La Phidippus clarus es una araña muy agresiva que tiende a entablar bastantes peleas con sus congéneres. En las batallas entre machos, el individuo mayor y más pesado es el que gana. Primeramente, forcejean empujándose el uno al otro como luchadores de sumo. Estos forcejeos permiten a los machos medir sus fuerzas antes de ir a más y comenzar a causarse daños. Los machos raras veces llegan a resolver sus disputas infligiéndose daños.
Pero cuando el equipo de Damian Elias, de la Universidad de California en Berkeley, y Carlos Botero, del Centro Nacional de Síntesis Evolutiva en Durham, observó las peleas entre hembras, descubrió que ellas luchan de una manera muchísimo más feroz. Omiten los forcejeos iniciales y van directas a hacerse unas a otras tanto daño como puedan. "Los machos tienen una forma mucho más gentil de combatir, mientras que en las hembras es una guerra sin cuartel", describe Elias.
Y a diferencia de las peleas entre machos, las contiendas entre hembras, tal como observaron los investigadores, a menudo son combates a muerte. Ninguna se rinde, ni siquiera cuando está perdiendo claramente la pelea. Sólo dejan de luchar cuando mueren o quedan tan gravemente heridas que ya no pueden pelear aunque quieran hacerlo.
Los investigadores no pudieron predecir cuál ganaría basándose en el tamaño o la fuerza física, lo cual fue bastante inesperado. Otros factores que se creyó que podrían explicar cuál era la ventaja que llevaba a ganar a unas arañas sobre otras también fueron puestos a prueba y descartados.
La explicación vino finalmente del grado de motivación de cada araña para poseer un nido. Las hembras más cercanas a la edad de reproducción eran las más rabiosas y desesperadas, y eso era lo que las hacía más peligrosas.
Las arañas Phidippus clarus viven en nidos que construyen usando seda y hojas enrolladas. Mientras que los machos son nómadas y van de un nido a otro en busca de pareja, las hembras generalmente permanecen en el suyo y lo defienden contra las intrusas.
Antes de que una araña esté lista para reproducirse, debe primero despojarse de su dura cubierta exterior y crecer hasta el tamaño adulto a través de un proceso durante el cual son muy vulnerables a los depredadores. Si una araña está muy próxima a iniciar ese proceso y no tiene un nido en ese momento, es muy probable que no sobreviva.
Las hembras necesitan la seguridad de sus nidos mientras experimentan esa transformación, y para aparearse y luego criar a su descendencia. Encontrar un buen nido se vuelve más crítico a medida que están más próximas a iniciar esa etapa de sus vidas.
Pero cuando el equipo de Damian Elias, de la Universidad de California en Berkeley, y Carlos Botero, del Centro Nacional de Síntesis Evolutiva en Durham, observó las peleas entre hembras, descubrió que ellas luchan de una manera muchísimo más feroz. Omiten los forcejeos iniciales y van directas a hacerse unas a otras tanto daño como puedan. "Los machos tienen una forma mucho más gentil de combatir, mientras que en las hembras es una guerra sin cuartel", describe Elias.
Y a diferencia de las peleas entre machos, las contiendas entre hembras, tal como observaron los investigadores, a menudo son combates a muerte. Ninguna se rinde, ni siquiera cuando está perdiendo claramente la pelea. Sólo dejan de luchar cuando mueren o quedan tan gravemente heridas que ya no pueden pelear aunque quieran hacerlo.
Los investigadores no pudieron predecir cuál ganaría basándose en el tamaño o la fuerza física, lo cual fue bastante inesperado. Otros factores que se creyó que podrían explicar cuál era la ventaja que llevaba a ganar a unas arañas sobre otras también fueron puestos a prueba y descartados.
La explicación vino finalmente del grado de motivación de cada araña para poseer un nido. Las hembras más cercanas a la edad de reproducción eran las más rabiosas y desesperadas, y eso era lo que las hacía más peligrosas.
Las arañas Phidippus clarus viven en nidos que construyen usando seda y hojas enrolladas. Mientras que los machos son nómadas y van de un nido a otro en busca de pareja, las hembras generalmente permanecen en el suyo y lo defienden contra las intrusas.
Antes de que una araña esté lista para reproducirse, debe primero despojarse de su dura cubierta exterior y crecer hasta el tamaño adulto a través de un proceso durante el cual son muy vulnerables a los depredadores. Si una araña está muy próxima a iniciar ese proceso y no tiene un nido en ese momento, es muy probable que no sobreviva.
Las hembras necesitan la seguridad de sus nidos mientras experimentan esa transformación, y para aparearse y luego criar a su descendencia. Encontrar un buen nido se vuelve más crítico a medida que están más próximas a iniciar esa etapa de sus vidas.
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