Los científicos acaban de localizar el área cerebral clave para sentir vergüenza, pero todavía quedan muchas incógnitas sin resolver sobre este incómodo sentimiento, pariente de la timidez y de la culpa, y definido como el malestar y sonrojo que nos genera el haber cometido un error o una acción deshonrosa o humillante.
Rubor facial, sudoración excesiva, tartamudeo o dificultad para articular palabras, sensación de quedarse con la “mente en blanco”, alteración del ritmo cardiaco.
Estos son algunos de los síntomas físicos y psicológicos habituales de esa turbación del ánimo, que suele encender el color de nuestro rostro, ocasionada por alguna falta cometida y que nos hace sentir expuestos al escrutinio crítico de nuestras propias miserias, debilidades y zonas oscuras por parte de los demás.
“Hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos”, afirmó el escritor español Baltasar Gracián (1601-1658), respecto de un sentimiento que al filósofo chino Confucio (551 aC-478 AdC) le inspiró la siguiente reflexión: “Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos”.
Sea como fuera, la ciencia también “tiene algo que decir” sobre ese sentimiento desasosegante y a menudo repentino que nos impulsa a pensar y a desear “¡Tierra, trágame!” y que en algunos casos incluso puede poner en peligro nuestra salud, al suponer una barrera en nuestra comunicación con el médico.
Un grupo de investigadores de la Universidad de California, en San Francisco y en Berkeley (EE.UU.), han identificado una parte del cerebro que resulta esencial para sentir vergüenza.
En el experimento, realizado entre pacientes de enfermedades neuro-degenerativas como el alzheimer, el parkinson o la esclerosis lateral, participaron 79 personas, a las que se les pidió que cantaran una canción muy popular, mientras se registraban sus signos vitales, y sus expresiones eran grabadas en vídeo.
También fueron grabadas las canciones que cantaron los participantes. Los investigadores hicieron que éstos las escucharan sin música; es decir, sólo el sonido de sus voces, a menudo desacompasado y desafinado.
Mientras tanto, evaluaron lo avergonzados que se sentían basándose en sus expresiones faciales y en indicadores fisiológicos como la sudoración y el ritmo cardiaco.
La actividad cerebral de todas las personas fue registrada mediante imágenes de resonancia magnética, que se utilizaron para medir el volumen de las diferentes regiones de su cerebro y valorar si los tamaños de estas zonas cerebrales podían predecir la vergüenza que sentían los participantes.
Los autores del trabajo comprobaron que las personas con una neuro-degeneración significativa en la corteza cingulada anterior pregenual eran menos propensos a sentir vergüenza. A mayor deterioro del tejido de esta área cerebral, menor era la vergüenza que sentían al escuchar su canción sin música.
“Las emociones como la vergüenza son particularmente vulnerables en las enfermedades neuro-degenerativas que se dirigen a los lóbulos frontales", ha señalado la doctora Virginia Sturm, responsable del estudio.
Según los investigadores, este trabajo podría ayudar en el diagnóstico precoz de personas con ciertas enfermedades que ocasionan el empeoramiento de muchas de las actividades corporales, incluyendo el equilibrio, el movimiento, el habla, la respiración y la función cardiaca.
EL PUDOR, UN “PROBLEMA DE SALUD”
Además, un mejor conocimiento de la base neurológica de las emociones sociales como la vergüenza podría ayudar a los familiares y cuidadores a comprender mejor los cambios de conducta más graves en sus seres queridos con dolencias de este tipo, de acuerdo a los investigadores americanos.
Además de las neuro-degenerativas, la vergüenza guarda relación con otras enfermedades inflamatorias, como la de Crohn y la colitis ulcerosa, y otras problemas de salud, como la eyaculación precoz, la disfunción eréctil o el síndrome de vejiga hiperactiva.
“La vergüenza y el pudor juegan un papel crucial en la consulta del médico cuando un paciente trata de comentar algunos síntomas de su enfermedad, y ésta toca ámbitos de su intimidad”, adevierten desde la Confederación de Asociaciones de Enfermos de Crohn y Colitis Ulcerosa de España (ACCU-E).
Según los expertos de ACCU-E, estos sentimientos se observan sobre todo en patologías que tienen que ver con la esfera sexual o problemas digestivos o escatológicos, y provocan retrasos en el diagnóstico y tratamiento y perjuicios en la calidad de vida.
La asociación señala que al principio es posible que el paciente no se atreva y busque la palabra fina o la palabra técnica o el término médico, porque haya palabras que le parezcan vulgares o no le sean cómodas, y dude sobre cuál es la adecuada.
Para romper las barreras de comunicación con el médico, ACCU-E propone a los “pacientes vergonzosos” que recopilen un glosario amplio de términos relacionados con su enfermedad para conocer bien sus significados y que sean útiles para expresarse sin complejos y correctamente.
