Quien conoce a los demás, es sensato.
Quien se conoce a sí mismo, es sabio.
Quien vence a otros, es fuerte.
Quien se vence a si mismo, es poderoso.
Quien consigue sus propósitos, es voluntarioso.
Quien se contenta con lo que tiene, es rico.
Quien no abandona su puesto, es perseverante.
Quien no muere ni siquiera con la muerte, posee vida.
Si todos reconocen lo bello como tal,
reconocen a la vez lo feo.
Si como tal reconocen lo bueno,
reconocen a la vez lo que no es bueno.
Porque Ser y No-Ser se generan mutuamente.
Difícil y fácil se complementan entre sí.
Largo y corto se moldean mutuamente.
Entre sí se invierten alto y hondo.
Sonido y tono mutuamente se enlazan.
Antes y después se siguen entre sí.
El Sabio obra sin actuar.
Enseña sin hablar.
Todos los seres se presentan ante él,
y a ninguno se niega.
Crea, pero no posee.
Realiza, pero no retiene.
Cuando termina la obra,
no se aferra a ella.
Y precisamente por no aferrarse,
nada ni nadie lo abandona.
No favoreciendo a los mejores,
se evita la discordia en el seno del pueblo.
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