En unas décadas la tecnología nos permitirá vivir en una nueva armonía
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El objetivo es conseguir que los usuarios se concentren en la tarea que deban realizar en lugar de tener que prestar atención al manejo de la computadora; que obtengan comodidad y simpleza, en vez de complicaciones y molestias. La estrategia más adecuada para lograrlo, sería que no exijan la atención consciente, que se vuelvan tan discretas que desaparezcan de la conciencia humana. Deberían estar disponibles en todo momento y lugar, tan profunda y completamente integradas en los objetos de uso común que perderían su individualidad, se disolverían en el ambiente y se las usarían sin pensar, intuitivamente.
Dentro de un par de décadas, el poder computacional será tal que podrá incluir fácilmente una cierta inteligencia en los artefactos comunes. Todas los objetos incorporarán procesadores, memorias, sensores, actuadores y una conexión a Internet siempre activa y de gran ancho de banda. De este modo, los artefactos se volverán cada vez más amigables, sencillos de utilizar y autoexplicativos; ya no se necesitará un manual de instrucciones, sino que el propio aparato se convertirá en el mejor instructor. Muchos no necesitarán encenderse ni apagarse, o que se los programe o sintonice; simplemente se activarán automáticamente cuando la persona se acerque.
Computación ubicua o penetrante
No es que las PCs vayan a desaparecer completamente del escenario, pero durante las próximas décadas convivirán con una gran variedad de otros tipos de dispositivos informáticos. En vez de ofrecer poderosas computadoras capaces de hacer de todo, el paradigma actual consiste en una colección de miles de sistemas especializados, sumamente baratos y densamente interconectados entre sí. Se tratará de una red auto-organizada, una clase especial de sistema ecológico, en donde cada elemento reaccionará ante los estímulos del medio y cooperará con los demás, ya que adquirirán una especie de conciencia mutua. Desde hace tiempo ya se comercializa este tipo de tecnologías. Un ejemplo típico es el ICQ, un programa que le indica al usuario cuando una persona -de una lista predefinida- se conecta a Internet.
La idea es similar a lo que pasó con la electricidad: se integró tan bien a la vida del hombre que actualmente está en todas partes, oculta en las paredes y almacenada en minúsculas baterías. Y al igual que la omnipresente toma eléctrica, la nueva red lo cambiará todo: los vasos indicarán cuánto líquido ha sido bebido, las sillas avisarán cuándo el usuario lleva demasiado tiempo sentado en una misma posición, los zapatos medirán la cantidad de metros recorridos, las bañeras medirán el peso corporal, los grifos responderán a la voz y las gafas (anteojos) le informarán al oculista que necesitan una nueva graduación y concertarán una cita
Pero la verdadera novedad es que la electrónica posibilitará que los objetos dialoguen entre sí, con lo cual podrán ofrecer una vasta cantidad de originales aplicaciones para la vida diaria. Por ejemplo, la cafetera automática sabrá perfectamente cómo le gusta el café a su propietario y podrá llevar una estadística del consumo diario o mensual; al tener acceso a su agenda personal, lo preparará más tarde que de costumbre, si se entera que tiene una reunión programada.
Un peine inteligente analizará y comunicará el estado del cuerpo cabelludo al centro de diagnóstico dermatológico, que propondrá el tratamiento más adecuado. Un frasco de medicamentos podrá contener un mensaje grabado con su acción terapéutica, recordarles a los más ancianos que ya es hora de tomar una nueva pastilla o comunicarse con la farmacia para encargar una nueva caja.
Algo similar pasará con los libros: si pertenece a una biblioteca personal, indicará su localización física, así como en qué año/mes se leyó, cuánto se tardó en hacerlo y hasta qué página se llegó (si todavía no se terminó de leerlo). Si pertenece a una librería, informará cuándo llegó al local, cuántos ejemplares quedan, si ese título ya está agotado o en qué parte de la cadena de abastecimiento se encuentra.
El hogar inteligente
Actualmente los aparatos hogareños y los electrodomésticos cumplen su función específica de manera aislada, por lo que son incapaces de dialogar entre sí. A través de una red de comunicación interna, en cambio, podrán interconectarse y ampliar enormemente sus prestaciones. En esta configuración, cada aparato, cada electrodoméstico, cada sensor y actuador disperso por la casa se comportará como un nodo, transmitiendo y recibiendo mensajes entre ellos.
Incluso la red dispondrá de una conexión a Internet, con lo cual cualquier miembro de la familia podrá, a distancia, regular el la temperatura ambiente, descongelar la comida, preparar la ducha o recibir un mensaje de la heladera recordándole que compre latas de cerveza, en el camino de regreso a su casa.
No sorprenderá a nadie, por ejemplo, que la lavadora (lavarropas) elija el programa de lavado más apropiado según los parámetros de la prenda que se coloque (qué tipo de fibra usa, de qué color es y qué clase de suciedad presenta), dosificando la cantidad de jabón en polvo y suavizante y controlando el tiempo de funcionamiento.
