P
or mucho que se empeñen, las nubes no pueden apagar el verde vivo de los bosques europeos, a diferencia de lo que sucede en las junglas asiáticas, habitualmente cubiertas por una densa capa nubosa. Por medio de la fotosíntesis, los vegetales absorben carbono y aprovechan la energía solar para generar oxígeno. Es un proceso que evidentemente precisa de luz solar. La energía del sol incide sobre la superficie del planeta filtrada por la atmósfera, pero dicho filtro puede variar en función de múltiples factores como por ejemplo la cantidad de nubes presente.
«La nubosidad ejerce un impacto directo en los ecosistemas, puesto que influye en la temperatura y en la cantidad de luz disponible, así que las condiciones atmosféricas son tan importantes para la realización de la fotosíntesis como la propia luz solar», explicó el Dr. Otmar Urban, del Centro de Investigación sobre Cambio Global de Brno (República Checa), autor principal del estudio. «En estudios anteriores se mostró que un incremento de la nubosidad y la difusión resultante de la luz pueden en realidad potenciar la fotosíntesis de las cubiertas arbóreas, pero el mecanismo que lo posibilita escapaba a la ciencia.»
Por extraño que pueda parecer que el incremento de la nubosidad aumente la absorción de carbono en un ecosistema por medio de la fotosíntesis, el equipo científico checo asegura que el proceso viene motivado por la distribución equilibrada de la luz entre las hojas que se encuentran a distintas alturas de la cubierta forestal.
En el trabajo referido, los investigadores evaluaron la absorción neta de un bosque de pícea situado en las Montañas de Beskydy de su país en condiciones de nubosidad nula y elevada. Analizaron la cantidad de clorofila de las hojas en varias secciones de la cubierta arbórea para medir el correspondiente nivel de fotosíntesis.
Los datos recabados indican que se produce un incremento de la absorción de carbono en todo el ecosistema cuando es mayor la difusión de la luz solar, en días nublados. Según los autores, llegaron a esta conclusión tras comparar dicha luminosidad con la equivalente en días sin nubes.
Concretamente, los autores observaron que las ramas de los árboles situadas en lo más profundo de la cubierta arbórea influían en el balance total de carbono del bosque cuando el cielo estaba gris. En cambio, en días muy soleados, la aportación de las partes medias y en sombra de la cubierta arbórea era marginal o incluso negativa. En un día soleado, las ramas de la zona superior de la cubierta arbórea absorbían más de las tres cuartas partes del carbono absorbido, por sólo un 43 % en un día nublado, cuando la luz se distribuía de forma más homogénea.
«Esta investigación demuestra que la luz difusa resultante de una nubosidad densa repercute de manera determinante en la productividad de la vegetación», aseguró el Dr. Urban. «La capacidad de los bosques de no sólo adaptarse a la cantidad de luz que reciben por norma, sino también de sacar el máximo partido a esas condiciones, permite comprender el mecanismo por el que cada árbol consigue mantener una absorción tan elevada de carbono pese a estar a la sombra de árboles más altos.»
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