Estos hallazgos son fruto del proyecto METAHIT («Metagenómica del tracto intestinal humano»), financiado en parte a través del área temática «Salud» del Séptimo Programa Marco (7PM). METAHIT, al que se adjudicaron fondos europeos por valor de 11,4 millones de euros, es un proyecto de 4 años de duración que se inició en 2008 y en el que participan 14 socios de China, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, España y Reino Unido. El principal objetivo de METAHIT consiste en averiguar los vínculos que existen entre los genes de la microbiota intestinal humana, la salud y enfermedades importantes.
En el intestino humano existen bacterias que participan en la digestión de los alimentos, la descomposición de toxinas, la producción de algunas vitaminas y aminoácidos esenciales y la formación de barreras contra organismos invasores. La composición de esta comunidad bacteriana varía considerablemente entre personas.
Los autores del estudio referido analizaron, en primer lugar, la microbiota intestinal en muestras de excrementos de 39 individuos de 3 continentes (Europa, Asia y América). Posteriormente ampliaron el estudio con 85 personas de Dinamarca y otras 154 de América. Concluyeron que todos los individuos analizados podían clasificarse en tres grupos conforme a las especies de bacterias halladas en grandes cantidades en su intestino.
«Observamos que las combinaciones de microbios halladas en el intestino humano distan de ser casuales», explicó Peer Bork, investigador jefe del EMBL. «La flora intestinal humana puede conformar tres tipos de comunidades, tres ecosistemas distintos, por así decir.»
Por el momento se desconoce la razón de que la microbiota intestinal varíe de un individuo a otro, pero los autores aventuran que podría obedecer a la manera en que cada sistema inmunitario diferencia entre bacterias «buenas» y «malas». Otra explicación posible es que se deba a que en las células existen distintas formas de librarse del hidrógeno residual.
Este trabajo sugiere además que factores como la edad, el sexo y el índice de masa corporal pueden no determinar el tipo intestinal, pero sí que influyen en cierta medida. Por ejemplo, se observó que en los intestinos de las personas de más edad solía participar un mayor número de genes microbianos en la descomposición de los hidratos de carbono. En opinión de los investigadores, ello es indicio de que, a medida que se envejece y de manera natural, el organismo pierde eficiencia en el procesamiento de los nutrientes, por lo que son las bacterias las que tienen que realizar esta función para poder sobrevivir en el intestino.
El Dr. Bork explicó lo que se desprende de estos hallazgos de cara al diagnóstico de enfermedades como el cáncer colorrectal.
«La existencia de genes bacterianos asociados a rasgos como la edad y el peso sugiere que también pueden existir marcadores de características como la obesidad o enfermedades como el cáncer colorrectal», señaló el Dr. Bork, «que podrían poseer relevancia para el diagnóstico y el pronóstico».
Así pues, además de preguntarle su grupo sanguíneo y si padece alergias, próximamente su médico podría interesarse por su tipo intestinal y por la clase de bacterias que habitan en su intestino.
En el intestino humano existen bacterias que participan en la digestión de los alimentos, la descomposición de toxinas, la producción de algunas vitaminas y aminoácidos esenciales y la formación de barreras contra organismos invasores. La composición de esta comunidad bacteriana varía considerablemente entre personas.
Los autores del estudio referido analizaron, en primer lugar, la microbiota intestinal en muestras de excrementos de 39 individuos de 3 continentes (Europa, Asia y América). Posteriormente ampliaron el estudio con 85 personas de Dinamarca y otras 154 de América. Concluyeron que todos los individuos analizados podían clasificarse en tres grupos conforme a las especies de bacterias halladas en grandes cantidades en su intestino.
«Observamos que las combinaciones de microbios halladas en el intestino humano distan de ser casuales», explicó Peer Bork, investigador jefe del EMBL. «La flora intestinal humana puede conformar tres tipos de comunidades, tres ecosistemas distintos, por así decir.»
Por el momento se desconoce la razón de que la microbiota intestinal varíe de un individuo a otro, pero los autores aventuran que podría obedecer a la manera en que cada sistema inmunitario diferencia entre bacterias «buenas» y «malas». Otra explicación posible es que se deba a que en las células existen distintas formas de librarse del hidrógeno residual.
Este trabajo sugiere además que factores como la edad, el sexo y el índice de masa corporal pueden no determinar el tipo intestinal, pero sí que influyen en cierta medida. Por ejemplo, se observó que en los intestinos de las personas de más edad solía participar un mayor número de genes microbianos en la descomposición de los hidratos de carbono. En opinión de los investigadores, ello es indicio de que, a medida que se envejece y de manera natural, el organismo pierde eficiencia en el procesamiento de los nutrientes, por lo que son las bacterias las que tienen que realizar esta función para poder sobrevivir en el intestino.
El Dr. Bork explicó lo que se desprende de estos hallazgos de cara al diagnóstico de enfermedades como el cáncer colorrectal.
«La existencia de genes bacterianos asociados a rasgos como la edad y el peso sugiere que también pueden existir marcadores de características como la obesidad o enfermedades como el cáncer colorrectal», señaló el Dr. Bork, «que podrían poseer relevancia para el diagnóstico y el pronóstico».
Así pues, además de preguntarle su grupo sanguíneo y si padece alergias, próximamente su médico podría interesarse por su tipo intestinal y por la clase de bacterias que habitan en su intestino.
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