O que la aspiradora regule automáticamente su potencia de acuerdo con la cantidad de polvo que está siendo succionado y lo descargue directamente en el recipiente de la basura. O que el horno a microondas tenga la capacidad de vigilar lo que se cocine, decidiendo si los alimentos necesitan descongelarse antes o simplemente ser calentados. En todos los casos, los mismos aparatos se ocuparán de contactarse con el servicio técnico cuando detecten algún tipo de anomalía o cuando sea necesario descargar una nueva actualización de su software.
La unión hace a la fuerza
Pero en donde resaltan las verdaderas posibilidades de este tipo de sistema es cuando se consideran sus propiedades sinérgicas. Así, cuando alguien deambula por su casa, los sensores de la pared seguirán sus pasos y ajustarán las variables ambientales, como la iluminación, la calefacción, la refrigeración, la humedad o la música de fondo.
El sistema sabrá que la persona acaba de sentarse a la mesa para cenar, que fue a acostarse para dormir, que está tomando una ducha, que está mirando un programa de TV o que está en un momento íntimo. En consecuencia, el teléfono deberá tomar la decisión de no sonar, comunicándole al originante que llame más tarde o que deje su mensaje. Por otro lado, el equipo de música sabrá que cuando el dueño regresa a su casa -de un día agotador- quiere escuchar algún tema New Age, pero los sábados a la noche prefiere algo más movido.
Del mismo modo, el televisor inteligente (cuya pantalla puede ocupar toda una pared) no ignorará que le interesa todo lo relacionado con los robots humanoides, y que si en el noticiero se menciona algo sobre el tema, lo debería grabar (en la videograbadora o en el disco rígido de la PC) y mostrárselo sobre el espejo del baño, mientras se está lavando los dientes. Si la persona quisiera saber más sobre el tema, el aparato debería ofrecerle una lista de enlaces hacia páginas web que ampliasen el tema.
Algo más espectacular sería el sistema de seguridad. El picaporte de la puerta de entrada al hogar podrá ver a la persona que quiera entrar. En caso de reconocer al propietario, le abrirá la puerta y posiblemente lo salude. Si se trata de un amigo, lo identificará y puede que le dé los buenos días como un mayordomo bien entrenado.
Pero si notase que se trata de una persona sospechosa, tendrá la capacidad de tomarle varias fotografías o filmarlo y avisar a la policía o al servicio de seguridad. De la misma forma, el sistema tendrá la habilidad de detectar fugas de gas o de agua, de cerrar instantáneamente las llaves de paso o, incluso, de llamar a los bomberos si se origina un incendio que no puede controlar.
El objetivo es conseguir que los usuarios se concentren en la tarea que deban realizar en lugar de tener que prestar atención al manejo de la computadora; que obtengan comodidad y simpleza, en vez de complicaciones y molestias. La estrategia más adecuada para lograrlo, sería que no exijan la atención consciente, que se vuelvan tan discretas que desaparezcan de la conciencia humana. Deberían estar disponibles en todo momento y lugar, tan profunda y completamente integradas en los objetos de uso común que perderían su individualidad, se disolverían en el ambiente y se las usarían sin pensar, intuitivamente.
Dentro de un par de décadas, el poder computacional será tal que podrá incluir fácilmente una cierta inteligencia en los artefactos comunes. Todas los objetos incorporarán procesadores, memorias, sensores, actuadores y una conexión a Internet siempre activa y de gran ancho de banda. De este modo, los artefactos se volverán cada vez más amigables, sencillos de utilizar y autoexplicativos; ya no se necesitará un manual de instrucciones, sino que el propio aparato se convertirá en el mejor instructor. Muchos no necesitarán encenderse ni apagarse, o que se los programe o sintonice; simplemente se activarán automáticamente cuando la persona se acerque.
Computación ubicua o penetrante
No es que las PCs vayan a desaparecer completamente del escenario, pero durante las próximas décadas convivirán con una gran variedad de otros tipos de dispositivos informáticos. En vez de ofrecer poderosas computadoras capaces de hacer de todo, el paradigma actual consiste en una colección de miles de sistemas especializados, sumamente baratos y densamente interconectados entre sí. Se tratará de una red auto-organizada, una clase especial de sistema ecológico, en donde cada elemento reaccionará ante los estímulos del medio y cooperará con los demás, ya que adquirirán una especie de conciencia mutua. Desde hace tiempo ya se comercializa este tipo de tecnologías. Un ejemplo típico es el ICQ, un programa que le indica al usuario cuando una persona -de una lista predefinida- se conecta a Internet.