La asociación también recomienda aceptar que es natural que, dependiendo del médico y de cómo marque la pauta de la entrevista, se tenga la sensación de que no sabe lo que uno está viviendo y al final hasta se nos olviden las cosas.
“También hay que aceptar, que a todos nos pasa, que no todos los días son iguales y algunos nos cuesta más hablar y no decimos lo que queremos decir o no sabemos explicarlo”, señalan desde ACCU-E.
¿Quien no se ha sentido alguna vez avergonzado por algo que haya dicho, hecho, pensado, protagonizado o incluso presenciado?.
La mayoría de las personas pasan puntualmente por situaciones que los avergüenzan, aunque para algunas de ellas este sentimiento se transforma en la regla, en lugar de la excepción, con lo que su vida social se ve muy afectada.
El miedo a las situaciones sociales en las podría ser observado por los demás o a hacer algo o a comportarse de una manera que pueda ser humillante o embarazosa, lo impulsa al vergonzoso a escapar, evitar esas situaciones, lo cual a la larga le causa malestar, sensación de incompetencia y aislamiento.
Si la persona vergonzosa no consigue adaptarse a los grupos humanos con los que se relaciona, sus síntomas y actitudes pueden originarle un bajo rendimiento académico o laboral.
¿En que consiste exactamente la vergüenza, desde el punto de vista psicológico?. Para el psicólogo clínico Vicente Prieto, es "una actitud de inhibición o bloqueo conductual como consecuencia de sentir temor cuando la persona tiene que relacionarse con los demás".
PERFIL DEL AVERGONZADO CRÓNICO
Según Prieto, quienes se avergüenzan permanentemente "tienen muy pocas habilidades sociales: no mantienen el contacto ocular, su tono de voz es bajo, les cuesta iniciar conversaciones, solicitar ayuda, hacer críticas, invitar a salir a alguien, dar sus opiniones y expresar afecto. Tienen pensamientos negativos relacionados con el 'qué dirán de mí' y experimentan mucha ansiedad".
Para el filósofo británico Bernard Williams, “en la experiencia de vergüenza, el ser entero de uno mismo parece disminuido. El otro ve todo lo mío y a través mío, incluso si la ocasión de vergüenza se da en mi superficie, por ejemplo en mi apariencia”.
“En la sensación de embarazo, no hay sólo el deseo de esconder o de esconder mi cara, sino el deseo de desaparecer, de no estar ahí. No es sólo el deseo de que te trague la tierra, sino más bien el deseo de que el espacio ocupado por mí se quede vacío”, explica el pensador británico.
De acuerdo a la socióloga y antropóloga Ángeles Rubio, "este temor que surge como consecuencia de la falta de seguridad en uno mismo o de confianza en que seremos queridos y aceptados, puede tener su origen en la infancia si el niño se ha sentido rechazado o se ha educado en un ambiente familiar donde está sobreprotegido".
"Si un niño ha sufrido burlas, amenazas y críticas en el ambiente familiar, escolar o con los amigos, es propenso a desarrollar timidez. Aunque la vergüenza también puede ser un comportamiento aprendido de unos padres tímidos, que restringen sus actividades sociales y se relacionan poco, porque los pequeños los imitan" según la psicóloga clínica Elena Borges.
"Una de las soluciones para escapar de la vergüenza es darse cuenta de que otras personas no siempre lo ven como una imagen negativa cuando comete un error en público," explica Andre Modigliani, profesor de sociología en la Universidad de Michigan, en Ann Arbor (EE.UU.).
Agrega que "la mayor parte de la mortificación está en la propia mente del vergonzoso, porque los estudios revelan que las mayoría de los espectadores en realidad son muy comprensivos cuando otras personas se avergüenzan a sí mismas".
"Las investigaciones muestran que quienes se avergüenzan, lo admiten y después siguen incondicionalmente, son bien queridos. Eso los hace ver como más humanos. No demuestra ningún defecto en su carácter, sino que el incidente vergonzoso no fue nada más que un breve fallo," según Edward Gross, profesor de emérito de la Universidad de Washington en Seattle (EE.UU.).
Los profesores Modigliani y Gross recuerdan el caso del actor británico Richard Harris, quien una tarde olvidó la letra de una canción que cantaba en su papel de Rey Arturo en Camelot.
Harris se detuvo, interrumpió la orquesta, se acercó a la orilla del escenario y dijo: "¡Cuatrocientas veintiocho representaciones y he olvidado la letra de la canción! ¿Lo pueden creer?".
El actor recibió una ovación del público que se puso de pie, alguien le indicó la letra de la canción y entonces prosiguió con su memorable representación.
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