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través de las incisiones y otro tipo de alteraciones de casi todas las conchas, los científicos han podido determinar que estos judíos eran muy fieles a su credo, ya que apenas hay casos de moluscos empleados como alimentos, considerados no casher o impuros por sus preceptos religiosos.
Carlos Fernández, del Área de Prehistoria de la Universidad de León, explica la importancia de estudiar los restos de huesos y moluscos asociados a la alimentación de los humanos en épocas relativamente recientes: "En línas generales, hemos estudiado mejor los hábitos alimenticios de las poblaciones de la Edad Media por las fuentes escritas que por las arqueológicas, ya que esta ciencia se centra más en épocas en los que los restos pueden convertirse en información primaria ante la ausencia de datos escritos".
Sin embargo, lo recogido negro sobre blanco no tiene por qué ser complejo o fiel a la realidad de una época. "Lo importante de esta investigación es que se complementa la información que se tenía de las fuentes escritas", indica el experto.
El trabajo, que ha sido coordinado por los investigadores Víctor Bejeda y Eduardo González Gómez de Agüero, analizó los restos arqueológicos de moluscos encontrados en las cuatro exploraciones que se han realizado en Castro Iudeorum (castro de los judíos, en latín), como se conoció el emplazamiento en la Edad Media.
Estos yacimientos estuvieron dirigidos por José Luis Abello y Jorge Sánchez. "El mundo medieval no era más rico que el romano, por lo que no hay consumos muy elevados de moluscos entre la población en general", anticipa Fernández. En el caso de los habitantes de la judería de León, constituida como una población apartada en unos kilómetros de la ciudad cristiana, el consumo, además, era diferente.
Los restos malacológicos recolectados, muy escasos en número, se pueden dividir en dos tipos, según su procedencia: los moluscos fluviales y los marinos. En el primer caso, el de los pocos moluscos de ríos encontrados, indica Fernández, "no presencian evidencias de haber sido trabajados para, por ejemplo, la extracción de nácar", por lo que pudieron servir de alimento. Otro caso eran las conchas marinas, "que presentaban algún tipo de perforación". Unos ejemplos son las vieiras, el símbolo de los peregrinos jacobeos, que se encuentran perforadas, o de caracolas redondeadas.
Explicaciones
"Estas alteraciones constatan que los moluscos tenían más un uso de adorno o de herramienta que alimenticio", indica el experto. En la tora, en libros como el Levítico o el Deuteronomio, se establecen los preceptos por los que los judíos se deben regir a la hora de alimentarse: el cashrut. Los alimentos son casher (correctos o puros) o no casher (impuros). "En lo relativo a los animales acuáticos, se consideran sólo puros si tienen aletas y escamas", por lo que los moluscos no entran en esta categoría. En Puente Castro, "no se encuentran volúmenes grandes de consumo de estos alimentos, y los existentes no tienen por qué asociarse a los judíos, pudieron haber criados cristianos, por ejemplo". Estos restos minoritarios, "cuya incidencia en mínima", contrasta con el uso artesanal de las conchas. Las vieiras encontradas, por ejemplo, "se encuentran entre la basura, cuando para los cristianos es más habitual hallarlas en enterramientos, puesto que su uso está asociado con el Camino de Santiago". Esta circunstancia permite pensar que las vieiras, por ser grandes y hondas, sirvieron como algún tipo de recipiente, igual que hoy se emplean en algunas casas como ceniceros.
El estudio de la fauna de mamíferos encontrados en los yacimientos de Castro Iudeorum sigue la misma línea que la de los moluscos. "Aquí también los judíos mantienen los preceptos de lo que se puede y no se puede consumir. Por ejemplo, la presencia de restos óseos de cerdo es anecdótica". Hay que tener en cuenta que junto a los moluscos, los restos de huesos de animales permite definir de una manera científica de qué se alimentaron las poblaciones antiguas.
Puente Castro aporta datos muy relevantes para el estudio de la población judía peninsular en la Edad Media. En aquella época, muchas aljamas estaban integradas en la ciudad, por lo que los restos alimenticios se mezclaban con los de los cristianos. En el caso del Castro Iudeorum, al residir a unos kilómetros al sudeste de la ciudad de León, es más posible estudiar las características propias de esta sociedad. Los judíos leoneses poblaron Puente Castro en dos periodos muy próximos en el tránsito de la Alta a la Baja Edad Media, la primera en torno al siglo X, y la segunda avanzado el siglo XI. Según las crónicas, una campaña militar de Castilla y Aragón arrasó esta población en 1196, obligando a los judíos a trasladarse desde entonces al barrio de Santa Ana intramuros de León.
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