Una vez descubierto que no siempre habían existido los mismos seres vivos, la pregunta era qué mecanismo les llevaba a cambiar dando lugar a nuevas especies, o a extinguirse. El biólogo francés Jean Baptiste de Lamarck dio su respuesta en 1809 proponiendo como teoría evolutiva la herencia de los caracteres adquiridos: si una jirafa desarrolla un cuello más largo para llegar a las ramas de la copa de un árbol, sus descendientes también lo tendrán más largo. Esta teoría es errónea porque los caracteres adquiridos no son introducidos en el código genético de un ser vivo, que es lo que transmite a sus descendientes. En esa época, sin embargo, se desconocía cómo funcionaban los mecanismos de la herencia.
Corría el año 1858, cuando Charles Robert Darwin recibió un manuscrito de Alfred Russel Wallace en el cual reconoció las mismas conclusiones a las que él había llegado: era la selección natural la que provocaba la extinción y los procesos de cambio progresivo e irreversible en las especies. Extractos de los trabajos de Wallace y Darwin fueron publicados en el Journal of the Linnaean Society, el próximo 1 de julio hará 150 años, sin generar demasiado estruendo. A finales del año siguiente, Darwin publicó su libro "Sobre el Origen de las Especies, Mediante Selección Natural, o la Conservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida", que fue un éxito inmediato. En 2009 se celebrarán por todo lo alto los 150 años transcurridos desde su publicación junto con los 200 del nacimiento de Darwin.
Darwin, que trabajó en la teoría de la evolución por selección natural hasta su muerte, argumentó que los organismos de una especie común son distintos entre ellos; que se procrea más descendencia que la que sobrevive, de ahí la existencia de una lucha por la vida en la cual no todos los competidores tienen las mismas posibilidades. El resultado es la selección natural: sobreviven los más aptos, y a partir de ellos pueden surgir nuevas especies. Una especie puede dar lugar a varias, por ello la evolución tiene forma arbórea: al remontar en el tiempo, se descubre que especies aparentemente muy alejadas comparten un antepasado común. Utilizando el mismo ejemplo que antes para Lamarck: una jirafa más alta llegaría a las hojas más alejadas cuando hubiera falta de alimento. Esto le permitiría sobrevivir y reproducirse. Con el tiempo, este carácter se vería favorecido y las jirafas serían más altas. Quizás las más bajas evolucionarían de otro modo por su cuenta, por ejemplo empezando a comer insectos en las corteza, quizás se extinguirían…
El gran mérito, y a la vez la gran carencia de la teoría de Darwin cuando fue enunciada es que se desconocía sobre qué actuaba la selección natural, que es sobre el material genético. Algunos caracteres codificados por el ADN (ácido desoxirribonucleico) se verán favorecidos por el entorno, por ejemplo los ojos oscuros en lugares con mucho sol. Las mutaciones (alteraciones) en el mismo si aportan alguna ventaja al que las "sufre" (por ejemplo una mayor altura en las jirafas) facilitarán su supervivencia, y el carácter codificado pasará a la descendencia.
Las conclusiones sobre la selección natural de Darwin no hubieran sido posibles sin los científicos que le precedieron y acompañaron. Carl von Linneo fue un naturalista sueco que en el s. XVIII hizo una clasificación de los seres vivos en función de sus similitudes y diferencias morfológicas. Actualmente los seres vivos se clasifican en base a criterios genéticos, que son mucho más precisos, pues en ocasiones dos seres vivos tienen un órgano similar no porque sean cercanos "familiarmente" sino porque lo utilizan para lo mismo, y la evolución ha escogido la mejor forma para esa función en ambos casos. Pese a ello, las relaciones de parentesco de Linneo ayudaron a Darwin en sus investigaciones sobre la evolución.
Otro contribuyente a la teoría del británico fue el geólogo Charles Lyell, coétaneo de Darwin, con sus análisis de la edad de la Tierra, que cifró en millones de años, muy superior a la que anteriormente se consideraba. Asimismo abogó porque la superficie terrestre se modificaba por la acción de fuerzas naturales actuando durante largo tiempo. Ambas creencias daban un marco físico y temporal razonable para que pudiera actuar la selección natural y la especiación, que Darwin imaginaba como fenómenos extremadamente lentos.
Asimismo, las conclusiones de Darwin son indisociables del viaje que realizó como naturalista durante cinco años en el Beagle, un barco de la Armada Real británica. De 1831 a 1836, recorrió gran parte del hemisferio sur estudiando la fauna y la flora y recogiendo fósiles. Fueron las islas Galápagos, un archipiélago situado junto a Ecuador, con sus extrañas especies, seguramente originadas en Sudamérica, pero que habían evolucionado de un modo distinto según las características de "su isla" las que le reafirmaron en su teoría de la selección natural. La especiación requiere un aislamiento geográfico, puesto que si los individuos continúan hibridándose con la especie original nunca podrán diferenciarse lo bastante para constituir una especie independiente. En las Galápagos, la rica biodiversidad presente se vio favorecida por su aislamiento del continente y entre islas.
Otra ventaja que presentaron estas islas volcánicas para la explosión de especies fue que cuando empezaron a llegar algunos seres perdidos de tierra firme debían ser yermas, con lo cual había muchos nichos biológicos esperando a que alguien los ocupara. Lo mismo ocurre con las grandes extinciones. De repente, seres vivos que hasta entonces se veían limitados a su pequeño rincón, pueden colonizar otros hábitats. Por ejemplo, se cree que la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años hizo posible la expansión de los mamíferos.
La selección natural actúa eliminando a los seres con una peor adaptación al entorno en el que se encuentran. Su camino es resultado de una mezcla de azar, la introducción de un cambio en la especie, y la selección del mismo al ser más adecuado para la supervivencia, dando lugar en ocasiones a una nueva especie. Carece de un objetivo predeterminado, teológico u otro. Además, un cambio de condiciones medioambientales puede favorecer un carácter que antes estaba completamente "desaconsejado", es decir, que "el objetivo" varía: imaginemos que ocurre una glaciación, los osos con el pelo más grueso sobrevivirán mejor que los del pelo fino, que en cambio con las altas temperaturas se veían favorecidos.
La evolución es un hecho, mal que les pese a algunos movimientos antievolucionistas carentes de cualquier base científica, como el creacionismo, que ahora viene llamándose diseño inteligente. No hay duda sobre la realidad del cambio progresivo explicado por Darwin: las especies actuales descienden de otras anteriores, de manera lineal o ramificada (una especie dio lugar a varias, por ejemplo el hombre y el mono tienen un ancestro común). Tampoco queda ninguna duda de que la mayoría de este cambio evolutivo tiene lugar por selección natural. La teoría de la evolución ha sido corroborada innumerables veces desde por disciplinas científicas tan distintas como la geología, la paleontología, la anatomía comparada, la fisiología, la bioquímica, la etología, la biogeografía, la embriología y la genética molecular. Puesta continuamente a prueba por el avance cognitivo que aporta la investigación científica en todas ellas, la evolución continúa explicando maravillosamente bien cuál ha sido la historia de los seres vivos en la Tierra: 150 años, y tan en forma como el primer día.
There is grandeur in this view of life (...); whilst this planet has gone cycling on according to the fixed law of gravity, from so simple a beginning endless forms most beautiful and most wonderful have been, and are being, evolved.
"Hay grandeza en esta concepción de la vida (...); mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un comienzo tan sencillo, infinidad de formas cada vez más bellas y maravillosas." Charles Darwin
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