E
l estudio procede del proyecto REFCOM («Orígenes de la comunicación referencial»), financiado con 1,5 millones de euros a través de la línea presupuestaria «Ciencias y tecnologías nuevas y emergentes» del Sexto Programa Marco (6PM). Los socios de REFCOM estudiaron las características que definen la cognición humana desde varios puntos de vista científicos y técnicos con el objetivo de proponer un modelo que explique por qué y cómo evolucionó la forma tan peculiar de comunicación de los humanos.
«Se ha sugerido que el estudio del perro doméstico puede ayudar a explicar la evolución de las capacidades comunicativas humanas, dado que el perro ha atravesado una selección dirigida a vivir en un entorno humano y comunicarse con el hombre desde hace más de 10.000 años», explicó la Dra. Márta Gácsi de la Universidad Eötvös (Hungría).
Como especie, el perro supera a chimpancés y lobos en una prueba que mide el grado de entendimiento de un gesto humano para elegir entre dos recipientes. El hecho de prestar atención u observar a los humanos con más detenimiento ayuda a los animales a comprenderles mejor. Se ha demostrado que esta tendencia de los perros influye en que rindan mejor en pruebas en las que también participaron lobos.
No obstante, no conviene generalizar que los perros comprenden mejor los gestos humanos que los lobos (los chimpancés se encuentran a otro nivel). Algunos perros no responden adecuadamente a estas señales. En el estudio referido, los científicos investigaron si los perros criados de manera selectiva para cooperar con humanos en tareas mediante indicaciones visuales, como por ejemplo los perros pastores, respondían mejor a indicaciones gestuales que los perros criados para realizar tareas que no requieran comunicación visual, como por ejemplo los perros de tiro.
El equipo estudió 180 perros separados en tres grupos: trabajadores cooperativos (pastores y de caza), trabajadores independientes (sabuesos, de tiro, guardianes de ganado y cazadores subterráneos) y perros que no se enmarcaban en ninguna raza determinada. La edad de todos ellos se encontraba entre dos y tres años, todos se habían socializado en familias humanas al mismo nivel, daban paseos regulares, atendían a órdenes básicas de obediencia y no vivían atados a una cadena ni encerrados en una jaula.
Cada perro se sometió a veinte pruebas: sujetos por sus dueños, observaron a un investigador colocar dos cuencos en el suelo, uno de ellos con un trozo de comida de la que el perro tenía conocimiento. El investigador establecía contacto visual con el perro, señalaba el cuenco y bajaba su brazo. Entonces los dueños soltaban a sus perros y éstos fueron observados para ver qué cuenco elegían. La duda estribaba en si los perros se fiarían de su memoria (dónde habían encontrado antes la comida) o del signo gestual.
Aunque sin duda todos los perros respondieron al gesto humano, los trabajadores cooperativos superaron tanto a los trabajadores independientes como a los perros sin raza determinada. Los investigadores opinan que esto «puede que no sea atribuible a diferencias en las capacidades cognitivas [de los perros], sino que indique una tendencia genética a responder a estímulos sociales en un contexto de cooperación». La diferencia entre razas, argumentan, es contraria a la noción que indica que los perros adquirieron esta sensibilidad social concreta durante el proceso de amaestramiento.
Los investigadores también estudiaron diferencias en las reacciones entre perros con hocicos más cortos y ojos situados más al frente y aquellos con el hocico más alargado y los ojos más laterales. Los primeros superaron mejor las pruebas. Esto se atribuyó a la capacidad de centrarse en lo que se sitúa frente a ellos y no distraerse con información procedente del campo visual periférico.
Según la Dra. Gácsi, este estudio es el primero que logra poner de manifiesto diferencias sustanciales en la respuesta de distintas razas de perros ante este tipo de prueba con dos objetos a elegir e indicaciones humanas. «A pesar de que estos resultados pueden parecer poco sorprendentes», declaró, «hay una tendencia general a presuponer causas genéticas para justificar las diferencias en la comprensión entre perros y lobos. Nuestros resultados indican que la comunidad científica no ha de elegir a la ligera la raza de animal utilizada al realizar experimentos de conducta.»
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