La idea es similar a lo que pasó con la electricidad: se integró tan bien a la vida del hombre que actualmente está en todas partes, oculta en las paredes y almacenada en minúsculas baterías. Y al igual que la omnipresente toma eléctrica, la nueva red lo cambiará todo: los vasos indicarán cuánto líquido ha sido bebido, las sillas avisarán cuándo el usuario lleva demasiado tiempo sentado en una misma posición, los zapatos medirán la cantidad de metros recorridos, las bañeras medirán el peso corporal, los grifos responderán a la voz y las gafas (anteojos) le informarán al oculista que necesitan una nueva graduación y concertarán una cita
Pero la verdadera novedad es que la electrónica posibilitará que los objetos dialoguen entre sí, con lo cual podrán ofrecer una vasta cantidad de originales aplicaciones para la vida diaria. Por ejemplo, la cafetera automática sabrá perfectamente cómo le gusta el café a su propietario y podrá llevar una estadística del consumo diario o mensual; al tener acceso a su agenda personal, lo preparará más tarde que de costumbre, si se entera que tiene una reunión programada.
Un peine inteligente analizará y comunicará el estado del cuerpo cabelludo al centro de diagnóstico dermatológico, que propondrá el tratamiento más adecuado. Un frasco de medicamentos podrá contener un mensaje grabado con su acción terapéutica, recordarles a los más ancianos que ya es hora de tomar una nueva pastilla o comunicarse con la farmacia para encargar una nueva caja.
Algo similar pasará con los libros: si pertenece a una biblioteca personal, indicará su localización física, así como en qué año/mes se leyó, cuánto se tardó en hacerlo y hasta qué página se llegó (si todavía no se terminó de leerlo). Si pertenece a una librería, informará cuándo llegó al local, cuántos ejemplares quedan, si ese título ya está agotado o en qué parte de la cadena de abastecimiento se encuentra.
El hogar inteligente
Actualmente los aparatos hogareños y los electrodomésticos cumplen su función específica de manera aislada, por lo que son incapaces de dialogar entre sí. A través de una red de comunicación interna, en cambio, podrán interconectarse y ampliar enormemente sus prestaciones. En esta configuración, cada aparato, cada electrodoméstico, cada sensor y actuador disperso por la casa se comportará como un nodo, transmitiendo y recibiendo mensajes entre ellos.
Incluso la red dispondrá de una conexión a Internet, con lo cual cualquier miembro de la familia podrá, a distancia, regular el la temperatura ambiente, descongelar la comida, preparar la ducha o recibir un mensaje de la heladera recordándole que compre latas de cerveza, en el camino de regreso a su casa.
No sorprenderá a nadie, por ejemplo, que la lavadora (lavarropas) elija el programa de lavado más apropiado según los parámetros de la prenda que se coloque (qué tipo de fibra usa, de qué color es y qué clase de suciedad presenta), dosificando la cantidad de jabón en polvo y suavizante y controlando el tiempo de funcionamiento.
O que la aspiradora regule automáticamente su potencia de acuerdo con la cantidad de polvo que está siendo succionado y lo descargue directamente en el recipiente de la basura. O que el horno a microondas tenga la capacidad de vigilar lo que se cocine, decidiendo si los alimentos necesitan descongelarse antes o simplemente ser calentados. En todos los casos, los mismos aparatos se ocuparán de contactarse con el servicio técnico cuando detecten algún tipo de anomalía o cuando sea necesario descargar una nueva actualización de su software.
La unión hace a la fuerza
Pero en donde resaltan las verdaderas posibilidades de este tipo de sistema es cuando se consideran sus propiedades sinérgicas. Así, cuando alguien deambula por su casa, los sensores de la pared seguirán sus pasos y ajustarán las variables ambientales, como la iluminación, la calefacción, la refrigeración, la humedad o la música de fondo.
El sistema sabrá que la persona acaba de sentarse a la mesa para cenar, que fue a acostarse para dormir, que está tomando una ducha, que está mirando un programa de TV o que está en un momento íntimo. En consecuencia, el teléfono deberá tomar la decisión de no sonar, comunicándole al originante que llame más tarde o que deje su mensaje. Por otro lado, el equipo de música sabrá que cuando el dueño regresa a su casa -de un día agotador- quiere escuchar algún tema New Age, pero los sábados a la noche prefiere algo más movido.
Del mismo modo, el televisor inteligente (cuya pantalla puede ocupar toda una pared) no ignorará que le interesa todo lo relacionado con los robots humanoides, y que si en el noticiero se menciona algo sobre el tema, lo debería grabar (en la videograbadora o en el disco rígido de la PC) y mostrárselo sobre el espejo del baño, mientras se está lavando los dientes. Si la persona quisiera saber más sobre el tema, el aparato debería ofrecerle una lista de enlaces hacia páginas web que ampliasen el tema.
Algo más espectacular sería el sistema de seguridad. El picaporte de la puerta de entrada al hogar podrá ver a la persona que quiera entrar. En caso de reconocer al propietario, le abrirá la puerta y posiblemente lo salude. Si se trata de un amigo, lo identificará y puede que le dé los buenos días como un mayordomo bien entrenado.
Pero si notase que se trata de una persona sospechosa, tendrá la capacidad de tomarle varias fotografías o filmarlo y avisar a la policía o al servicio de seguridad. De la misma forma, el sistema tendrá la habilidad de detectar fugas de gas o de agua, de cerrar instantáneamente las llaves de paso o, incluso, de llamar a los bomberos si se origina un incendio que no puede controlar.
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