de Angola hasta Zimbabue y el Norte de la región paleártica, que abarca zonas de Europa y Asia.
«Supuso un enorme alivio constatar que los lugares en los que ya estamos invirtiendo recursos concentren la mayoría de las especies no descubiertas», opinó David Roberts, uno de los investigadores de la Universidad de Kent. «No tenía por qué haber sido así.»
Los resultados del estudio muestran que los trabajos de conservación ya están encaminados a proteger las ubicaciones más adecuadas y permiten apreciar mejor la urgencia de dar solución al grave fenómeno global de extinciones. Los autores inciden en que resultados como estos ponen de manifiesto que es aún más importante si cabe conservar grandes extensiones de tierra.
La conclusión está clara: aunque no es posible salvar especies que no sabemos si existen, sí que lo es proteger los lugares en los que suponemos que viven.
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