La incesante y sistemática búsqueda de planetas similares a la Tierra y, por lo tanto, capaces de albergar vida, pone (de nuevo) sobre el tapete la inquietante cuestión de un hipotético contacto con extraterrestres, seres inteligentes que vivirían en regiones alejadas del universo. Ahora bien, ¿es realmente posible ese tipo de contacto? Y si lo es ¿cómo se produciría y qué implicaciones tendría para nosotros? El reciente descubrimiento de Gliese 581g, un planeta a "sólo" veinte años luz de distancia y que tiene, por ahora, más posibilidades que ningún otro conocido de ser apto para la vida, ha reabierto esta polémica cuestión, que hoy por hoy está en la frontera misma entre la Ciencia y la ciencia ficción.
A esta nueva oleada de expectación ha contribuido (¿simple casualidad o prueba?) la "señal" luminosa descubierta hace dos años por el prestigioso astrónomo australiano y miembro del programa SETI Ragbir Bhathal en la misma región de espacio que ocupa el planeta recién descubierto. Una señal que, además, fue captada mucho antes de que se supiera que allí, alrededor de la enana roja Gliese 581 existen, efectivamente, planetas "potencialmente habitables".
Pero veamos. Supongamos que, efectivamente, el pulso luminoso registrado por Bhathal en diciembre de 2008 fuera emitido por una civilización extraterrestre. ¿Cómo sería un contacto con ella? Veinte años luz, que es la distancia que nos separa de esos hipotéticos vecinos, es un recorrido que, a pesar de resultarnos inalcanzable, es realmente muy pequeño si se compara con el tamaño del universo, que los últimos cálculos cifran en 13.700 millones de años luz. Un año luz equivale a 9,6 billones de km., y se llama así porque un año es, precisamente, el tiempo que tarda un rayo de luz en recorrer esa distancia, a razón de 300.000 km por segundo. Si quisiéramos expresar el tamaño del universo en km. la cifra tendría kilómetros de longitud.
Respuesta en 20 años
Por lo tanto, la señal captada en la Tierra por Bhathal en 2008 partió de las proximidades de Gliese 581 veinte años antes de esa fecha, pongamos que en diciembre de 1988. Desde entonces, la señal ha estado viajando por el espacio (a 300.000 km. por segundo), para cubrir la inmensa distancia (20 años luz = 192 billones de km) hasta alcanzar los instrumentos de medición del científico australiano.
Vayamos ahora un poco más allá y supongamos que la señal fuera, efectivamente, una especie de "hola" lanzado al espacio por seres inteligentes. Nuestra contestación a ese "saludo", suponiendo que fuera emitida inmediatamente después de recibirlo, tardaría, pues, otros veinte años en llegar a Gliese581. ¿Se imaginan una conversación en esos términos, con cada mensaje separado por un mínimo de cuarenta años (veinte de ida y veinte de vuelta) de su respuesta?
Para hacernos una idea de las escalas de las que estamos hablando, baste decir que todo nuestro Sistema Solar (desde el Sol hasta Plutón), apenas si mide unos minutos luz (algo más de 6.000 millones de km.). Un simple suspiro incluso si lo comparamos con la distancia que nos separa de nuestra vecina más inmediata, Alfa Centauri, la estrella más próxima a nosotros, que es de unos 4 años luz (38,4 billones de km.). Gliese 581g está cinco veces más lejos.
Aún más lejos
La cosa, por supuesto, puede complicarse todavía mucho más si ponemos el punto de mira en algún punto más alejado que Gliese 581g. Baste con pensar, por ejemplo, que la distancia de nuestro Sol hasta el centro de la galaxia en que vivimos, la Vía Láctea, es de unos 28.000 años luz. O que la distancia de la Vía Láctea a la galaxia más cercana, Andrómeda, es de unos dos millones de años luz, lo que significa que cuando la observamos, la vemos como era en un tiempo en que el ser humano se parecía más a un mono que a un hombre... Y existen miles de millones de galaxias, hasta los límites mismos de nuestro universo. Las más alejadas que se han visto hasta ahora están a distancias inconmensurables, a más de 13.000 millones de años luz de nosotros.
Con nuestra tecnología, pues, sería del todo imposible mantener un contacto estable con cualquier civilización extraterrestre, incluso si ésta viviera en un lugar tan "cercano" como es Gliese 581g. Por no hablar de la posibilidad de viajar físicamente hasta allí. Por ahora, las naves humanas que más lejos han llegado son las sondas Pioneer 10 y 11, lanzadas a principios de los setenta y que hoy, cuatro décadas más tarde, apenas si están saliendo del Sistema Solar. A la velocidad de la que son capaces nuestras naves, se tardarían decenas de miles de años en alcanzar Gliese 581G, y muchos millones de años si pretendiéramos el modesto objetivo de llegar, por ejemplo, hasta la región central de nuestra proia galaxia.
Civilización más avanzada
Lo que nos lleva a pensar que, si a pesar de todo el contacto se produjera, sería con una civilización muchísimo más avanzada que la nuestra y capaz, por lo tanto de sortear o minimizar los problemas planteados por las inmensas distancias a cubrir. Hace apenas un par de meses, el físico británico Stephen Hawking nos alertaba sobre esa posibilidad: probablemente no saldríamos bien parados de un encuentro con una civilización tan avanzada. A pesar de lo cual se están realizando ingentes esfuerzos para buscar "nuevas tierras" capaces de albergar vida.
Al ritmo actual de las investigaciones, y con nuestros mejores instrumentos "peinando" sistemáticamente el cielo y analizando, una por una, cientos de miles de estrellas próximas, todo hace preveer que en los próximos años se encontrarán no uno, sino posiblemente decenas de mundos parecidos al nuestro. Y que, por qué no, en alguno de esos mundos se habrá producido, como sucedió en la Tierra, el milagro de la vida. Si hay alguien ahí fuera, lo encontraremos. Es sólo una cuestión de tiempo. Nadie sabe bien qué es lo que sucederá después. Lo que sí parece seguro es que cambiará nuestra Historia para siempre.
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