La sociedad altamente tecnificada en la que vivimos necesita volver a creer en los milagros, necesita recordar que cada hombre lleva incorporada en sí mismo la divinidad, que cada ser humano es un Dios en potencia, tal y como lo dijo Jesucristo. Porque esta divinidad, aunque ignorada por muchos y relegada a un segundo plano a la sombra de la personalidad material, existe y vive en nosotros. Vive a la espera de que entremos en comunicación con ella y de que seamos capaces de reconocer su existencia. Como lo demuestra el creciente interés que el tema angélico está suscitando en todo Occidente, estos seres de luz están viviendo un renovado esplendor, están preparando su glorioso y brillante retorno a la conciencia humana y no está muy lejana la época en que serán vistos por los hombres y sometidos a investigaciones científicas.
Hasta hace bien poco, la visión más común que se tenía del ángel era la de un ser alado y etéreo cuya principal tarea consiste en tocar el arpa o la lira, una entidad acaso fruto de la imaginación creadora de algún pintor barroco. En determinados círculos, su mención provoca una reacción de rechazo, cuando no de burla, por cuanto se le asocia con la religión. La mayoría de místicos y religiosos admiten la existencia de los ángeles como un dogma de fe, simplemente porque las Sagradas Escrituras los mencionan, muchos sólo son capaces de imaginar ángeles en el interior de las iglesias o de lugares de culto espiritual. Cuando se les pregunta sobre el particular desde algún medio de comunicación, a menudo contestan que es mejor dejar a los ángeles donde estaban, es decir en los libros sagrados y en los retablos y ocuparse de otros asuntos más concretos.
Algunos miembros de la Iglesia incluso han llegado a afirmar que se trata de una de las muchas modas efímeras que nos impone la colonización cultural norteamericana...
Últimamente, han proliferado -sobre todo en estados Unidos los escritos de corte puramente anecdótico, que, si bien ofrecen cierto interés a nivel informativo, no atraen demasiado la atención del investigador serio, ya que apelan más a la fe que a la razón.
Por todo ello, era necesario ahondar en el tema, escarbar en sus raíces más profundas y restituir a los ángeles su verdadera dimensión de constructores invisibles del cosmos y de tutores del ser humano. Éste es al menos uno de los propósitos de este material
Hablábamos al principio de entrar en comunicación con la parte divina de nuestra personalidad, con nuestro "Dios interno". Hasta ahora, los jerarcas religiosos han afirmado, contraviniendo la doctrina crística, que esto sólo era posible con la intermediación de un ministro de la Iglesia. En efecto, el concepto más revolucionario de esta doctrina, tan poco comprendida y peor aún aplicada, fue precisamente el que emancipa al hombre de la necesidad de contar con un intermediario para entablar relación con la divinidad. Jesucristo vino a decirnos que ésta se encuentra alojada en cada ser humano, sea cual sea su condición. Nos alejamos aquí, naturalmente, de la idea de un Dios antropomorfo con barba y aspecto de venerable patriarca. Creer en Dios porque así nos lo han inculcado no significa nada en tanto no experimentamos la realidad divina en nuestro fuero interno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario