"IceCube es un telescopio que toma una imagen del Universo utilizando neutrinos en lugar de luz", asegura Francis Halzzen, investigador principal del proyecto. Estas diminutas partículas atraviesan nuestro planeta, nosotros incluidos, por trillones cada segundo, pero por su escasísima masa (menos de una milmillonésima de la masa de un átomo de hidrógeno) rara vez colisionan con algún átomo y resultan prácticamente indetectables. Por eso se construyen instalaciones gigantescas en lugares apartados de las interferencias: para detectar algunas de estas raras colisiones con el núcleo de los átomos que contiene el hielo.
Aunque el observatorio lleva ya varios años realizando mediciones (y su predecesor, AMANDA), el profesor Halzzen cree que el fin de las obras puede traer buenas noticias. "Con la culminación de IceCube", asegura, "estamos en el camino de alcanzar el nivel de sensibilidad que nos permita ver neutrinos de fuentes más allá del Sol".
¿Y para qué puede servir todo esto?, se preguntará alguno a estas alturas. Pues los datos que se recojan en esas pequeñas esferas enterradas en el hielo pueden proporcionarnos valiosa información sobre el Sol, sobre la formación de supernovas, la radiación cósmica de fondo y la materia oscura, y ayudarnos a dibujar un mapa más preciso del universo que aún no somos capaces de ver.
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