Para averiguar qué desencadenó el declive de los osos de las cavernas (Ursus spelaeus) en Europa, un equipo de científicos dirigidos por el Dr. Mathias Stiller del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva estudió secuencias de ADN (ácido desoxirribonucleico) mitocondrial extraídas de 17 muestras fósiles nuevas y las compararon con las de el oso pardo moderno (Ursus arctos). Los fósiles se extrajeron de yacimientos de Siberia (Rusia), Ucrania, Centroeuropa y Galicia, en la Península Ibérica.
Los científicos sometieron las secuencias de ADN a un análisis bayesiano de probabilidad estadística y descubrieron que la expansión humana y no el cambio climático fue la causa del declive del oso de las cavernas, una criatura temible que pesaba de media unos 500 kg.
«El declive en la diversidad genética del oso de las cavernas comenzó hace unos 50.000 años, mucho antes de lo que se había sugerido, en un momento que no coincide con grandes cambios climáticos, pero sí con los comienzos de la expansión humana», reveló Aurora Grandal-D'Anglade, coautora del estudio e investigadora en el Instituto Universitario de Xeoloxía de la Universidad de A Coruña.
Las dataciones radiométricas de los restos fósiles señalaron que el oso de las cavernas dejó de ser abundante en Centroeuropa hace unos 35.000 años y que se extinguió en la mayoría de las regiones que habitaba hace unos 24.000 años. Cabe señalar que se mantuvo durante unos pocos miles de años más en unas pocas zonas como la región noroeste de la Península Ibérica.
La Dra. Grandal-D'Anglade confirmó que la extinción de la especie se podría «atribuir a la cada vez mayor expansión humana y, por tanto, a la competencia por territorio y refugios entre humanos y osos».
Los científicos también compararon muestras fósiles de este úrsido con el oso pardo actual. Concretamente analizaron 59 secuencias genéticas de ADN de oso de las cavernas y 40 de oso pardo con edades comprendidas entre 60.000 a 24.000 años en el caso del oso de las cavernas, y entre 80.000 y la actualidad en el caso del oso pardo.
Los científicos concluyeron que el cambio climático influyó en cierta medida en su declive y que su extinción coincide a grandes rasgos con el último enfriamiento climático del Pleistoceno (hace entre 25.000 y 18.000 años), que pudo reducir la disponibilidad de refugios y vegetación de la que se alimentaba este animal principalmente herbívoro.
No obstante, calificaron este cambio y el consecuente empobrecimiento de los ecosistemas como «el golpe de gracia para esta especie, ya en franco declive». El oso pardo actual no corrió la misma suerte y perdura hasta hoy al no depender tanto del hábitat en cuevas. «Para hibernar los osos pardos pueden utilizar refugios de otras clases», explicó la Dra. Grandal-D'Anglade. «De hecho no son numerosos los hallazgos de fósiles de oso pardo en yacimientos de cueva.»
Los científicos sometieron las secuencias de ADN a un análisis bayesiano de probabilidad estadística y descubrieron que la expansión humana y no el cambio climático fue la causa del declive del oso de las cavernas, una criatura temible que pesaba de media unos 500 kg.
«El declive en la diversidad genética del oso de las cavernas comenzó hace unos 50.000 años, mucho antes de lo que se había sugerido, en un momento que no coincide con grandes cambios climáticos, pero sí con los comienzos de la expansión humana», reveló Aurora Grandal-D'Anglade, coautora del estudio e investigadora en el Instituto Universitario de Xeoloxía de la Universidad de A Coruña.
Las dataciones radiométricas de los restos fósiles señalaron que el oso de las cavernas dejó de ser abundante en Centroeuropa hace unos 35.000 años y que se extinguió en la mayoría de las regiones que habitaba hace unos 24.000 años. Cabe señalar que se mantuvo durante unos pocos miles de años más en unas pocas zonas como la región noroeste de la Península Ibérica.
La Dra. Grandal-D'Anglade confirmó que la extinción de la especie se podría «atribuir a la cada vez mayor expansión humana y, por tanto, a la competencia por territorio y refugios entre humanos y osos».
Los científicos también compararon muestras fósiles de este úrsido con el oso pardo actual. Concretamente analizaron 59 secuencias genéticas de ADN de oso de las cavernas y 40 de oso pardo con edades comprendidas entre 60.000 a 24.000 años en el caso del oso de las cavernas, y entre 80.000 y la actualidad en el caso del oso pardo.
Los científicos concluyeron que el cambio climático influyó en cierta medida en su declive y que su extinción coincide a grandes rasgos con el último enfriamiento climático del Pleistoceno (hace entre 25.000 y 18.000 años), que pudo reducir la disponibilidad de refugios y vegetación de la que se alimentaba este animal principalmente herbívoro.
No obstante, calificaron este cambio y el consecuente empobrecimiento de los ecosistemas como «el golpe de gracia para esta especie, ya en franco declive». El oso pardo actual no corrió la misma suerte y perdura hasta hoy al no depender tanto del hábitat en cuevas. «Para hibernar los osos pardos pueden utilizar refugios de otras clases», explicó la Dra. Grandal-D'Anglade. «De hecho no son numerosos los hallazgos de fósiles de oso pardo en yacimientos de cueva.»
Lo cual no da una idea de lo avaros que somos, que no dejamos titeres con comedia si nos lo proponemos. La extinción de las especies por regla general, siempre se ha producido por la intervención del hombre, así que todo lo que incidamos en contrarrestar este hecho no está de más.
ResponderEliminarUn beso