"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


martes, 15 de marzo de 2011

Sobre el clima del núcleo fundido de la Tierra


La última prueba del papel predominante que desempeñan los humanos en el cambio del clima de la Tierra no procede de las observaciones de los océanos terrestres, la atmósfera o la superficie de la Tierra, sino de las profundidades de su núcleo fundido.

 Los científicos saben desde hace mucho tiempo que la duración de un día terrestre - el tiempo que necesita la Tierra para hacer una rotación completa - fluctúa alrededor de una media de 24 horas. A lo largo del paso de un año, la duración del día varía aproximadamente 1 milisegundo, haciéndose más largo en invierno y más corto en verano. Estos cambios estacionales en la duración de un día terrestre están dirigidos por los intercambios de energía entre la Tierra sólida y los movimientos fluidos de la atmósfera (el soplo de los vientos y cambios en la presión atmosférica) y su océano. Los científicos pueden medir estos pequeños cambios en la rotación de la Tierra usando observaciones astronómicas y técnicas geodésicas muy precisas.

Pero la duración de un día terrestre también fluctúa a lo largo de escalas temporales mucho mayores, tales como interanual (de dos a 10 años), cada década (aproximadamente 10 años), o aquellas que duran múltiples décadas o incluso más tiempo. Un modo de escala temporal más larga predominante, que varía entre los 65 y 80 años, se observó que cambiaba la duración del día aproximadamente en 4 milisegundos a principios del siglo XX.
Estas fluctuaciones más largas son demasiado grandes para explicarse mediante los movimientos de la atmósfera y océanos de la Tierra. En lugar de esto, se deben al flujo de hierro líquido dentro del núcleo externo de la Tierra, donde se origina el campo magnético de nuestro planeta. Este fluido interactúa con el manto de la Tierra para afectar a la rotación de la misma. Aunque los científicos no pueden observar directamente estos flujos, pueden deducir sus movimientos observando el campo magnético de la Tierra en la superficie. Estudios anteriores han demostrado que este flujo de hierro líquido en el núcleo externo de la Tierra oscila en ondas de movimiento que duran décadas con escalas temporales que se corresponden estrechamente con las variaciones de larga duración en la duración del día de la Tierra.
Aún así, otros estudios han observado un vínculo entre las variaciones de larga duración en la duración del día terrestre y las fluctuaciones de hasta 0,2 grados Celsius en la temperatura media global a largo plazo del aire de superficie.
Por lo que, ¿podría ser que estas tres variables - la rotación de la Tierra, los movimientos en el núcleo de la Tierra (formalmente conocido como momento angular del núcleo) y la temperatura del aire superficial - estuviesen relacionadas? Esto es lo que los investigadores Jean Dickey y Steven Marcus del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California, y su colega Olivier de Viron de la Universidad de París Diderot y el Instituto de Física Global de París en Francia, se propusieron descubrir en un estudio pionero.
Los científicos mapearon los datos existentes de un modelo de movimientos fluidos del interior del núcleo de la Tierra y datos de observaciones de la duración del día promediado a lo largo de un año, contra dos series temporales de temperaturas superficiales medias globales por año: Uno del Instituto Goddard de la NASA de Estudios Espaciales en Nueva York que se extiende a 1880, y otro de la Oficina Meteorológica del Reino Unido que data de 1860. Dado que la temperatura total del aire está compuesta de dos factores - los cambios de temperatura que tienen lugar de forma natural y aquellos provocados por actividades humanas - los investigadores usaron los resultados de modelos climáticos por ordenador de la atmósfera de la Tierra y los océanos para tener en cuenta los cambios de temperatura debidos a las actividades humanas. Estos cambios de temperatura producidos por los humanos se restaron de los registros de temperatura observados para generar un registro de temperatura corregido.
Los investigadores encontraron que los datos de temperatura no corregidos se correlacionan con fuerza con datos de los movimientos del núcleo de la Tierra y la duración del día hasta aproximadamente 1930. Entonces empezaron a separarse sustancialmente: Es decir, las temperaturas del aire de superficie global siguieron aumentando, pero sin los correspondientes cambios en la duración del día o los movimientos del núcleo de la Tierra. Esta divergencia se corresponde con una tendencia robusta y bien documentada de calentamiento global que se ha atribuido ampliamente a unos mayores niveles de gases invernadero producidos por los humanos.
Pero un examen del registro de temperaturas corregido arroja un resultado distinto: El registro de temperaturas corregido permaneció con una fuerte correlación tanto con la longitud del día como con los movimientos del núcleo de la Tierra a través de toda la serie de datos de temperatura. Los investigadores realizaron pruebas robustas para confirmar la relevancia estadística de sus resultados.
"Nuestra investigación demuestra que, durante los últimos 160 años, los cambios por década y en periodos más largos en las temperaturas atmosféricas se corresponden con cambios en la duración del día si eliminamos el efecto muy significativo del calentamiento atmosférico atribuido a la acumulación de gases invernadero debida a obras humanas", comenta Dickey. "Nuestro estudio implica que la influencia humana en el clima durante los últimos 80 años enmascaran el equilibrio natural que existe entre la rotación de la Tierra, el momento angular del núcleo y la temperatura en la superficie de la Tierra".
Pero, ¿qué mecanismos dirigen estas correlaciones? Dickey dice que los científicos no están seguros, pero ofrece algunas hipótesis.
Dado que los científicos saben que la temperatura del aire no puede afectar a los movimientos del núcleo de la Tierra, ni a la duración del día hasta el punto observado, una posibilidad es que el movimiento del núcleo de la Tierra pueda perturbar el campo magnético terrestre haciendo de escudo para flujos de partículas cargadas (es decir, rayos cósmicos) que se ha teorizado que afectan a la formación de nubes. Esto podría afectar a cuánta energía del Sol es reflejada de vuelta al espacio y cuánta absorbida por nuestro planeta. Otras posibilidades son que algunos procesos en el núcleo podrían estar teniendo un efecto más indirecto sobre el clima, o que un proceso externo (por ejemplo el Sol) afecte simultáneamente al núcleo y el clima.
Aparte de las eventuales conexiones establecidas entre la Tierra sólida y el clima, Dickey dice que el impacto de la Tierra sólida en el clima aún se ven empequeñecidos por el efecto mucho mayor de los gases de invernadero producidos por los humanos. "La Tierra sólida desempeña un papel, pero la solución final para abordar el cambio climático sigue estando en nuestras manos", concluye.
Los resultados del estudio se publicaron en un reciente ejemplar de la revista Journal of Climate.

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