Uno de los cometidos de los ángeles -tal vez el principalconsiste en moldear nuestras circunstancias con el barro que nosotros les proporcionamos o sea, somos nosotros quienes les damos el material que utilizarán para confeccionar nuestras anécdotas cotidianas, las cuales han de ayudarnos a
comprender y a asimilar determinadas lecciones que no hemos sido capaces de asimilar de otro modo.
Ese "barro" está formado por la materia sutil que se desprende de nuestros sentimientos y pensamientos, y posee una fuerza tan grande como la materia física, aunque no podamos verla con nuestros ojos físicos (a la materia sutil) ni palparla con nuestras manos. Dice V.B. Anglada (gran
investigador del mundo angélico) que cuando un ser humano emite un deseo o un pensamiento, de él se desprenden una serie de impulsos electro-magnéticos revestidos de esencia creadora que van a parar al éter del espacio.(1)
(1) El éter es una sustancia inmaterial de la cual surge toda creación, algunos esoteristas lo llaman "la sangre de los dioses". Stephen Hawking -en su "Historia del tiempo"define el éter como una sustancia presente en todas partes, incluso en el espacio vacío; las ondas de luz viajan a través del éter al igual que las ondas del sonido lo hacen a través del aire. El éter ha sido descrito como un fluido espiritual incoloro que existe por doquier y que es el fundamento de nuestro sistema solar. Dado que esta sustancia es de distinta clase de cuantas se conocen en la tierra, los hombres, al mirar a través de ella, creen que es el vacío. Pero, según afirma A. Besan en su "Química oculta" no existe un solo punto vacío en el ilimitado universo, que es un espacio vacío es en realidad una masa sólida de inconcebible densidad. De éter se compone el cuerpo vital o etérico del hombre -que, más que un cuerpo es un atributo del vehículo físico-, que permite la percepción sensorial. De éter está formado el vehículo más denso de los ángeles, de la misma forma que nuestro cuerpo físico es también nuestro vehículo más denso.
Estas ondas eléctricas, dirigidas e imbuidas de una intención, quedarían flotando en el espacio si no fuera por la participación de determinado tipo de ángeles, cuya misión consiste en hacerse cargo de ellas para vitalizarlas y transportarlas hacia su destino, o bien cobijarlas en espera de que puedan ser expresadas. El ángel aglutina, pues, estos impulsos, se baña en ellos y constituye con aquel éter dinamizado y substanciado una forma determinada, esto es lo que hemos querido decir al afirmar que los ángeles moldean nuestras circunstancias.
Nosotros proporcionamos la pasta, ellos ponen el molde y facilitan los medios para la elaboración del pastel. Este "pastel" no es lo que creemos otro que el rosario de anécdotas que constituyen nuestra existencia terrenal. Si hemos mezclado mal los ingredientes, si en vez de azúcar pusimos sal, si la harina o los huevos estaban pasados de fecha, nuestro bizcocho no estará muy sabroso. Es decir, si los sentimientos o pensamientos que emitimos en un momento dado son de mala calidad (si son de odio, de venganza, de codicia, de egoísmo, de desunión, o sea, si carecen de amor), el "pastel" de nuestras circunstancias tampoco será muy grato al paladar. A este respecto, resulta paradójico constatar que si los excrementos de nuestro cuerpo físico nos molestan, en cambio ni siquiera somos conscientes de los que se desprenden de nuestros cuerpos sutiles (el emotivo y el mental). Nos regodeamos en ellos cada vez que nos invade un sentimiento negativo, o cuando visualizamos espectáculos con contenidos violentos o pornográficos por ejemplo.
Y aseguran los iniciados que este tipo de polución es mucho más contaminante que la que podemos ver y palpar, hasta el punto de que una determina la existencia de la otra. Es decir que si el ser humano, en su interior, nunca destilara ningún veneno, el aire que respiramos sería mucho más limpio porque la polución exterior no es otra cosa que la cristalización de la polución interna.
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