Hemos localizado las fechas de 19 auroras observadas desde Barcelona a lo largo de 45 años de registros meteorológicos tomados entre finales del siglo XVIII y principios del XIX", destaca a SINC José Manuel Vaquero, profesor del Departamento de Física en la Universidad de Extremadura y coautor de un estudio que acaba de publicar la revista Advances in Space Research.
El fenómeno luminoso de las auroras ('boreales' en el hemisferio norte y 'australes' en el sur) se origina por los efectos de las tormentas solares, que provocan alteraciones en el campo geomagnético de la Tierra. Las auroras se observan sobre todo en los cielos de zonas próximas a los polos de la Tierra.
"Pero si se producen grandes tormentas solares, pueden verse en lugares con latitudes mucho más bajas, como Barcelona, aunque no son tan llamativas: la zona norte del cielo se aprecia de color rojo y, excepcionalmente, pueden observarse otros colores y algo de movimiento", explica Vaquero, quien no descarta ver de nuevo auroras en la Península Ibérica si se repiten las mismas condiciones.
El investigador destaca que lo más llamativo de los registros es el descenso abrupto del número de auroras a partir de 1793: "Algo que puede explicarse por un brusco descenso en la actividad solar, conocido como el 'mínimo de Dalton' (a principios del siglo XIX), y una disminución a lo largo del tiempo de la latitud geomagnética (ángulo entre un paralelo y el ecuador geomagnético cuya variación para Barcelona se ha estimado en este trabajo como 4 grados en aproximadamente cuarenta años)".
El ilustrado Francisco Salvá
El estudio se ha basado en las observaciones que realizó entre 1780 y 1825 el médico y físico Francisco Salvá y Campillo (1751-1828), impulsor en España de la renovación científica que promovía la Ilustración. El equipo de investigación, integrado también por científicos de la Universidad de Barcelona, ha accedido a sus manuscritos originales que se conservan en el Archivo de la Academia de Medicina de la ciudad condal.
En el siglo XVIII no existía una red de estaciones meteorológicas mantenida por el Estado español, y las únicas y muy escasas observaciones que quedan son las que realizaron aficionados como Salvá. Los registros sistemáticos del doctor se incluían dentro de sus observaciones meteorológicas instrumentales, que también tienen gran interés científico para caracterizar el clima de Barcelona durante aquel periodo.
Los registros de las 19 auroras se limitan a escuetas menciones, aunque hay una, la del 14 de noviembre de 1789, que incluye un descripción más detallada: "La aurora boreal del día 14 empezó al N-NE y corrió al O. A las 11h subía un poco por nuestro horizonte, y era poco encendida. Después subió y se coloró más. A las 5 de la mañana del 15 duraba aún, y tal vez la de este día era residuo de la anterior. A las 6 dadas de la noche ya se veía".
El fenómeno luminoso de las auroras ('boreales' en el hemisferio norte y 'australes' en el sur) se origina por los efectos de las tormentas solares, que provocan alteraciones en el campo geomagnético de la Tierra. Las auroras se observan sobre todo en los cielos de zonas próximas a los polos de la Tierra.
"Pero si se producen grandes tormentas solares, pueden verse en lugares con latitudes mucho más bajas, como Barcelona, aunque no son tan llamativas: la zona norte del cielo se aprecia de color rojo y, excepcionalmente, pueden observarse otros colores y algo de movimiento", explica Vaquero, quien no descarta ver de nuevo auroras en la Península Ibérica si se repiten las mismas condiciones.
El investigador destaca que lo más llamativo de los registros es el descenso abrupto del número de auroras a partir de 1793: "Algo que puede explicarse por un brusco descenso en la actividad solar, conocido como el 'mínimo de Dalton' (a principios del siglo XIX), y una disminución a lo largo del tiempo de la latitud geomagnética (ángulo entre un paralelo y el ecuador geomagnético cuya variación para Barcelona se ha estimado en este trabajo como 4 grados en aproximadamente cuarenta años)".
El ilustrado Francisco Salvá
El estudio se ha basado en las observaciones que realizó entre 1780 y 1825 el médico y físico Francisco Salvá y Campillo (1751-1828), impulsor en España de la renovación científica que promovía la Ilustración. El equipo de investigación, integrado también por científicos de la Universidad de Barcelona, ha accedido a sus manuscritos originales que se conservan en el Archivo de la Academia de Medicina de la ciudad condal.
En el siglo XVIII no existía una red de estaciones meteorológicas mantenida por el Estado español, y las únicas y muy escasas observaciones que quedan son las que realizaron aficionados como Salvá. Los registros sistemáticos del doctor se incluían dentro de sus observaciones meteorológicas instrumentales, que también tienen gran interés científico para caracterizar el clima de Barcelona durante aquel periodo.
Los registros de las 19 auroras se limitan a escuetas menciones, aunque hay una, la del 14 de noviembre de 1789, que incluye un descripción más detallada: "La aurora boreal del día 14 empezó al N-NE y corrió al O. A las 11h subía un poco por nuestro horizonte, y era poco encendida. Después subió y se coloró más. A las 5 de la mañana del 15 duraba aún, y tal vez la de este día era residuo de la anterior. A las 6 dadas de la noche ya se veía".
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