La piel humana tiene una enorme cantidad de bacterias que se transfieren con relativa facilidad a las superficies que tocamos, estas bacterias tienen la capacidad de persistir durante semanas e incluso meses en superficies cotidianas, ya que son extremadamente resistentes al estrés ambiental.
Según algunos estudios las comunidades naturales de nuestras manos se recuperan pocas horas después de lavarlas. Esta capacidad es consecuencia del ambiente que habitan, tan sólo has de pensar en la actividad diaria de tus manos, la cantidad de superficies y químicos con los que entra en contacto, el continuo lavado con jabones, y un sin fin de situaciones que dificultarían el crecimiento de muchos microorganismos. Sin embargo cada noche cuando vas a dormir las comunidades bacterianas se estabilizan de forma única.
Comunidades que son constantes y resistentes, y lo más importante, exclusivas de cada individuo. Según los estudios entre las palmas de las manos de dos personas cualquiera, tan sólo un 13% de los filotipos bacterianos son comunes, existiendo diferencias importantes incluso entre gemelos idénticos.
Con estas premisas se diseñó un experimento para ver la capacidad de la "huella dactilar bacteriana".
Para ello se tomaron muestras de los teclados de tres ordenadores y se compararon las comunidades que habitaban en las teclas con las de las manos de sus dueños. Tras analizar y secuenciar se comprobó que las huellas bacterianas tenían una similitud muy fuerte que permitía discriminar con seguridad quién había tocado cada teclado.
Sin embargo la técnica tiene algunos problemas, entre ellos la necesidad de crear una base de datos que contenga los microbiomas (huellas bacterianas) con el fin de realizar comparaciones rápidas. Aunque como de costumbre aparecen problemas bioéticos y es que las pruebas indican que nuestro microbioma nos hace más únicos que nuestro propio genoma.
Aún así el potencial de este método permitiría resolver situaciones que a día de hoy están fuera de nuestro alcance, como por ejemplo obtener perfiles de huellas incompletas o incluso de zonas en las que antes no era posible, cómo telas o superficies con relieves.
Según algunos estudios las comunidades naturales de nuestras manos se recuperan pocas horas después de lavarlas. Esta capacidad es consecuencia del ambiente que habitan, tan sólo has de pensar en la actividad diaria de tus manos, la cantidad de superficies y químicos con los que entra en contacto, el continuo lavado con jabones, y un sin fin de situaciones que dificultarían el crecimiento de muchos microorganismos. Sin embargo cada noche cuando vas a dormir las comunidades bacterianas se estabilizan de forma única.
Comunidades que son constantes y resistentes, y lo más importante, exclusivas de cada individuo. Según los estudios entre las palmas de las manos de dos personas cualquiera, tan sólo un 13% de los filotipos bacterianos son comunes, existiendo diferencias importantes incluso entre gemelos idénticos.
Con estas premisas se diseñó un experimento para ver la capacidad de la "huella dactilar bacteriana".
Para ello se tomaron muestras de los teclados de tres ordenadores y se compararon las comunidades que habitaban en las teclas con las de las manos de sus dueños. Tras analizar y secuenciar se comprobó que las huellas bacterianas tenían una similitud muy fuerte que permitía discriminar con seguridad quién había tocado cada teclado.
Sin embargo la técnica tiene algunos problemas, entre ellos la necesidad de crear una base de datos que contenga los microbiomas (huellas bacterianas) con el fin de realizar comparaciones rápidas. Aunque como de costumbre aparecen problemas bioéticos y es que las pruebas indican que nuestro microbioma nos hace más únicos que nuestro propio genoma.
Aún así el potencial de este método permitiría resolver situaciones que a día de hoy están fuera de nuestro alcance, como por ejemplo obtener perfiles de huellas incompletas o incluso de zonas en las que antes no era posible, cómo telas o superficies con relieves.
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